Capítulo trece: Tercera Decisión.

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Hace mucho tiempo que se le había ido la costumbre de pedir al servicio seis porciones de comida para la cena, por lo que la mesa se encontraba con lo justo y necesario. Acompañada del vacío de una casa, que en su instante estuvo llena de vida y que de pronto se iba consumiendo. Luego de sentarse en el extremo de la mesa larga, comenzó a comer. No tenía hambre, pero siempre consideró que desperdiciar la comida era un pecado.

Su marido de seguro iba a llegar en un rato más, exhausto. Aquel que dijera que el no tener hijos en casa reviviría la pasión reprimida, estaba completamente equivocado. Cada día que pasaba se sentía más vieja y fea. Ya no se consideraba una persona atractiva y no había crema, perfume ni lencería francesa costosa que le dijese lo contrario. Ya había pasado su momento. Ahora era el momento de sus hijos de vivir todo eso que en su momento la hizo vibrar y querer celebrar la vida.

Minseok, ya no sabía si vivía en esa casa o en otra. A veces se quedaba para hacerle compañía, es decir, meter ruido, ponerle algo de vida al hogar, pero cada vez iban disminuyendo sus visitas. Extrañaba entrar a su cuarto, apagarle las luces y arroparlo. Se podría decir que incluso extrañaba regañarlo, porque ahora ya no discutían. La Sra. Choi se sentía como esos ancianitos a los que les dicen que sí en todo para que no se entrometan en sus vidas.

Para no tener que soportarlos.

MinHo...su pequeño se marchó primero que todos. A pesar de lo que le decía a su marido, ella siempre supo que sería así. MinHo se había dado cuenta que las cosas iban a caer y se salvó por su cuenta. Los callados tienen tiempo para pensar las cosas. Meditan más que cualquiera. 

Tenía miedo de lo que esa cabeza pudiese llegar a planear y por eso siempre le tuvo miedo. A su propio hijo. Sangre de su sangre, que tuvo nueve meses dentro suyo. Trató de reprimirlo, contenerlo, pero las cosas suelen darse de la forma que uno no lo espera. Era cosa de tiempo. Tenía que prepararse, no sabía para qué exactamente. Iba a estallar una bomba y su hijo la arrojaría hacia ella.

Una vez que terminó de comer, se dirigió a su pieza diciendo que le dolía la cabeza (lo cual no era mentira en absoluto), que por favor no fueran a molestarla. Fría, autoritaria. Le gustaba marcar la diferencia. A MinHo no, él siempre fue amable con todo el mundo. Desde pequeño. ¿De dónde había sacado esa hospitalidad? No, no era necesario pensar. Aumentar ese dolor de cabeza no era lo más conveniente.

Tras cerciorarse que se encontraba sola, hizo la llamada.

- ¿Por qué demonios no me avisaste que había vuelto? Teníamos un trato.

- Señora Choi, Nicholas no ha atacado. No hay pruebas concretas. Hemos rastreado sus números, sus movimientos, transacciones bancarias y hasta ahora no hay nada que lo relacione a ese chico André más que su apellido.

- ¡Se equivocaron! Mandó a su hijo.

- Es una coincidencia. Quizás se confundió por el apellido.

- ¡YO MISMA LO VÍ! Era él. Tenía las mismas expresiones, la misma mirada, yo...lo vi-Cayendo en la desesperación máxima, al borde de las lágrimas.- ¡Les estoy pagando por algo, hijos de puta! ¿Quieren más dinero para trabajar bien? ¡Les digo que yo lo vi!

- Señora Choi, cálmese. Ese jovencito, André, tiene otra familia. No tiene nada que ver con sus suposiciones.

- Por favor investiguen más, se los suplico.

- Quédese tranquila, Señora Choi. Su hijo nunca ha estado más seguro. Pusimos nuestras alertas en cuanto este chico se le acercó. Pero lo único sospechoso que hemos llegado a notar...es...que su hijo y la señorita Lutz tienen una relación.

Trouble (SHINee - Choi MinHo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora