Hasta que se rompe el dique

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- Mírate, esa expresión tan transparente, parece que estamos en páginas diferentes otra vez - Continuó - No creo que seas un cobarde, pero aún no estás listo para salir del agradable y cómodo closet de la negación, a pesar de que yo jamás he estado contigo en él. Y está bien Patrick. Estamos juntos después de todo, creo que al final siempre vamos a regresar al otro. Si tú estás conforme con eso, entonces yo también. No hay que darle más vueltas al asunto, no tienes que seguir removiendo la tierra - Razonó sosegada.

Guardé silencio y ella rodó los ojos sabiendo que yo estaba buscando que decir.

- Sólo vamos a dormir - Zanjó el asunto subiendo las escaleras.

- No - Casi grité haciéndola detenerse - No estoy, antes no era así. Es decir... - Balbuceé.

- No te esfuerces Patrick - Trató de calmarme llegando hasta a mí, abrazándome - Está bien, ya te lo dije, no han sido uno o dos años - Susurró haciéndome estremecer.

- Estas confundida - Arrojé, sabiendo inmediatamente que la había cagado monumentalmente, eso no era lo que en realidad pensaba. Efectivamente la sentí tensarse.

-No, Tú estás confundido - Dijo en su lugar - Pero yo no, nunca lo he estado. Nunca me he sentido rara ante la idea de que me toques, nunca te he visto como un hermano Patrick. Lo lamento, pero para mí no es así y no puedes imponerme tu forma de pensar - Explicó - No es que no quiera permitírtelo, si pudiera lo haría pero, es que es como es aunque lo ignores. Te guste o no, me guste o no - Terminó acariciando mi mejilla con su mano.

- ¿No te sientes mal diciéndome todo esto? - Examiné, sintiendo la vergüenza mezclada con necesidad ante la seguridad en sus palabras.

- No, pero si me sabe mal que quieras que yo me sienta mal con todo eso - Confesó con un suspiro.

- Espera - Solté cuando empezó a alejarse, tomándola del brazo.

Me miró un tanto aburrida, ni un tanto nerviosa cuando yo estaba temblando de pies a cabeza intentando negarlo.

- Esto no va a llevarnos a ningún lado - Meditó poniendo su mano sobre la mía que la detenía - Ven a la cama, prometo portarme bien, como siempre - Me aseguró soltándose.

Cuando subí ella ya estaba acostada, me tendí a su lado sin tocarla.

- No voy a morderte Patrick - Llamó mi atención.

- No tienes ni idea - Gruñí refiriéndome a mi mismo, estaba al borde. Mi espíritu ya había cruzado la línea, revolcándose en el pecado, y se burlaba de mi cuerpo que permanecía del otro lado.

- No, tú no tienes ni idea de Mi nivel de autocontrol, te sorprenderías hermanito - Medio bromeó.

- No me digas así - Pedí irritado.

Ella resopló.

- Pero si eres tú el que insiste en ello - Se quejó picándome en el abdomen con su dedo, como si la conversación que tuvimos abajo no hubiese sucedido.

- No hagas eso - Le regañé con la voz forzada.

Sin embargo volvió a hacerlo.

- No - Repetí con los músculos tiesos.

Y una vez más.

Tomé su dedo, bajé sosteniendo su mano y la empujé hacia mí, nuestras bocas a centímetros.

- Esto es tú culpa - Renegué de forma temprana - ¿Está claro? - Presioné con la respiración agitada ante el pensamiento de lo que estaba a punto de pasar.

Maia asintió rápidamente, pasó la rosada lengua por sus labios y me miró deseosa. Esa expresión se veía tan bien en ella, la hacía tan atrayente y vulnerable a la vez, tan follable.

Moví la cabeza hacia adelante y por primera vez nuestros labios hicieron contacto. Me gustaría decir que el momento fue perfecto y que puedo describir como se sentía cada pliegue de sus labios contra los míos, pero ese no fue el caso. Mis labios y mi lengua arremetieron, estaba desesperado y literalmente tan hambriento de Maia que me parecía absurdo no haberme rendido con anterioridad, nada más que lo que yo estaba sintiendo importaba.

La rapidez con la que su boca se abrió para mí me dijo lo cercanos que estaban los sentimientos de Maia a los míos. La forma en la que sin la menor duda metió las manos por mis pantalones buscando sentir mi erección. El lloriqueo que dio frustrada por no lograr sacarlo de mi ropa interior me hizo doler todo el cuerpo de nuevo, solo ella tenía ese efecto en mí. 

Era un retrasado por no haberlo notado antes.

Con una fuerza poco propia en ella me sometió montándose sobre mi. Besándome rudo, al mismo tiempo que movía sus caderas, estimulándome hasta más no poder.

- Maia - Gemí advirtiéndole lo cerca que estaba poniéndome.

- Está bien, quiero volverte un desastre, quiero hacerte lo que haces conmigo - Musitó acelerada.

Tomó mis manos a sus costados y los llevó a sus pechos apretándolas en su contra, mordiendo su labio con perversidad. Aparté mi mano derecha en su seno y agarré su cuello, forzando a bajar esa boca que desde la distancia estaba volviéndome loco. La besé, mordiendo más que lamiendo, disfrutando sin ningún pensamiento, moviendo las caderas con ella. Alcanzado un orgasmo que amenazaba con dejarme vacío, era incluso más fuerte que el de esa noche fuera de su cuarto, era la mierda más buena del mundo. Ella no se detuvo, siguió moviéndose un poco más, hasta que la sentí estremecerse mientras jadeaba sutilmente. Aún sobre mi, con su frente sudorosa descansando al lado de mi mejilla me abrazó entrelazando sus brazos entre los míos.

- Ojala no te arrepintieras de esto - Susurró bajito.

- Vamos a dormir - Le dije ignorando el comentario, estrechándola firmemente, por lo menos durante se mantuviera en mis brazos.

La verdad que omitíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora