Dejando de posponer lo inaplazable

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Fui al trabajo, estuve de mal humor, le gruñí a todos por igual y me convertí en la comidilla del día. Al salir la llamé, no podía controlarme más. Necesitaba saber si se iba a dignar a pasar la noche en casa, si no era así yo tampoco quería estar ahí, como novia de pueblo o la tipa de la canción del muelle de SanBlas.

- Patrick – Contestó como si nada.

"Respira, respira, respira", me repetí mentalmente.

- ¿Dónde estás? – Pregunté.

- En casa – Respondió.

- ¿Estarás ahí cuando llegue? – Me obligué a preguntar aunque me dolía en el orgullo.

- ¿Dónde más estaría? – Cuestionó, como si no hubiese pasado la noche afuera.

- No lo sé Maia, eso me gustaría saber – Exterioricé.

- Oh ¿lo dices por lo de anoche? – Exclamó sonando comprensiva, definitivamente estaba poniéndome de los nervios.

- ¿Estás burlándote de mí? – Expuse finalmente, la duda que me estaba comiendo el coco.

- Para nada, supuse que necesitarías tiempo de nuevo, no quería tener que hacerte escapar de la cama de nuevo el día después, ya sabes como un gato ladrón – Razonó su estoicismo merecía un Oscar, un record Guinnes.

- Supongo que me lo merezco – Concluí, sintiendo que me tiraba un vaso de agua fría.

- No estoy tratando de castigarte Patrick, sino de hacerte las cosas más fáciles ¿Acaso no lo ves? – Señaló como si no fuera más que obvio.

- No, no lo haces Maia – Negué, era imposible. Yo estaba hiriéndola y ella quería desquitarse, darme a probar algo de mi propia medicina, eso era lo lógico.

- Nunca he querido hacerte daño y cuando quise hacerlo preferí marcharme – Acotó.

- ¿Y qué crees que me hizo eso? – Exigí, desesperado por poder entenderla y con ella a mí mismo - ¿De verdad no sabías el daño que ibas a causar? ¿Estas mintiéndome solo a mí o tampoco eres sincera contigo misma? – Escupí.

Ella guardó silencio y a pesar de que sabía que había dado en el punto no pude darme crédito por haber anotado un tanto.

- Voy a colgar – Avisó escapando.

No era el único, no lo era.

Al llegar a casa la encontré imbuida en una película que estaba viendo con mamá. Me quedé unos minutos observándolas desde el arco del recibidor. Ninguna de las dos volteó a reconocer mi presencia a pesar de que no había ocultado el hecho de estar ahí.

Fui a la cocina y me tomé un vaso de agua, luego decidí preparar algo de café, estaba de humor para café. Contuve mi mente concentrado en la labor, cuando terminé me encontré a Maia sentada frente a mí, sus codos sobre el mesón.

- ¿Café? – Pregunté.

Maia asintió.

- No sé por dónde empezar – Le confesé luego de pasarle su tasa.

Ella me miró fijamente, como alguien que no tiene nada que ocultar, sin embargo ese brillo habitual en sus grandes irises se veía un tanto diferente ¿Cómo decirlo? ¿Agitado?

- ¿Quieres empezar tú? – Propuse esperanzado.

Maia negó con la cabeza escondiendo la cabeza tras su café.

- Empezaré diciendo que no entiendo lo que nos está sucediendo – Expresé.

- No, lo entiendes Patrick, es que no quieres tener que tomar una decisión – Interrumpió con voz plana. Desde que regresó, cuando ella entraba en ese modo robótico algo se revolvía en mis entrañas. 

En el pasado me había irritado, sí, pero al final me había acostumbrado y lo había asumido como una parte de ella. No fue hasta hace poco que entendí que ese no era el caso, definitivamente era un escudo que nos mantenía a todos afuera.

- Puede que sea así. No, seguramente es así – Asumí, reconociendo el cargo por cobardía - Pero ¿Qué hay de ti? – Empujé.

- ¿Qué hay conmigo? – Preguntó mirándome, pero no exactamente, era como si pudiera ver a través de mi cuerpo y no me refiero a mi interior, sino a la pared trasera.

- ¿Tomaste una decisión? – Quise saber, aunque a medias podía suponer la respuesta.

Ella asintió y la vi tragar grueso a pesar de que su rostro seguía sin delatar nada.

- ¿Entonces qué es? – Seguí interrogando.

- Esperar – Contestó y vi en su cuerpo la insinuación de un suspiro, sin embargo volvió a restringirse a sí misma y se lo tragó antes de dejarlo salir.

- ¿Esperar qué? – Insté. Quería descomponerla, despeinar esa perfecta coleta en la que tenía apretado su cabello castaño. Era algo desconocido brotando de mi, no quería hacerle daño, pero al mismo tiempo quería hacerlo.

- Que decidas si quieres que sea tu hermana o algo más, aunque supongo que podríamos seguir para siempre en esta especie de limbo en el que no somos ninguna de las dos – Explicó con encogimiento de hombros, como si cualquiera de las tres opciones le dieran igual.

- ¿Que si eso sucediera? Si la respuesta fuera el limbo – Incité, enfocado en generar una reacción en ella.

- Entonces se mantendría y mientras viviríamos paralelamente – Consideró, pasando las palmas con parsimonia por la tasa.

- ¿Que involucraría vivir paralelamente? – Indagué, comenzando a tener una idea bastante clara de lo que eso implicaba.

- Podría significar muchas cosas – Asomó bajando sus manos a los costados.

- Entonces, déjame plantearte algo y me dices que tan equivocado estoy – Interrumpí – ¿Ese escenario contemplaría una pareja para cada quien mientras seguimos enredándonos? – Demandé.

- Ese podría ser uno de los escenarios – Aceptó pestañeando, desviando la mirada durante un segundo –como recargando- y volviendo a enfrentarme.

- ¿Con esa clase de pensamiento te quedaste afuera anoche? – Acusé impulsivamente.

- No tienes ni idea de lo que sucedió anoche, de si pasó algo o no ¿Y eso te vuelve loco no? – Soltó levantándose de la silla - Al contrario de mí hace cuatro y tres años, yo estaba segura de lo que habías hecho, eso si es tortura, no tiene punto de comparación. Esto no es nada – Dejó salir luciendo exaltada, frunciendo el ceño ligeramente como si eso no hubiera sido parte del plan.

- Ahí Maia, ahí lo tienes... Eso es lo que de verdad tiene sentido – Exclamé – Tú queriendo lastimarme porque eso es lo que te hice, no queriendo hacerme las cosas fáciles. Esa es la mentira que me dices a mí e incluso a ti misma, pero no es sincero – Enfrenté.

La verdad que omitíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora