El fin de la guerra

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Inglaterra 1944

La discusión que originó la decisión de Regina duró hasta altas horas de la madrugada. Alec había llegado a la cabaña para encontrar a las dos mujeres escupiendo fuego en sus miradas, enfrentadas ya que ninguna quería dar su brazo a torcer.

Cierto era que Emma estaba llegando al límite, ella misma habría estado dispuesta a dar la vida en Varsovia saltando a los trenes de la muerte pero tras su huida y la pérdida de August y Andreja solo quería vivir tranquila, al menos con toda la paz que podían tener en medio de la guerra mas su Regina siempre tenía en mente otros planes.

No era su lucha, se lo repitió mil veces y su morena no quiso escucharla, estaba decidida a marcharse de Inglaterra y seguir órdenes del gobierno estadounidense, quería sentirse útil y hundir el régimen nazi de una vez por todas, se lo debía a Andreja y August, se lo debía a todos los inocentes masacrados por la locura y la maldad de la raza humana.

Estaba decidido, iba a marcharse, iba a abandonarlos en Inglaterra y eso era más de lo que Emma pudo soportar. Por primera vez en años, esa noche no compartieron el lecho, ofuscadas, sin atreverse a dar su brazo a torcer.

A la mañana siguiente, cuando Emma despertó, Regina ya no estaba en la cabaña, se marchó temprano, sin despedirse, seguramente aun molesta por la reacción de su amada y su propio orgullo que le impedía darle la razón. Ni ella misma comprendía qué hecho insólito la empujaba a meterse en la boca del lobo una y otra vez, simplemente las noticias filtradas de os horrores nazis era impulso suficiente para convertir esa lucha en la suya, para intentar ayudar a aplastar ese horror cuanto antes.

Era bella, lo sabía, usaba ese hecho para conseguir lo que quisiera, manipular a los hombres siempre se le dio bien... Emma no comprendía, no podía entenderlo pero su rubia era lo único cierto que había en su vida, la única luz en medio de las sombras, su Emma, terriblemente enfadada con ella, esperaba que la distancia impuesta entre ellas y el tiempo borrara de sus ojos aguamarina el dolor y el rencor que dibujó al saber que su amada volvería a jugar con la muerte.

Una simple nota sobre la mesita del salón fue lo que dejó para su amada, rogándole perdón y asegurándole que mantendría el contacto, que ella debía permanecer a salvo hasta que terminase la locura, la guerra llegaba a su fin, podía notarlo en el ambiente tenso a su alrededor.

Durante un año entero, Alec y Emma recibieron vagas noticias de las actividades de Regina, el joven la odiaba por haberlos abandonado de esa manera, aunque su odio escondía la tremenda preocupación de perder una vez más a un ser querido.

Emma apenas pronunciaba palabra, recibía los telegramas del gobierno americano con una mueca de asco en el rostro, sus sentimientos oscilaban entre el odio y el profundo amor que había sentido desde niña, el asco al imaginar a su Regina en la cama con altos cargos alemanes, la añoranza pues se acostaba cada noche con un hueco helado a su derecha, el lugar que le pertenecía a la morena por derecho mas esta se hallaba lejos, jugando a salvar el mundo...

Cuando la madrugada se cernía sobre ella, la encontraba mirando al techo con semblante serio y lágrimas que se negaba a derramar, en su mente una idea la obsesionaba hasta enloquecerla... Si perdía a Regina, si esta caía, si no volvía a verla... Su último recuerdo sería una discusión y dormirse con la ausencia de sus brazos rodeándola.

Las noticias de las actividades de Regina eran escasas, se contentaba con saber que seguía viva y rezar para que todo terminase y golpear a la morena por su estupidez extrema, abrazarla, sentirla, hacerle prometer que no volvería a abandonarla.

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