Capítulo 5

3K 376 3
                                    

Drake había decidido que necesitaba ver a Liz para despejar su mente y ocuparse en otros asuntos, porque se estaba volviendo loco de dar tantas vueltas en su oficina sin encontrar una solución posible.

Cuando fue a verla en su casa, no la encontró. El primer lugar que le vino a la mente fue esa pequeña librería que Liz adoraba y se refugiaba ahí cada vez que venía un cambio de ocupación, nuevo pasatiempo o distracción.

No se había equivocado, pero se sorprendió de verla conversando con ese hombre. Bien, Liz era hermosa y podía atraer a cualquier hombre, sin embargo esa idea no le gustaba nada. ¿Por qué estaban juntos? ¿Ahí?

Y, para colmo, Liz parecía haber quedado conmocionada por él. ¿Qué había sido tan extraordinario como para dejarla en ese estado? ¡Demonios, no podía ni hablar!

Drake empezó a impacientarse, cuando Liz le acarició lentamente la mejilla y sonrió. Aún podía quitarle el aliento, como siempre. Suspiró.

–¿Qué te sucede cariño? –preguntó, con lentitud–. ¿Estás bien?

–Nunca he estado mejor –Liz soltó, misteriosa–. Tengo mucho que pensar.

–¿Por él? –señaló Drake, intentando por enésima vez que Liz le dijera quien era, pero sin preguntarle directamente.

–¿Él? –Liz se extraño y sonrió–. Ah, Marcos. No... si... bueno...

–¿Liz? –Drake intentó que se enfocara–. ¿Estás bien? –repitió.

–¿Por qué no te había visto antes? –Liz inclinó ligeramente su cabeza y Drake pensó que estaba loca. ¿No lo había visto antes? ¿A qué...?–. No importa, tendré que decírtelo alguna vez.

–¿Dé que rayos estás hablando, Liz? ¿Qué te pasa? –Drake estaba cada vez más desconcertado–. ¿Liz?

–Tenemos que hablar, Drake –dijo, tomándole la mano. Sonrió.

–¿Hablar? ¿Liz? –Drake se sentía como un idiota por estar repitiendo su nombre sin poder articular más de una frase–. ¿A dónde vamos?

–¿Vienes en tu auto? No he traído el mío.

–Sí, pero...

– Excelente, ¿por dónde está? –Liz continuó guiándolo, y Drake se dejó llevar, sin decir una palabra. ¿Qué le había pasado a Liz?

Drake condujo en silencio, esperando una explicación que Liz no parecía dispuesta a dar. En realidad, se veía tan serena y sonriente. Él le echaba varias miradas de extrañeza, su seguridad lo impresionaba.

–¿A dónde vamos? –preguntó Drake, al notar que estaba dando vueltas sin rumbo fijo por varios minutos.

–No lo sé... –Liz lo miró–. ¿Podríamos ir a tu departamento?

–¿Mi departamento? –Drake se encogió de hombros–. Claro, supongo que es una idea igual de buena que cualquier otra.

–¿Pasa algo, Drake? Estás... –Liz no terminó la frase, no obstante esbozó una sonrisa traviesa.

¿Si pasaba algo? Drake sentía el impulso de sacudirla con fuerza para que dejara esa sonrisita idiota y le contestara que es lo que le había pasado. Expulsó el aire lentamente, intentando calmarse.

–Estoy sorprendido, sin embargo tú no pareces dispuesta a hablar conmigo.

–Claro que quiero hablar contigo, Drake. Pero debe ser... con calma.

–¿Por qué? –preguntó, impaciente.

–Ahora no, Drake... –Liz le dio unas palmaditas en la mano–. Mira al camino.

–¡No he dejado de mirar!

–Seguro que no... –Liz rió, bajo–. Solo llévame contigo.

Drake no supo qué había sido. Si las palabras o el tono en que Liz las pronunció, pero lograron calmarlo, incluso ponerlo de buen humor. Era sorprendente el efecto que tenía su mejor amiga sobre él.

Liz se encontraba sentada en la sala del departamento en el que Drake vivía hacía varios años. Casi nunca lo había visitado, porque siempre se encontraban en casa de Liz. Era una especie de costumbre tácita entre ellos. Pero esta vez, Liz había pedido ir y Drake no sabía que esperar.

–Estás muy callado, Drake. Eso no es normal...

–Creo que ninguno de los dos es el mismo en este día.

–Quizá –concedió Liz–; pero, tú... –fijó su mirada cuando él se sentó a su lado– ¿por qué me buscabas?

–¿No prefieres decirme primero que era tan importante como para venir a mi departamento?

–No... –ella se cruzó de brazos–. ¿Acaso no puedo venir aquí? ¿Tu novia lo ha prohibido?

–¿A qué te refieres? –Drake la miró, sorprendido–. ¿Anne? Pero, ni siquiera... ¿cómo podría...?

–Drake... –Liz entrecerró los ojos–. ¿Anne sabe de mí?

–Bueno, sí... y no.

–¿Cómo? Drake, habla claro.

–Quiere conocerte, sabe que tengo una mejor amiga.

–¿Conocerme? Si no estoy equivocada, ya nos conocemos –soltó furiosa.

–No preguntó quién eras y yo... bueno, tú siempre fuiste mi mejor amiga. Supongo que lo sabe.

–¿Supones que lo sabe? –Liz gritó y suspiró–. ¿Cómo podría si no se lo dijiste?

–Claro que... –Drake apoyó su cabeza en el sofá y cerró los ojos–. No sé por qué no se lo dije. Tú no necesitas presentación en mi vida. Todos te conocen.

–¡Pero no las has visto hace años, Drake! ¿Cómo podría saberlo?

–No hay problema, Liz... se puede solucionar –dijo Drake.

–No veo como... –Liz se sentía ofendida.

–Tú misma se lo dirás –soltó, con una sonrisa enorme.

–¿Qué? –Liz abrió la boca, incrédula– ¿yo le diré qué?

–Que eres mi mejor amiga. En la cena.

–¿La cena? Drake... –Liz resopló– ¿qué cena?

–Nuestra cena de mañana, Liz –explicó Drake con sencillez, como si estuviera diciendo la hora. No como si le pidiera ir a una cena de la que no tenía conocimiento, sino informándole que debía.

–¿Nuestra cena? ¡Yo no he quedado de cenar contigo! Ni mucho menos con ella. ¡Olvídalo! –gritó Liz.

–Pero, cariño... –Drake le tomó una mano y ella lo miró, molesta.

–No, Drake. No iré. No importa lo que digas.

–Está bien –musitó en tono resignado, uno que Liz no creyó ni un segundo–. Realmente te necesito ahí. Eres importante para mí.

Cuando estoy contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora