Durante esos dos años viví con papá. No me dejó quedarme solo, a pesar de que ya estaba en mis 20's, de que no era un niño. No después de ir a visitarme un día y haberme encontrado borracho, completamente desvanecido en el piso del baño. Dijo que no confiaba en mí pero, aun cuando ese recelo se desvaneció me quedé por su tranquilidad y por temor a la soledad, estar sin ella en casa no tenía sentido.
Seguía sin poder dormir con normalidad. Terminé viendo a una psicóloga a la que él me obligó a ir, por el bien de la tranquilidad de mis hermanos, había dicho. Solía ponerme terriblemente gruñón y con muy mal aspecto después de tres días sin dormir y los gemelos solían huir de mi sollozando. Luego de que fuera descartado que mi insomnio tuviera alguna causa física y de que me negara a "abrirle mi corazón" a la psicóloga, había sido medicado para dormir.
No es que estuviese loco ni nada, o así lo consideraba yo. Simplemente no podía pegar un ojo sin ella. Las neuronas que daban la orden a la etapa del descanso parecían haber dejado de hacer sinapsis, el medicamento actuaba como placebo y las hacía cumplir con su trabajo, era inútil tratar de conciliar el sueño sin su ayuda.
No era culpa de Maia, yo mismo me había hecho eso, como un autocastigo por no ir en su búsqueda.
- Te odio - Dijo después Maia. No importaba lo que estaba diciendo, lo único importante es que estaba allí conmigo y me hablaba.
- Puedes hacerlo - Acepté y poco después el mundo se desvaneció, sustituido por un sueño apacible y relajante.
Cuando me desperté fue con el olor de Maia llenando mis pulmones. Nuestras piernas estaban enredadas como solía ser siempre, mi mano izquierda estaba en su abdomen, debajo de su camisa. Gracias a Dios ella aún estaba dormida porque mi erección no había perdido el tiempo y estaba saludando a la más favorita de sus musas.
Porque a pesar de que lo intentaba con todas mis fuerzas, Maia siempre había estado presente en mis horas de necesidad. Cuando el deseo me podía, tenía que luchar para sacar su imagen de mi mente.
Entonces ¿Hombre? ¿Hermano? El reloj no dejaba de correr, resonaba odiosamente en mi cabeza.
- Necesito ir al baño ¿Crees que puedes sacar tu mano? - Gruñó Maia cuando me estaba adormilando de nuevo.
- Depende - Dije manteniendo mi posición.
- ¿De qué? - Preguntó.
- ¿Hoy si vas a mirarme a la cara? - Quise saber.
- Lo haré si me explicas a que te referías con eso de los fármacos - Exigió a su vez.
- Pensé que te lo había dicho, pero supongo que no - Consideré en voz alta - No puedo dormir sin ti Maia, han sido años teniendo que tomar pastillas para inducirme el sueño - Le expliqué, no para hacerla sentir mal, sólo era un hecho.
Maia resopló.
- De verdad que no te entiendo, no puedo entenderte - Se quejó con seriedad.
- ¿Y eso es importante? - Le pregunté.
- Lo es - Lamentó negando con la cabeza.
- ¿Vas a girar tu misma o voy a tener que hacerlo por ti? - Consulté deslizando mi mano lentamente mientras la sacaba debajo de su camisa.
La sentí respirar profundamente, como resignada. Esa era la mayor muestra de emociones que me había mostrado en mucho tiempo.
Giró sobre su cuerpo, no había mucho espacio que poner entre nosotros. Su frente a la altura de mi boca, su boca a la altura de mi cuello. Sus brazos cruzados bajo sus pechos, pegados a su cuerpo para evitar tocarme.
- Maia - Llamé ansioso, necesitaba que me mirara o me tocara. Necesitaba ambas cosas, pero no me sentía con el derecho de pedirlo, me conformaría solo con una.
- Dame un momento Patrick, no me presiones - Se quejó lamiendo sus labios.
Su perfecta lengua rosada asomándose por segundos, dejándome mareado y anhelante.
"Contrólate, ella es esa pequeña chica, contrólate", estaba regañandome mentalmente cuando las pestañas de Maia subieron entrando en mi campo de visión, le siguieron sus ojos, esos ojos inalterables que parecían absorberlo todo y desestimarlo antes de dar un pestañeo.
- Ya ¿Puedo irme? - Preguntó impasible.
- No, voy a dormir un poco más - Solté cobardemente, cerrando los ojos.
- Qué raro eres - Señaló molesta, bajando la cabeza.
Cerré los ojos, pero era imposible descansar cuando toda mi piel estaba cosquilleando por ella. Sabía que no tenía mucho tiempo, mi erección no tardaría en llamar su atención. Sentí su cálida respiración sobre mis propios labios y casi se escapa un gemido de mi boca ¿Qué estaba haciendo? ¿Acaso quería matarme?
- Maia ¿Por qué estás mirándome? - Pregunté intuyéndolo.
- Déjame en paz, eres tú el que me usa como su almohada portátil - Rezongó ofendida.
Me reí. Guao... era bueno tenerla así de cerca de nuevo.
- ¿Maia? - Llamé de nuevo.
- ¿Qué? - Respondió serena.
- Te extrañé - Declaré.
Ella guardó silencio, su aliento seguía haciendo cosquillas sobre mis labios.
- No deberías estar haciendo eso Maia, de verdad no deberías - Advertí.
Abrí los ojos para expresárselo con la mirada, pero la de ella estaba completamente centrada en mi boca.
Oh Maia, no.
Tuve intención de acortar la distancia, de mover mi cabeza esa pequeña pero agonizante distancia hasta sus labios, que se me antojaban tan frescos y jugosos como una fruta madura.
- Tengo novio - Soltó Maia haciéndome retroceder de nuevo.
¿Qué?
Me le quedé mirando como si ese pedazo de información fuera demasiado para procesar. No lograba terminar de descifrar el contenido, pero se sentía como algo malo ¿Lo era?
- Ya puedes detenerte con las travesuras. Si viene al caso ya no soy así de "perfecta" , sé como alocarme y eso - Continuó diciéndome sin la más mínima emoción.
Me senté porque el aire no estaba llegando a mis pulmones correctamente ¿Travesuras? ¿A qué se refería? ¿Qué estaba insinuándome con eso de que ya no era tan perfecta? Mi visión se tornó roja ¿Ella estaba insinuando lo que yo creía que estaba insinuando?
- Deja de mirarme así Patrick, no recuerdo haber hecho eso contigo cuándo dejaste de ser "perfecto", seamos justos aquí - Señaló sentándose también, había una especie de sonrisa esbozada en sus labios que no delataba una emoción en específico, era como burla, tristeza, arrepentimiento, recriminación, como un todo en uno.
No pude decir nada, en mi pecho había una sensación abrumadora, estaba entumecido.
Maia se levantó, tomó una goma elástica de la mesita y se hizo una coleta, estaba a punto de entrar al baño cuando pude articular palabra.
- Yo nunca fui perfecto - Le aseguré queriendo salir de allí, necesitando estar solo, pensar con claridad.
- Lo fuiste Patrick, para mí lo fuiste - Me contradijo ella y ese tono melancólico que nunca antes había identificado en su voz me hizo ahogarme en sentimiento.
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La verdad que omití
RomanceSé que nuestra relación no es normal. La quiero demasiado, me quiere demasiado. Pero... ¿Lo que hacemos es sórdido? No, no lo creo. Aun así siempre me he cuidado de no hablar de más. Cuándo ella se fue se sintió como una tortura. Ahora que regresó l...