Podía ver sus pequeñas respiraciones aceleradas por la rabia, podía ver los músculos de su cuello y clavícula resaltando y el apretón obstinado que acentuaba su mandíbula. Me hizo sentir mareado verla así, inexplicablemente eufórico.
Permaneció así durante un momento más y de pronto, como si nada, su cuerpo se relajó. No, sus músculos colapsaron sobre unos huesos que la sostenían por puro capricho de la actuación que se empeñaba en mantener.
- No sabes lo que estás diciendo – Chasqueó dándome la espalda.
Podía estar mostrando estar en control, pero estaba tratando de escapar porque no podía mantenerlo por mucho tiempo más. La euforia, que empezaba a apagarse, se vio retada por su retirada.
Salí de la cocina tras ella, mamá seguía arrebujada en su propio mundo frente al televisor, era como si estuviese fuera de servicio y le importara una mierda lo que sucedía alrededor. Le importaba un comino que la relación de hermanos entre Maia y yo estuviese dando sus últimas patadas de ahogado. Más allá incluso, que estuviese agonizando allí y ahora, para mutar en quien sabe qué.
La intercepté a mitad de las escaleras haciéndola detenerse, en medio de un semi abrazo. Ella se quedó inmóvil y en ese momento no sabía cuál era el depredador y cuál la presa, los dos estábamos inhalando y exhalando como si eso fuera lo único que podíamos atrevernos a hacer. La calma que precede la tormenta. Mi torrente sanguíneo estaba inundado con una dosis infinita de estimulantes naturales, haciendo mella en mis peros.
Bajé mi cabeza apartando el cabello que caía de su coleta en el centro de su nuca y la acaricié con mi nariz, quería olerle, besarle, lamerle, morderle. Pero no podía decidirme a qué hacer primero.
La tomé por la cadera arrinconándola de frente contra el respaldo de la escalera, pero ella se volteó y con una mirada salvaje me besó, introduciéndome su lengua, sin el menor titubeo. Me sentía como un animal guiado solo por sus instintos. La levanté a la altura de mis caderas, Maia enrolló sus piernas a mi alrededor y giré con ella, buscando apoyarla en la pared para tener mayor control.
Estaba muy excitado, quería estar dentro de ella ahí mismo, quizás se debiera al morbo. Desde allí se escuchaba claramente el audio de la película. Estábamos posiblemente a dos o tres escalones de que mamá pudiera vernos desde donde estaba sentada en la sala.
La tomé por el cabello y bajé su rostro al mío.
- ¿Qué es lo que quieres? – Cuestioné, queriendo escucharla volcar su verdadero interior.
Apretó la tela sobre mi pecho en un puño.
- A ti – Musitó metiendo sus manos bajo mi camisa que se había subido sobre sus piernas cuando la levanté. La siguió arrimando hasta arriba y me hizo quitármela.
Inmediatamente llevó su rostro a la parte superior de mi pecho, besando y lamiendo. Chupó mi cuello y mordisqueó mi oreja mientras yo trataba de quitarle su camisa, me ayudó levantando los brazos. La tela de su sostén me daba cosquillas mientras ella volvía a probarme a su gusto, al tiempo que mecía sus caderas sobre el bulto de mis pantalones.
Maia tenía eso siempre a su favor, tenía control sobre mis erecciones. Ella podía convocarlas en todo momento y adueñarse de ellas. No había duda cuando estaba duro por ella, era diferente.
Aparté el sostén hacia arriba y finalmente toqué sus pechos al desnudo, la piel suave y caliente se sentía como la piel del duraznillo en mis palmas, sus pezones me hicieron sentir sediento. Así que llevé mi boca a ellos. Primero pasé la lengua saboreándolos, luego los tomé entre mis labios. Sentí las uñas de Maia clavarse en mis hombros cuando succioné.
- ¿Esto es lo que quieres? – Volví a preguntar susurrando mi aliento en la piel húmeda.
Su respuesta fue dada a mi propia boca con labios y dientes. La solté dejando deslizar sus piernas que había mantenido en mis costados. En ese momento de mínimo contacto ella me miró con una inseguridad, que de nuevo se me hizo tan vulnerable como encantadora. Pero al ver que ninguno de los dos daba marcha atrás me tomó de la mano guiándome hacia mi habitación.
- Mamá no suele entrar aquí – Me recordó cerrando la puerta tras nosotros, haciéndome sentar en la cama. Se terminó de sacar el sostén y se detuvo frente a mí. Acarició mi rostro bajando con suavidad la palma de su mano hasta mi cuello, sus dedos sintiéndose como plumas.
Ahí no había solo pasión, me alcanzó la forma en la que Maia estaba tocándome, con propósito y abandono al mismo tiempo. La misma forma en la que todo mi cuerpo ansiaba corresponderle.
- Y yo... No quiero ser interrumpida de nuevo – Dijo, como pidiéndome que eligiera de una buena vez entre ella y el temor de ir más allá.
- Y yo... supongo que he perdido la cabeza, porque no hay nada más en lo que pueda pensar que en estar contigo. No quiero estar en otro lugar ahora mismo – Le aseguré sellando el pecado.
Maia suspiró y cerró los ojos aliviada, la observé bajando sus escudos y se me hizo tan hermosa. Me pregunté si desde ahora sería así. Si esa sería la chica que se permitiría ser, por lo menos conmigo que no concebía volver a tener a la chica robótica mirándome inexpresiva.
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La verdad que omití
RomanceSé que nuestra relación no es normal. La quiero demasiado, me quiere demasiado. Pero... ¿Lo que hacemos es sórdido? No, no lo creo. Aun así siempre me he cuidado de no hablar de más. Cuándo ella se fue se sintió como una tortura. Ahora que regresó l...