Durmiendo con el enemigo

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Varsovia 2002

Tras acompañar al señor Vazko en la mesa, charlando de los balances del mundo, de la vida en América y de asuntos de menor interés, volvieron a la salita de la chimenea donde el anciano parecía sentirse más cómodo para hablar de una época lejana que cambió su vida por completo.

Su cuaderno de notas, cada vez más hinchado de recuerdos recogidos y plasmados entre esas páginas, guardaba una historia cargada de dolor, rabia y frustración, miedo y celos, pero sobre todo amor, el amor de dos mujeres, un amor prohibido a ojos de todos en esa época convulsa que les tocó vivir, un amor que se fortalecía a medida que la vida les enviaba duras pruebas que superar.

Tras tomar aliento pausadamente, recapitulando en los últimos acontecimientos que el señor Vazko le había narrado, rompió el silencio instaurado entre ellos, retomando esa historia, esas vidas lejanas, el recuerdo de esas dos mujeres que la tenían completamente fascinada.

-Entonces ¿Fueron a Inglaterra?

-"Sí, ahí fuimos aunque no fue tarea fácil, con Europa en guerra viajar era casi tan peligroso como estar en el frente, si te cruzabas con aquellos que lo habían perdido todo eran capaces de matarte solo por un par de zapatos más nuevos que los suyos, si te cruzabas con los soldados, cuyas almas ya estaban quebradas por la destrucción... Dos mujeres como Emma y Regina... se lo puede imaginar"

-¿Cómo lo consiguieron?

-"Regina, ella siempre tenía la solución a cualquier problema, aunque dicha solución no agradase a Emma en absoluto... creo que jamás las había visto pelear tanto como en esa época, hasta que la guerra llegó a su fin..."

Varsovia, 1942

Tras darle sepultura a su amigo y decidir que su próximo paso era Inglaterra, descansaron unas horas intentado descubrir cómo proceder, el viaje no iba a ser fácil y aunque Emma deseaba ir a Suiza o a España, países ajenos a esa locura, Regina se negaba en rotundo a abandonar la lucha, cabezota y taciturna con el alma ensombrecida por la pérdida de sus amigos.

Cuando Emma despertó tras unas horas de sueño reparador, su Regina no estaba con ellos, solo Alec que con lágrimas en los ojos contemplaba el montículo de tierra bajo el que yacía su padre. Sin saber muy bien cómo consolar a un adolescente que acababa de perderlo todo, se sentó a su lado desordenando sus cabellos sin pronunciar palabra, sin saber que ese gesto fue más que suficiente para que un niño perdido se sintiese a salvo y protegido, sin nada que temer.

Cuando Regina volvió, lo único que salió de sus labios fue que ya tenían transporte. Ni Emma ni Alec pronunciaron palabra, en el fondo no querían saber cómo había convencido la morena a esa granjero que les transportase en su camión al otro lado de la frontera. Solo podían imaginar que ese hombre, de cuerpo grueso y con olor a campo y pocilga, había pasado las mejores horas de su vida hacía solo unos instantes.

En ese momento no era capaz de comprenderlo per Regina demostró con creces ser capaz de cualquier cosa por cuidarlos. Aun recordaba las horas eternas dentro de ese vehículo con olor a cerdos, sus compañeros de viaje, el rostro sombrío de Emma, el rencor en sus pupilas y la mirada vacía de Regina, sabiendo que hizo lo correcto más sintiéndose sucia, rota por dentro, podrida por dentro.

Una vez fuera de Varsovia, a pesar de los peligros de la guerra, fue relativamente más sencillo llegar a Francia, ya no las buscaban por todas partes, e incluso pudieron darse el lujo de viajar gran parte del camino en tren.

Recorrer medio Europa fue largo y tedioso, tardaron meses en llegar a Inglaterra, el tiempo suficiente para que Emma consiguiese perdonar a la morena por haberse entregado de esa manera para conseguirles un transporte, volviendo a ser las mismas de siempre, dos jóvenes enamoradas que se esconden de los ojos del mundo para entregarse, para amarse.

Su destino fue un pequeño pueblo pesquero, de pocos habitantes, donde la guerra solo era un eco lejano pues para ellos conseguir la pesca necesaria para subsistir era el mayor problema. Una casita blanca, pequeña y discreta les hizo de hogar, frente al mar, quedando los tres maravillados por la inmensidad del océano, por su belleza temible, sublime e imperecedera.

Emma y Alec no tardaron en conseguir un trabajo en el puerto, limpiando pescado o saliendo a alta mar en busca de nuevas capturas, mientras Regina se dedicaba a enseñar, sus conocimientos de Español, Francés y Alemán le abrió las puertas para ser docente de los pocos niños que habitaban ese pueblo, no ganaban mucho pero conseguían sustentarse.

Todos en el pueblo sabían que esa extraña pareja y ese muchacho habían huido de los alemanes, que habían perdido mucho por el camino... Los alemanes eran sus enemigos por lo que las acogieron sin hacer preguntas. Durante un tiempo pensaron que serían felices, que dejarían atrás el horror de la guerra más una mañana de mayo ya en el 44 unos extraños visitaron su cabaña de pescadores, buscando a Regina.

Alec y Emma estaban en alta mar en ese momento y la morena se encontraba sola en la casa, cocinando para cuando su pequeña familia volviera, cuando se vio frente a frente con esos invitados inesperados, vistiendo traje oscuro y con el cabello recogido hacia atrás, mostrando en sus labios una sonrisa, mirándola directamente a los ojos.

-Usted es Regina Mills ¿verdad?

-"Depende de para quién pregunte..."

Reconoció automáticamente el marcado acento americano, mas la joven aprendió a no fiarse de su sombra, empuñando sin que esos hombres se dieran cuanta un revolver que llevaba a todas partes como medida de precaución y agradeciendo que Emma se encontrase lejos en este momento.

-Hemos oído hablar de usted, estuvo en la resistencia en Varsovia y antes de eso en Berlín, donde voló un cargamento de armas... Está usted de nuestro lado Regina y tiene dos cualidades que andamos buscando desesperadamente

-"¿Para qué?"
-Para ser espía en nombre de los Estados Unidos, usted sabe alemán, ha vivido con ellos, conoce sus costumbres, puede infiltrarse entre ellos sin levantar sospechas... Además es intrépida y completamente hermosa...

-"¿Quieren que me infiltre entre los alemanes en nombre de Estados Unidos? ¿Qué gano yo con eso?"

-Dinero, A no ser que quiera quedarse limpiando pescado en los muelles toda su vida

-"Quiero un salvoconducto, para mí y para los que vengan conmigo, quiero que me prometan que si ayudo a dar por finalizada esta guerra podremos irnos de Europa y empezar de cero en Estados Unidos"

-¿Hasta dónde está dispuesta a llegar?

-"¿Para terminar con los nazis? Hasta donde haga falta"

Su mirada determinada provocó en aquellos hombres una sonrisa, no se habían equivocado, esa mujer era lo que necesitaban para girar las tornas de esa guerra para su propio beneficio.

Cuando Emma llegó a casa, tostada por el sol y con olor a salitre, encontró a su Regina con la vista perdida más allá del inmenso océano. Con la duda pintada en sus ojos aguamarina, se acercó a ella robándole un casto beso en los labios. La morena se aferró a su cuello suspirando antes de decidirse a hablar con su mujer, pues a pesar de que era imposible que llegasen a bendecir su matrimonio, ella se consideraba su esposa tras todo lo vivido, todo cuanto habían luchado para permanecer juntas a pesar de que la vida se empeñaba en tambalear sus cimientos.

-"Has estado aquí los americanos Emma"

-¿Los americanos? ¿Qué querían?

-"Reclutarme, quieren que trabaje para ellos, que me infiltre entre los nazis una vez más, que saque información..."

-¿Vas a hacerlo? ¿Vas a volver a jugar a los espías amor? Recuerda Varsovia, casi nos matan

-"En Varsovia era distinto, íbamos por libre, ahora trabajaré para el gobierno de Estados Unidos"

-¿Qué te han ofrecido?

-"Una nueva vida lejos de aquí, un lugar donde empezar de cero amor, donde no ver en cada callejuela la destrucción del mundo... Donde poder ser felices juntas, envejecer juntas, tú y yo en el fin del mundo"

-La oportunidad de empezar de cero a cambio de qué Regina...

-"A cambio de dormir con el enemigo Emma, la oportunidad de liberarnos, de terminar con esta guerra, y yo solo debo dormir con el enemigo..."

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