LUCHA

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Justo después de que Alex disparara contra el hombre, las balas empezaron a volar en su dirección. Fue inevitable que el colosal caos que se desató en aquel lugar llamara la atención de indeseados visitantes; los muertos vivientes empezaban a colarse por la recién creada entrada. «¡Brecha!», gritaban los centinelas apenas hacían una pausa para recargar sus armas.

Dos hombres a sus doce en punto, y tres más a sus diez y media; Alex se escondió detrás del automóvil mientras esperaba por el momento perfecto. Los proyectiles golpeaban inclementes contra el metal del vehículo, pero Alex no parecía inquietarse. Esperaba en calma el momento oportuno; el instante, por el destino prometido, en el que su siguiente blanco sucumbiría. Apenas un segundo en el que el silencio volvió al lugar, justo cuando sus enemigos cargaban sus armas, en una inintencionada sincronía.

Alex salió de su escondite y disparó su arma por segunda vez. Aquella bala, como la primera, viajó con impecable precisión hasta la cabeza de su objetivó. Antes de que los otros pudieran contraatacar, Alex ya volvía a cubrirse.

―¡Filip! ―gritó uno de ellos―. ¡Maldito! ¡Mataste a mi hermano! ¡Acabaré contigo!

―No lo harás ―contestó Alex―, seguirás a tu hermano en un momento.

El hombre, embrutecido por la furia, detonó su arma una y otra vez, sin alcanzar a Alex, hasta que se quedó si balas. Alex se asomó nuevamente, lanzando un pequeño cuchillo que impactó directo en su corazón.

―La munición se ha vuelto muy valiosa ―dijo Alex―, nadie debería derrocharla de esa manera.

Los tres hombres restantes hicieron caso omiso a la recomendación de Alex. Fue tan intensa la arremetida que ni siquiera detrás del vehículo Alex estuvo a salvo. Uno de los proyectiles lo golpeó a un costado de su abdomen. Una herida terrible que seguramente le pesaría.

Tan agudo fue el dolor que incluso perdió la concentración. Las enfermas criaturas que se habían estado amontonado hacia el interior del amurallado suburbio, estaban casi encima de él sin que siquiera se percatara.

Mientras se ocupaba en esquivar las balas, uno de los monstruos se abalanzó sobre su espalda. Casi a punto de ser mordido se volteó agarrando a la criatura con ambas manos. En el forcejeo por su vida, su arma cayó al suelo; con toda su fuerza empujó al muerto viviente pero detrás de éste otro empujaba intentando unirse al festín.

Alex se fue al piso sosteniendo a ambas bestias sobre su cuerpo. El indiscriminado ataque de los embravecidos hombres, seguía llevando balas hasta su posición. Si una de ellas no lo hería de muerte, de seguro alguna de aquellas espantosas criaturas lo haría.

Ni Zia ni Alisa..., ¿fracasaría al fin? Qué iluso fue. Se creyó invencible, que nada podía detenerlo. ¿Era aquello una muestra de la realidad?, ¿una lección enviada para que comprendiera lo irracional de su fantasía?, no, no fue así, una de las balas, disparada con la intención de acabar con él, terminó salvándolo. Golpeó contra la cabeza de la bestia que intentaba comerlo, acabando con ella en el acto.

Fortalecida su intrepidez, con sus brazos y sus piernas movió a ambos monstruos, el que había sido alcanzado por la bala y el que estaba detrás de éste. Ahora que se había librado, no tenía tiempo que perder, una horda de muertos vivientes seguía entrado al lugar.

Tomó su arma del suelo, se levantó de golpe y disparó tres veces, una bala para cada hombre que lo atacaba. Solo acertó a dos de ellos. El otro, al observar la creciente invasión a lo que había pensado era un impenetrable fuerte, se echó a correr en dirección a un pequeño edificio de apartamentos. Después de que eliminaran a la mayoría de la comunidad, Gav y sus seguidores se habían mudado al lugar. El mismo lugar en el que mantenían a las mujeres de las que abusaban.

Z de ZiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora