Capítulo 4: ¿Fin?

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Pasaron dos meses y mis encuentros con Ana eran mas frecuente y mas cariñosos. Habíamos empezado a tener una relación poco formal. Empezamos a enterarnos cosas personales del otro. Ambos habíamos tenido una infancia muy dura. Ella me había contado que había nacido prematura, con 6 meses de gestación. A partir de allí comenzaron sus problemas. En ese entonces sus padres empezaron a preocuparse tanto por ella que, además de hacer los controles médicos, empezaron a frecuentar a un grupo religioso exclusivo, el cual tenía un dios similar al cristiano, al cual le ofrecían ceremonias. Las cuales se llevaban a cabo con túnicas y una gran fogata. Los padres de Ana, al ver que su hija se recuperaba, empezaron a concurrir cada vez mas seguido a dichas ceremonias. Hasta que un dia, los padres de mi vecina, llegaron al punto máximo del fanatismo religioso. Ofrecieron una ofrenda única para el supemo "dios"... Ana nunca menciono que clase de ofrenda era, pero dijo que me lo iba a decir cuando sea la hora.- "La religión de mis padres, me separo mucho de ellos. Se volvieron tan fanáticos que podrían haber llegado a matar por su estúpido "dios"-. Esas fueron sus ultimas palabras acerca del tema.

Por mi lado, también he tenido una infancia similar a la de Ana. Diferentes azares del destino me separaron de mis padres, convirtiendo en lo que hoy soy, lo que la sociedad llama como "marginado social". Todo comenzó a la edad de 10 años. Cuando mi madre murió. Fue entonces cuando mi padre comenzó a frecuentar a burdeles y bares, hasta llegar al punto de hacerse adicto al sexo y al alcohol. Convirtiéndose en alguien totalmente repugnante y horroroso. Cuando mi padre empezó a depender de sus adicciones, comenzó a olvidarme. Empezaba a depender de mi mismo. Fue asi, como a los 10 años tuve que crecer por la fuerza. Pasaba todo el dia solo en casa y la inexistencia de otro familiar o pariente, impedia que pueda tener un tutor responsable. Asi había pasado los últimos 6 años de mi vida. Y mientras mas crecia, menos tiempo estaba mi padre en mi casa. Ya que a pesar de que tenia adicciones trabajaba y el tiempo libre que tenia, lo usaba para satisfacer sus dependencias y dormir.

Eran las 18:46 p.m. y apenas estábamos llegando a casa con Ana de la escuela. El destino hizo que tengamos mas cosas en común, como la escuela, lo que hacia que siempre viajáramos mucho. En la escuela no hablaba con nadie, solo con Ana, que la veía solo en los recreos, ya que ella estaba en otra división. Por alguna razón, mis compañeros me trataban de loco y emo, solo porque tenia gustos distintos y vestia diferente a ellos. Al llegar a nuestros departamentos, cada uno se despidió del otro e ingresó a su casa. Ella siempre entraba a su casa después de mi. Apenas entre a casa, vi a mi padre en el baño, arregladose.

-¿Vas a salir?- pregunte ofuscado al verlo.

-Que carajos te importa, no tengo que darte explicaciones.

-Si, tienes que dar mchas explicaciones, mas sobre mamá...- dije en un tono bastante bajo.

Pero al parecer, mi padre había podido escuchar lo que dije así que soltando todo, se acercó a mi de forma agresiva y me tomo del cuello de mi remera.

-Escucha, ¡TU NO SABES NADA!... ¿OK?- Dijo de forma muy violenta mientras mostraba los dientes.

-Si..- Dije con temor a lo que me podría hacer.

Entonces me soltó empujándome, dejándome tirado en el suelo, entonces el solo tomo su abrigo y se fue. Yo solo comencé a llorar, al darme cuenta que no tenia a nadie mas que a Ana en este mundo. Pase varios minutos tirado en el suelo, rompiendo mi sufrimiento en llanto. Un llanto tan desconsolado, que hasta el mismo diablo se podría apiadar de mi sufrida alma. La cual había pasado por mas miserias que nadie. Sonaba egoísta, pero no lo era. Sabia que entre todas las personas del mundo, yo era la que mas sufria. La que mas golpes había recibido. Fue entonces cuando tome una de las decisiones mas difíciles de mi vida. Cerré con llave la puerta del apartamento y escribi una nota, donde expresaba todo lo que sentía y confesaba un horrible acto de violencia que vivi. Dejé la nota sobre la mesa y fui directo a la habitación de mi padre, donde el escondia su arma. Tomé decidido la pistola, le saqué el seguro y la cargué, entonces la puse en mi boca. Se sentía fría. Era como un dulce beso a la muerte. Puse mi dedo en el gatillo. Sabía que era el fin de mi sufriento. Sin mas preámbulos, pedi perdón a Dios, a Ana y a mi madre. Estaba decidido ya, mientras las lagrimas corrían por mi rostro, apreté el gatillo y disparé el arma.


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