Prólogo

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Liz lo escuchó una vez más, mientras trataba de reprimir una risita que invariablemente aparecía, aun cuando sabía que lo que él menos necesitaba era que lo alentara. Así que mantuvo el gesto serio, casi severo.

–¿Qué sucede? ¿Por qué tan seria? –Drake sonrió radiantemente.

–Sabes perfectamente por qué... –suspiró y elevó una ceja–. Eres un...

–¿Un...? –se rió fuertemente cuando Liz cruzó sus brazos–. Está bien, no te enfades –alzó sus manos con inocencia–. Solo que tú eres mi amiga.

–Ya lo sé; y, me pregunto, ¿por qué?

–Porque secretamente estás enamorada de mí –soltó Drake y ella lo miró, ahora sí con severidad–. Está bien, lo siento... olvidé la promesa.

–Efectivamente. Nada de... nada –se levantó y dio unos pasos. Giró hacia él–. ¿Ahora qué tengo que hacer por ti?

–Nada... solo me gusta verte. Eres mi mejor amiga. Creo que terminaré casado contigo.

–¿Continúas con eso? –dijo con tono de enfado, pero rió–. Tú nunca te casarás y si lo hicieras... la última persona con quien lo harías sería yo.

–¿Por qué no? –Drake fingió mirarse–. ¿No soy un buen partido?

–¿Para un matrimonio? No. ¿Para una aventura? Sí. Y yo no tengo interés en ninguna de las dos.

–Está bien... –suspiró teatralmente y eso le arrancó una sonrisa–. Me gusta que me sonrías. No me regañes más.

–No he empezado a regañarte.

–Pero lo harás, lo sé.

–¡Cómo si no lo merecieras!

–No dije que no lo merezco... solo, no lo hagas.

–Está bien –asintió y se sentó nuevamente a su lado Él apoyó su cabeza en su hombro y se quedaron así. Sin decir nada más, no había necesidad.

–Creo que es hora... –dijo Drake y la giró, poniéndola frente a él.

–¿Hora? ¿De qué?

–De decirte el motivo que me trae hasta aquí.

–Aja –Liz lo miró fijamente, esperando que siguiera–. ¿Y bien?

–Es... –sus ojos se clavaron en ella, con tal seriedad que la asustaron–. Es algo increíble.

–¿Qué? ¿Qué pasó? –sentía una alarma interna.

–Estoy enamorado –lo dijo con calma, y Liz se habría reído a carcajadas si no estuviera tan serio y preocupado.

Ella no pudo evitarlo. Segundos después, sintió su boca deslizarse en toda su extensión, mientras un sonido ahogado intentaba darse paso a través de su garganta cerrada.

–Si es una broma... –empezó Liz, tras recuperarse del asombro.

–¿Tengo cara de estar bromeando? –Drake elevó una ceja. Liz lo miró largamente, por un tiempo.

Precisamente, eso era lo que la preocupaba. No tenía ni una pizca de gracia y él no parecía estar bromeando. Negó firmemente, aun cuando sentía recorrerla completa un ligero escalofrío.

–¿Por qué... –suspiró Liz, resignada– me da la impresión que no quiero saber?

–Porque... no me tomas en serio.

–No, no es eso.

–¿Por qué no me crees?

–Tu expresión lo dice todo.

–Ah. ¿Quizá porque quieres saber cómo ocurrió este milagro?

¿Cómo? Si, esa era una buena idea. Aunque ella tenía en mente, no el cómo, sino el quién. ¡¿Quién?!

–Sí, tendrás que contármelo. ¿Lo harás?

–Lo haré.

–Dime, por favor, que no hay nada más... –pidió, cuando él alargó el final.

–Tú me conoces bien.

–Tanto como tú a mí.

–¿Crees que sea hora de tomarlo seriamente? –Drake se encogió de hombros–. Casarme, ¿no?

Y eso bastó para que Liz se quedara en silencio. Ahora sí, totalmente muda.

Cuando estoy contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora