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Mi cabeza daba vueltas ¿Quién soy? ¿Quién he sido toda mi vida?
- ¿Por qué? - pregunté mirando al suelo. - ¿Por qué hicieron esto?
Mamá me miró desconsolada. Extendía su mano queriendo tocarme pero yo no se lo permitía.
- Lo hicimos por dolor, hija. - dijo papá cerrando los ojos. - Pero eso nos cegó. La pérdida de tu hermana nos hizo olvidarnos de lo que nos quedaba. No quisimos perdería, así que le dimos vida a tu hermana en ti. Madeline, hija, perdónanos.
Las lágrimas caían de sus ojos. Hace años que veía a papá llorar, desde que Madeline murió. No. Desde que Adeline murió.
Mis piernas temblaban y mis ojos querían cerrarse, mi mano dejo de sostenerme y caí al suelo. Mis padres de acercaron y papá me sostuvo en sus brazos. Gritaba "Madeline" una y otra vez. Mamá me daba golpecitos en la mejilla y lloraba por montones. Mis fuerzas me abandonaron y mis ojos se cerraron. Dormí.

El sonido de un pitido hizo que me despertara. Abrí mis ojos lentamente para acostumbrarme al intenso brillo de la luz. Cuando los abrí completamente miré a mi alrededor. Estaba recostada en una cama con sábanas blancas, las paredes eran blanco hueso y en la ventana no había cortinas. Había una televisión apagada en la esquina de la habitación y junto a mi había un aparato que tomaba mi pulso cardíaco.
Acerqué mis manos al rostro y las observé. Estaban pálidas y la intavenosa estaba pegada a mi mano derecha con cinta medica, respiré hondo.
- ¿Madeline? - mamá estaba sentada en un sofá frente a la cama. Parecía cansada y sus ojos estaban rojos.
- ¿Qué pasó? - dije sentándome lentamente en la cama. Mamá se acercó a ayudarme y me puso la mano en la espalda.
- Te desmayaste. El doctor dice que tuviste un ataque de pánico. - explicó mamá. - estuviste inconsciente unas horas.
- Entiendo. - la miré y ella sonrió, verla me hizo sentirme algo traicionada, ya no quería verla. - ¿Me dejarías sola?
Mamá se puso sería, también dolida, como si mis palabras fueran un cuchillo afilado que le hizo una cortada. Pero eso no era nada, yo me sentía apuñalada por la espalda.
- Ve con papá, donde quiera que esté, y dile que tampoco venga. Quiero estar sola. Vayanse a casa.
Ella solo me miraba confundida, quiso tomar mi mano pero no la dejé, me alejé.
- Made-
- Vete. - la interrumpí.
No la miré. Ella solo se levantó y salió de la habitación sin hacer ruido.
Cubrí mi cara con las manos y empecé a llorar. No soportaba hablarle así a mi mamá pero me sentía tan furiosa que sentía que no podía actuar de otra manera.
Lloré por lo que parecieron horas, hasta que las lágrimas ya no eran capases de salir.

La puerta de mi habitación sonó y una enfermera entró con una bandeja con comida. Había sopa de verduras, una pequeña pechuga de pollo con tomate, una gelatina de piña y agua de pepino.
Dejó la bandeja en frente a mi y me dió cubiertos.
- Regresaré en unas horas a revisarte. - dijo la enfermera y salió por la puerta.
Observé mi comida fascinada. Creí que en los hospitales daban comida asquerosa y nada fácil de comer, pero esto se veía delicioso.
Empezé con la sopa y después con la pechuga, le daba sorbos a mi agua y saboreaba la comida. Dejé para el final la gelatina, el sabor a piña era mi favorito, sentía la textura y me encantaba. La puerta volvió a sonar y grité "pasé" con gran alegría.
Álex asomó la cabeza por la puerta y yo quedé petrificada. Sus ojos se llenaron de alivio y entró a la habitación cerrando la puerta a sus espaldas. Corrió hacia mí y me abrazó.
- Oh Adeline, me alegra que estés bien. No podía encontrarte, te registraron con otro nombre y tuve que venir a buscarte.
Adeline. Ese ya no era mi nombre.
Aparte a Álex de mi y él me miró.
- Adeline ¿Estas bien?
- No me llames así. - susurre, miré mis manos y las apreté haciendo puños.
- ¿Qué? - dijo Álex acercándose para escucharme mejor.
- No me llames Adeline. - dije. Álex me miró confundido y preocupado. - Lárgate. - solté sin mirarlo. - Lárgate, no te quiero ver. No quiero que me veas.
Álex se alejó un poco y proceso lo que yo decía.
- ¿Por qué dices eso? - sonaba lastimado y triste.
- Yo no soy la persona a quién amas. Yo no soy la Adeline que conoces. - dije con seriedad.
- ¿De qué hablas? ¿Adeline?
Lo miré a los ojos, el color avellana estaba más oscuro y mostraba confusión. Dolor.
Intenté no mostrar mis sentimientos. Quería gritar y llorar, todo era una mentira. Yo soy una mentira. Miré a Álex con toda la seriedad e inexpresion que pude juntar.
- Adeline está muerta.
Mi corazón se rompió cuando escuché mis propias palabras.
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Entre la amistad y el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora