Capítulo 3

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Drake trató de concentrarse en los papeles que tenía delante de sí pero no lo lograba. Cerró los ojos y volvió a enfocar, intentando leer... pero no. Había algo que lo molestaba y, hasta que no le diera solución, no podría continuar. Lo sabía, se conocía bastante bien.

Finalmente se dio por vencido y giró hasta que su mirada se encontró con la foto que estaba sobre su escritorio. Debió tomarse hace tres o cuatro años. Liz llevaba un vestido ligero y sonreía mientras él pasaba sus brazos sobre sus hombros y sonreía también. Se veía preciosa... y ahí, ya la amaba.

Suspiró. De hecho, no recordaba momento en que no la amara. Y había creído, que era algo que sentiría toda la vida, desde el inicio hasta el final. Por eso, nunca tomaba una relación demasiado en serio. No había tenido una relación, ni siquiera lo contemplaba. Porque él quería a Liz... ella sería su única novia, a quien amaba. No estaba interesado en nada a largo plazo con otra mujer que no fuera ella.

Su visión tan perpetua del amor cambió cuando Liz lo rechazó. Aún, en sus pesadillas, podía ver los ojos avellana abiertos de par en par con sorpresa y disgusto por el beso recibido. Empujándolo lejos de ella. Rechazándolo.

Sí, su perspectiva había cambiado. Había abierto sus ojos a otras mujeres, pero esta vez sí, realmente a mirarlas. Y ahí estaba, Anne, como una respuesta a sus oraciones. Era perfecta, era hermosa, era inteligente... Él podía llegar a amar a alguien así. Y lo hizo. Él no era de las personas que esperaban, de quienes perseveraban cuando eran rechazados. No, las cosas se daban o no se daban y no había una segunda oportunidad, no había medias tintas en su vida. Y con Liz, no se dieron. Nunca.

La había besado tres veces. Solo tres veces en todos esos años. La segunda vez lo había tomado desprevenido. Y con novia. Es que él no había pensado, ni siquiera había considerado la posibilidad. Sin embargo ahí estaba, su amada Liz besándolo al día siguiente que lo rechazara. Se había sentido vil y estúpido, pero no había mucho que hacer, Anne estaba a su lado. Y había decidido olvidar a Liz. No obstante eso no implicaba perder su amistad... ¡Cuánto le había costado arreglar error tras error que cometió en ese tiempo!

Seis meses había estado insistiendo constantemente para que Liz hablara con él. Miles de intentos más tarde, Liz había accedido, aunque no parecía ser la misma. Le había hecho obsequios que Liz no podía rechazar, le hablaba de tal manera que no podía evitar responder, le brindaba sonrisas que lograban que Liz olvidara todo, desde siempre. Había costado, pero finalmente había logrado que de a poco, ella lo perdonara. Después de todo, eran mejores amigos desde que él recordaba.

Se acercaba su segundo aniversario con Anne. Él había llevado a Liz de compras, aunque le había costado mucho convencerla. Ella no lucía nada feliz de ayudarlo a elegir algo para su novia. Imaginaba que aún la odiaba por lo sucedido, Liz no lo ocultaba, a pesar que ya toleraban estar en la misma habitación y salir en el mismo grupo de amigos. Agotados, habían llegado a recostarse en la hierba del jardín de su casa. Sonreían mientras los últimos rayos de sol se deslizaban por sus rostros. Él giró y... había sido un error enorme. Liz estaba sonrojada, con los ojos cerrados y sus enormes pestañas cubriendo sus mejillas con delicadeza. Un mechón de su cabello se movía con el viento y ¡era toda una visión!

Cuando abrió los ojos, se quedó sin aliento. Era perfecta, como nunca nadie más lo sería y estaba a su alcance. Se acercó a ella y...

–Drake, debes prometerme algo –pidió, mientras deslizaba su mano con suavidad por la mejilla de él–. Nunca más...

–¿Si? –preguntó él, con una ligera sonrisa–. ¿Qué debo prometerte?

–Nunca más volveremos a repetir lo que nos separó –Liz se sentó, fijando la mirada al frente–. Quiero estar a tu lado siempre, Drake. No quiero ser... no quiero que nada nos separe. Aquel beso... casi destruyó todo.

–Tú también me besaste –replicó él, sin entender por qué lo hizo.

–Era diferente Drake, tú eras... –Liz lo miró de reojo–; no sé qué éramos, qué pensé, pero estaba equivocada. Nunca podríamos manejar algo así, yo no te amo y tú...

–Y yo soy tu mejor amigo –Drake se sentó a su lado–. Lo sé, tú también eres mi mejor amiga y te quiero.

–Yo también te quiero, Drake. Siempre te he querido –Drake atrajo a Liz hacia sus brazos–. ¿Me prometes que serás mi mejor amigo para toda la vida?

–Más... –Drake sonrió cuando ella se sobresaltó–. Seré tu mejor amigo más que para toda la vida –Liz se relajó.

–Así está mejor –susurró, apoyando la cabeza en su hombro.

–Lo sé –contestó Drake, sin saber bien que decir. No lo sabía, no lo entendía, porque mientras Liz estaba en sus brazos, él no podía pensar en otra cosa que no fuera besarla.

Anne había llegado de improviso y los había encontrado ahí. Nunca le había agradado Liz y últimamente no podía disimularlo. Fue una gran escena, que francamente, lo cansó. Drake se levantó, ayudó a Liz y se despidió de Anne. Ella había gritado, le había dicho que estaba eligiendo entre las dos y... eso lo hizo todo fácil. ¿Anne o Liz? ¡No había ni que pensarlo!

Esta vez no. Tomó a Liz de la mano y entraron a su casa, mientras Anne se alejaba con furia del lugar. Había pensado que todo había terminado ahí...

Hasta hacía unos meses, cuando la vida caprichosamente había puesto a Anne frente a él, nuevamente. Solo que habían pasado varios años ya, tantos años. Estaba preciosa, no era más una muchacha tan solo bella, sino una mujer bellísima y educada. Elegante... ¡él estaba fascinado!

Y no había pensado bien, de hecho, no sabía cómo había terminado pidiéndole una cita. Habían recordado los días de su juventud, su tiempo juntos... el beso no se había hecho esperar.

Las cosas podían ser tan contradictorias, todo parecía tan similar pero a la vez era totalmente diferente. Ya no era un adolescente, era un hombre que sabía lo que quería y, bueno, Anne había llegado a su vida. Debía haber una razón.

Él no era hombre de segundas oportunidades, era cierto, pero él no lo había buscado. Todo había sido fortuito y no tenía nada que perder. Ahora se sentía perdido... y había sabido que necesitaba hablar con Liz.

Liz... Volvió a mirar la foto que tenía sobre su escritorio. Tendría que cambiarla. No por una razón en particular, es solo que estaba avanzando en su vida y pensaba hacerlo bien esta vez.

Si tan solo... pero no había esperanza alguna de que las cosas entre Liz y él cambiaran alguna vez. Por eso había decidido dejarlo atrás y seguir, tratar de aceptar que Liz no sería feliz con él, que no podría ser el hombre que ella merecía. Simplemente seguir y buscar su propia felicidad.

Anne parecía ser la solución para todo. Todo.

Tomó el retrato entre sus manos y sonrió nostálgico. Ese día había sido su tercer y último beso. Liz...

No había duda que el día de San Valentín era un día para las parejas enamoradas. Eso hacía que Drake se sintiera un tanto incómodo pues todos aparecían con alguien especial a las fiestas de la empresa, sin embargo él decidía no asistir. No porque no pudiera conseguir una acompañante... solo que, él no quería que las cosas fueran demasiado lejos con alguien. Prefería ese día mantenerse solo, era lo mejor.

No obstante, cuando decidieron que en esta ocasión sería un picnic, él no pudo hacer mucho por excusarse. Necesitaba a alguien, pero dudaba que Liz aceptara. Si en todos esos años se había negado a pasar un día de San Valentín junto a él, desde lo ocurrido en la secundaria, ¿por qué aceptaría ahora? ¡Era imposible!

Liz, sorprendentemente, había cedido. Y había sido un día increíble, digno de recordar. Mágico... casi demasiado perfecto.

Su sonrisa aún se dibujaba en sus labios cada vez que recordaba. Perfecto.

Cuando estoy contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora