La primera noche por su cuenta vino acompañada de extraños sentimientos. Incluso culpa. ¿Acaso había condenado a su familia a morir? Quizá. Pero no eran ellos los que le importaban, era su tío. Él era especial. El único que le demostraba respeto. Siempre lo hizo. ¿Pero qué otra opción tenía? Zia lo necesitaba. O tal vez era Alex quien necesitaba de ella. De una u otra manera debía encontrarla. ¿Y si no lo hacía? ¿Y si ya estaba muerta? ¿De qué hubiera servido dejar a su familia a su suerte si no daba con Zia? Las dudas se acumulaban en su cabeza, algo que nadie puede permitirse en un mundo como este, especialmente en ese momento; debía descansar cuanto pudiera si quería completar su programa para el siguiente día.
Alex conocía muy bien el lugar en el que esperaba encontrar a Zia; una zona remota desde su posición, justo al otro lado de la ciudad que tan lejos se erigía.
Intentó dormir un poco, ahí en medio de la soledad de la naturaleza, y cuando estuvo por lograrlo, uno de los muertos vivientes activó una de sus trampas. Cuando terminó con él e intentó acotarse de nuevo, otra más se activó. Esta vez no era uno solo. Eran varios. Muchos más. Salían de entre las tinieblas golpeándose contra los árboles y cayendo al suelo. Alex destrozó los cráneos de algunos, pero seguía llegando más. Aquel ya no era un lugar seguro.
Se apresuró a tomar su mochila y se echó a correr. A la luz de la luna y sin ninguna compañía más que la de sus desagradables perseguidores.
De pronto escuchó un grito, seguido de un disparo; sonidos tan repentinos que Alex no fue capaz de discernir de qué dirección provenían. Sin embargo, no se detuvo mucho tiempo, los muertos vivientes estaban a su espalda, abrigados por la oscuridad.
Corrió un poco más hasta que una nueva detonación volvió a llamar su atención. Esta vez el resplandor del disparo reveló la ubicación del tirador. Una cabaña a unos cincuenta metros.
Alex sabía que podía usar aquel suceso a su favor. El sonido atraería a sus perseguidores dándole la oportunidad de escapar en otra dirección. Pero la curiosidad pudo más. Quiso averiguar qué sucedía. Se acercó un poco y pudo mirar mejor. Dos hombres y una niña; acaban de luchar contra algunas de esas bestias carnívoras.
«Debes irte, Alex», se dijo a sí mismo en voz baja.
Acababa de deshacerse de un grupo, no había razón para conseguirse otro. Esas personas no serían diferentes a su familia; se interpondrían en su noble cruzada. Pero si continuaba su camino sin alertarlos, significaría, con toda seguridad, su muerte. Y eso no lo hubiera incomodado tanto si no hubiera divisado a esa asustadiza e indefensa niña. Si se iba sin al menos avisarles de lo que venía a sus espaldas, el recuerdo de la pequeña lo atormentaría.
―¡Maldita sea! ―dijo.
Alex corrió hasta donde ellos. «¡Tranquilos!», dijo desde lejos. En este mundo debes anunciarte si es que no quieres que te disparen. Y aunque lo hizo, se escondió detrás de un árbol por si intentaban atacarlo.
―¿Qué quieres? ―dijo uno de los hombres bastante nervioso, apuntando su arma contra Alex.
―Solo vine a avisarles que vienen muchísimas de esas criaturas hacia aquí. Los disparos los han atraído. Es mejor que se vayan.
Una vez cumplió, Alex levantó sus manos y salió detrás del árbol, moviéndose hacia un lado, como queriendo dar a entender que estaba por irse por su camino.
―Espera ―dijo el otro hombre―. ¿Por dónde vienen?
―Por allá ―dijo señalando hacia el norte―. Yo que ustedes, me iría por ahí ―y señaló una dirección opuesta a la que él se disponía a tomar.
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Z de Zia
Short Story«La gran mayoría de las historias son similares: Un héroe deja su hogar para salvar al mundo. Esta no es una de esas. Ya no hay ningún mundo que salvar, o mejor dicho, no hay muchos que puedan disfrutarlo, y los que aún están con vida quizá no lo me...