Dos años después
Debido a su trabajo mamá volvió a ser asignada en la ciudad, regresó, y con ella finalmente lo haría Maia.
Mi recuerdo más dulce, el más erótico y al mismo tiempo el más doloroso.
Su partida había sido un golpe que no me había esperado, había asumido que estaba tan unida a mí como yo a ella y que eso nunca se le pasaría por la cabeza. Traté de contactarla, pero le pidió a mamá tener un nuevo número, con la expresa orden de no dármelo. Me planteé ir a buscarla, pero mi madre siempre tan colaboradora me dejó en claro que Maia no quería verme y me advirtió que no me hospedaría por consideración a ella.
Así Maia se aseguró de abandonarme... y yo la dejé ir.
Pude ir a buscarla, intentar convencerla, pero no lo hice. Porque... ¿Qué iba a hacer si regresaba? ¿Si se quedaba? Cuando habían tantas cosas por decir, tanto por callar. Desde el principio entre nosotros había dibujada una sutil línea, una línea que al principio había sido impensable mirar siquiera con curiosidad. Una línea que estaba allí a pesar de que a menudo solíamos ignorarla. Una línea que empezó a desdibujarse poco a poco con el vaivén de nuestros cuerpos en la cama, con el titubear de nuestros impulsos, de lo que ocultábamos en nuestras omisiones. Una línea que odiaba porque no podía decidir si quería borrar de un solo golpe o demarcar con tinta indeleble.
Primero regresó mamá y para el día en que Maia volvía ya había decidido que necesitaba estar allí, por lo que incluso pedí el día libre en mi trabajo. Le dije a mi padre que tenía asuntos familiares que resolver, que Maia también era mi hermana y quería recuperar el tiempo perdido. Hipócritamente le recordé que en el pasado habíamos estados muy unidos, pero no le mencioné lo extraña que se había vuelto nuestra relación.
La verdadera razón por la que quería estar ahí con ella era como la comprensión de una obra de arte abstracto en mi cabeza, complemente desordenada, incomprensible y subjetiva dependiendo de mi estado de ánimo, pero eso no me detuvo.
Llegue a la casa y me instalé en mi habitación como si nada, mamá me dejó hacerlo en silencio. Sin hablar o examinar sobre lo que había ocurrido entre Maia y yo, sin preguntarme por qué un día había decidido huir de mí. Por mí estaba bien, no estaba allí por ella. De todas formas nunca nos habíamos entendido, la respetaba porque era mi madre pero, no habíamos forjado ninguna relación en la que pudiera derramar mi corazón y mis preocupaciones.
Recordé que irónicamente era debido a eso el por qué me había sentido responsable por Maia, porque sabía que mamá no tenía la capacidad emocional para criar a una niña o tratar con el escudo que levantaba ante todos.
Ahora me sentía como un farsante.
Cuando terminé de reinstalarme decidí salir, calmar mi ansiedad. Caminaría por ahí y estaría de vuelta, para verla con una sonrisa en la cara y los brazos abiertos, como si nada hubiera pasado y nos hubiésemos separado en circunstancias normales, como si nunca hubiesemos perdido el contacto.
- Maia se fue directo del aeropuerto a inscribirse en la universidad, sus clases empiezan en un mes. Quiere asegurarse de gestionar un dormitorio para quedarse allí, antes de que empiecen si es posible – Me informó mamá cuando notó que iba de salida.
Me detuve en seco ¿Maia tenía ella que llegar tan lejos? ¿Y tenía que hacerlo yo... forzándola a verme de nuevo desde la primera noche? Ambos estábamos siendo implacables con el otro.
- Me parece genial – Le respondí infantilmente, partiendo sin decir nada más.
Cuando regresé ya era tarde, encontré a mamá arrebujada con una cobija en el sofá, estaba viendo una película de esas gore, con mucha sangre y gritos incluidos.
Sí que estaba loca, tenía unos gustos que dejaban mucho que desear.
Decidí pasarla de largo cuando detuvo la película para hablarme, eso era toda una novedad.
- Parece que a ella no le quedó más remedio que regresar sin conseguir lo que quería, se fue rezongando a su habitación – Me informó disparando los latidos de mi corazón - Vaya, apuesto a que será un reencuentro emotivo. Me uniría, pero ni siquiera me dio oportunidad de decirle que tú también estabas convenientemente aquí a pesar de que has estado viviendo con tu padre todo este tiempo. En mi cabeza ya se perdió el momento, así que se lo dejo a ustedes – Dijo aparentemente desinteresada, reiniciando la reproducción de la película.
Fui hasta mi cuarto y lavé mi rostro ¿Qué si sí le había dicho a Maia sobre mí y había bloqueado su puerta? En ese momento entendí que mi única posibilidad de llegar a ella era el factor sorpresa.
¿Debía actuar como un hermano mayor a pesar de que ya me había mostrado como un hombre? O ¿Actuar como un hombre cuando no habíamos sido más que hermanos?
Entré a su habitación sin tocar, ella no se movió. Me aclaré la garganta para hacer notar mi presencia, no tenía intención de atacarla, como quién dice, de espaldas. Maia levantó la cabeza y sus ojos se ampliaron sus ojos al verme, estaba claro que no me esperaba. No esa noche al menos, pero tenía que saber que tarde o temprano iba a encontrarse conmigo.
La observé atontado ¿Era inocente fraternidad lo que ardía en mi pecho? Tenía que serlo, más me valía que lo fuera.
Pero ¿Siempre había sido tan atractiva? ¿Tan sensual? ¿La curva de su boca siempre había sido así de pronunciada? ¿Los huesos de su mandíbula siempre habían resaltado tan distinguidamente? ¿Su nariz era así de encantadora? ¿Acaso sus enormes ojos se habían arqueado así de perezosamente?
- ¿Por qué estás aquí? – Susurró sentándose recta.
- ¿No puedo? A pesar de que fuiste tú la que se fue así, sin avisar, sin una despedida – La reté, a pesar de sentirme seriamente afectado por ella.
Maia se removió incómoda, mordiendo su labio inferior, desordenando mis ideas.
Infiernos, iba a hacerme perder el control ¿Así de fácil?
- Vete, ya no quiero que duermas aquí – Murmuró evitando mirarme.
- No voy a tener consideración por lo que tú quieres ¿Por qué lo haría? Tu no la tuviste por mí – Ataqué injustamente.
Miró nerviosamente la puerta – Mamá está aquí – Me advirtió claramente a la defensiva.
Así que ahora lo aceptaba, antes no estábamos haciendo bien.
- Vamos Maia, eso nunca ha importado – Le contesté confiado mientras rodeaba la cama.
- Tu no... no tienes ningún, ningún derecho – Tartamudeó, tensándose cuando gateé en la cama.
Estaba mirándome con ojos de cervatillo nervioso.
- Ha sido un tiempo Maia – Le dije tomándola entre mis brazos, tendiéndola conmigo en la cama sin pedirle permiso y al contrario de lo que esperé no se resistió, se dejó llevar como lo había hecho en el pasado.
Así con el pecho henchido de emoción la apreté contra mí, respirando con la ligereza que había perdido cuando ella se fue, cuando me privó de su compañía.
Inhalé y exhalé llenándome de ella.
- No – Musitó con voz amortiguada, como si fuera capaz de leer y traducir mis perturbadores e ilógicos pensamientos.
- Déjame ser libre de los fármacos aunque sea solo por esta noche, necesito dormir tranquilamente, sólo déjalo estar una vez más – Pedí.
- Maldito egoísta – Soltó contra mi pecho.
- Lo sé Maia, lo sé y justo ahora no me importa – Respondí sinceramente.
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La verdad que omití
RomanceSé que nuestra relación no es normal. La quiero demasiado, me quiere demasiado. Pero... ¿Lo que hacemos es sórdido? No, no lo creo. Aun así siempre me he cuidado de no hablar de más. Cuándo ella se fue se sintió como una tortura. Ahora que regresó l...