Capítulo 8: Ataduras.

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Sentí un poco de culpa por haber pasado casi toda la tarde con Sara en vez de Ana. Así que decidí aclarar las cosas con Sara, explicarle que salía con Ana y que la amaba. Acto seguido, me dispuse a despertarla.

-Hey... mi vida...- dije de forma melosa.

Pero ella no despertaba.

-Vamos... arriba.- dije esta vez acompañado de un beso.

Entonces Ana comenzó a moverse de forma inusual, mientras dormía. Parecía tener una pesadilla.

-¿Ana?... ¡Ana!, ¡Vamos despierta!

Pero ella solo se movía de forma más violenta, parecía que comenzaba a tener convulsiones. Su cuerpo se estiraba tanto, que parecía que su pecho quisiera salir de su cuerpo. Era como una película de terror, donde el espíritu poseía a la chica. En ese momento entré en pánico y no tuve mejor idea que tomar un vaso de agua y echárselo en la cara. Así fue. Rápidamente Ana reaccionó, parecía que le faltaba el aire y además de esto, estaba atemorizada. Rápidamente me buscó entre sus brazos, para abrazarme.

-¡Fran! ¡No dejes que me lleven! ¡FRAN, POR FAVOR!- dijo gritó.

-Estoy aquí Ana. Mírame, Ana. Mírame.- dije intentando contenerla.

Ella obedeciendo lo que le decía, me miró. Solo duró unos instantes, pero duró lo suficiente para darme cuenta que su mirada imploraba auxilio. Su mirada transmitía sufrimiento, dolor, angustia, sentimientos que uno solo encuentra en la tristeza. Pero tras nuestro momentánea contacto visual, ella solo se desmayó. Sobre mis brazos callo el peso muerto de su cuerpo. Aun respiraba y sus latidos eran normales, tenía que hacer algo para ayudarla. Rápidamente la dejé recostada sobre el sillón y busqué en internet que había que hacer cuando una persona se desmayaba. Seguí las instrucciones al pie de la letra.

...

Nueve. Nueve horas había tardado Ana en despertar. Yo, me había quedado toda la noche a su lado, en una silla.

-Fran...

-Aquí estoy...-dije mientras le sujetaba la mano.

-¿Qué pasó..?

-Te desmayaste... y pase toda la noche despierto cuidándote- dije sonriendo.

-¿Cuánto tiempo me desmayé..?- preguntó sujetándose la cabeza.

-Unas... nueve horas mas o menos

-Y ¿qué hora es?

-Son las 6:54 a.m.

-Es temprano... no quiero ir a la escuela...

-¿Estás loca? Te desmayaste por nueve horas, lo más prudente seria que te quedes aquí, con mi cuidado.

-Bueno... me duelen las muñecas...- dijo mientras se las sujetaba

-A ver, déjame.- dije mientras le extendía la mano.

Al mostrarme sus muñecas, pude ver que tenia marcas de cuerdas alrededor de estas, como si hubiera sido atada.

-Son.. ¿Marcas de ataduras?, ¿las hiciste tu?- pregunté intrigado.

Entonces ella me miro y con la cabeza hizo un signo de negación.

-¿Qué hiciste ayer, mientras yo no estaba?

-Bueno... no recuerdo... trato de pensar que paso pero solo veo oscuridad....

-Entonces, ¿no las hiciste tú?

-No me hice las marcas...

-Esta bien... ven.- dije mientras le ofrecía un abrazo.- ¿Cómo te sientes ahora?, ¿estas mejor?

-Si... mejor...

Recuerdo que la atmosfera de ese día fue raro, Ana estaba rara. Su mirada se perdía en la nada cada vez que le hablaba, su tono de voz parecía apagado, sin vida, no era el mismo tono que cuando la conocí. Puedo recordar que ese día, también, estaba seca, no presentaba las mismas emociones que antes, que aunque eran pocas por lo menos eran cálidas. Sin dudas, algo le pasaba. Esa misma noche se quedó a dormir en casa, sentía que ella necesitaba un cuidado especial. Fuimos a la cama temprano, ella perecía dormir tranquila, yo me había quedado hasta tarde mirándola, cuidándola, controlando que no le sucediese nada. Dormía como un ángel. Pero justo en el momento en el que me dispuse a dormir, alguien tocó la puerta. ¿Quién podría ser a esta hora? Lentamente me fui acercando a la puerta, temía que fuera mi padre, pues era la única persona que podía tocar a esa hora. Suavemente abrí la puerta con el seguro de cadena puesto, que impedía abrir la puerta más alla de un punto en específico. Al ver por la pequeña abertura una sensación de alivio invadió mi cuerpo.

-Hola


Ana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora