22.

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Dos noches después, mi padre, madre y yo nos dirigimos a la ribera del río a para ver los fuegos artificiales. Este año, nuestros yukatas eran del mismo color, únicamente que los patrones y detalles de cada uno eran distintos. Gruñí diciendo que era demasiado vergonzoso usar ropa similar como si fuéramos una pareja loca y eso hizo que me metiera en problemas con mi mamá.

¿Qué tiene de malo que luzcamos como una familia cercana? —Dijo.

Mi padre, por cierto, sonreía ampliamente y no tenía quejas.

¿Acaso se comportarán como estúpidos recién casados por siempre?

Era asqueroso. Deja a tu hijo con el corazón recién destrozado en paz.

—De acuerdo —dije—, iré a echar un vistazo. —Me despedí de ellos y me fui antes que pudieran empezar su melosidad y me mortificaran con ello.

Los fuegos artificiales ya habían iniciado y había un gran público. Puestos estaban alineados en ambos lados de la calle cerrada, pero había muchas personas en el camino, así que nunca lograría pasar por ahí. Me rendí y dejé guiar por las personas, caminando donde hubiera espacio.

Cuando me alejé lo suficiente del bullicio, me topé frente a un pequeño parque que sólo tenía dos o tres juegos. Personas vestidas con yukatas estaban sentadas en las bancas del interior. Había comprado una soda de una máquina expendedora y me recosté sobre la baranda de la entrada.

Las frías burbujas se deslizaron deliciosamente sobre mi garganta reseca. Cuando ya llevaba más de la mitad de la lata, comencé a sentir las burbujas en el interior de mi boca y traté de no eructar.

—Ufff... —suspiré y miré al cielo. No podía ver los fuegos artificiales pero podía escuchar las explosiones que vibraban por todo mi cuerpo. Ahora que lo pienso, había venido hasta acá ¡y no podía ver ni un solo fuego artificial! Pero no me quedaban ganas de regresar. Esta bebida carbonatada me sentaba mejor en este momento que las luces en el cielo.

Jaja.

—Eso fue un poco patético —me dije en voz alta y luego me sonrojé. Miré alrededor para tratar de cubrir mi vergüenza y vi a cuatro sujetos haciendo un gran escándalo mientras caminaban por la calle en dirección al parque. Parecían conocidos y efectivamente, cuando se acercaron más pude notar que eran compañeros de clase. Me impacté y casi dejo caer mi bebida. En el centro del grupo, vestido con una camiseta y jeans, se encontraba TaeHyung. Y para mi mala suerte, escogió ese momento para darse la vuelta y nuestras miradas se encontraron.

—¿JungKook...?

Pudo haber continuado con su camino, pero no, se alejó del grupo y corrió hasta alcanzarme. Sorbí de mi bebida tratando de ocultar mis nervios. Mi pulso se aceleró y latía al mismo ritmo de las burbujas que explotaban en mi garganta.

—Entonces también viniste, ¿no JungKook? —Pausó—. ¿Tú mamá te hizo eso?

—Tienes buena memoria. —El tono fingido de mi voz ni me engañó a mí.

—Te luce bien. —Dijo TaeHyung, pero incluso ese cumplido era como una puñalada a mi corazón. La sonrisa de TaeHyung se veía un poco forzada y no enfocó sus ojos con los míos aunque había sido él el que inició la conversación.

Pude sentir que algo se comprimió en mi pecho y deseaba irme. Estaba orando para que se apresurara y continuara caminando cuando...

—Bueno, sí que eres entusiasta, — YoonGi se acercó con los otros y se pararon al lado de TaeHyung mostrándome una sonrisa burlona—. Entonces incluso alguien como tú asiste a los festivales, ¿eh? Siempre dices que odias las multitudes y el ruido, así que creí que estarías en casa.

Luz verde ✄ VkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora