Te daré un consejo: mantente alejado de los candelabros enormes de color rosa,
Brogan.Bien, aquí estaba yo, una chica rara que no tenía amigos encerrada en la sala de Madame Louise, probándose un vestido color melocotón. El melocotón no es mi color, me ha dicho la señora pero ciertamente no opino lo mismo. Mi piel paliducha apenas se distingue del vestido y me parece que me veo tierna y suave. No me considero una chica ruda y ciertamente no le creo a Felipa cuando me contradice. No lo soy. Soy dulce e incluso amigable. Me llevo bien con el señor de la panadería y mi abuela dice que soy un melocotón repleto de azúcar derretida. Supongo que eso es ser dulce y le creo.
—No me gusta este color. Demasiado claro. Es una cena de gala. El rey estará feliz de ver que todos llevan el vestido adecuado. Y que no se miren como mercenarios.
Frunzo el ceño y bajo mi rostro hacia la pequeña señora. —Hey.
Ella niega con la cabeza, desaprobando todo acerca de mi. Decido no darle importancia, después de todo fue a mi a quien el rey quien ha invitado a la cena del solsticio de invierno. Y me ha pagado una diseñadora. Que no quiere diseñar nada ya que gastó todo el dinero que obtuvo en comida y ahora quiere darme uno de sus vestidos. Yo no puedo molestarme. Tengo un vestido.
Ella me hace quitarme el vestido y comienza a probarme uno color turquesa. Me quita este y prueba uno azul. Pasamos lo que parecen horas hasta que se decide por uno rosado fresa repleto de rosas más claras en el pecho. Es hermoso. Lo que sigue después es horrible.
Una criada me toma por el brazo y me baña como tortura. Me comienza a fregar con fuerza, hasta que quedo más pálida de lo que soy y luego me ponen un montón de cosas en la piel que la hace ver menos pálida y más dorada. Me veo en el espejo y levanto las cejas.
—Brillo. — murmuro.
Madame Louise me ignora y me saca de la casa a empujones, dejándome frente a una carroza negra ornamentada perfectamente. Unas grandes detrás señalan que es del castillo. Asiento sin saber por qué y el soldado que está frente a mí eleva una ceja. Yo sigo asintiendo.
—¿Señorita...?
—¿Algún problema con que hable conmigo misma? ¿Señor?
Él suelta una sonrisita y yo frunzo el ceño. No puedo creer que hasta ahora siga asintiendo. Para ya, boba. Él abre la puerta de la carroza para mí y yo camino con mucho cuidado para entrar. Él no se quita el saco y lo pone en el suelo para mí a pesar de qué hay un charco e imagino que eso sólo se lo hacen a la reina. Seguro. Me estiro y alcanzó la pequeña grada para subir con mucho esfuerzo, el soldado ayudándome ligeramente con una mano en mi brazo. El camino al castillo es aburrido y adolorido. No puedo respirar y mi espalda rebota por el movimiento del carro.
Quién diría que alguien como yo estaría sentada en una carroza celestial observando de cerca el castillo del rey. Los jardines son geniales y no puedo evitar pensar cuánto el rey gastará para mantenerlos a salvo. Oiga señor, diría si me lo encontrará... ¿no querrá regalarme algo de su dinero? Ya sabe cómo se vive allá en el pueblo...
—Hemos llegado. — anuncia el soldado y yo abro la puerta. Un caballero abre los ojos con sorpresa cuando me ve salir y luego extiende su brazo para llevarme dentro del castillo. Me giro completamente para ver los jardines frente a mí y veo cómo otras chicas van saliendo de sus propias carrozas. Ellas esperan hasta que algún caballero abra la puerta por ellas. Vale, sí soy idiota.
No puedo evitar abrir la boca al ver la comida que le dan a la gente, las flores, los adornos y la iluminación. Juro que esos candelabros son de oro puro. Los tapices parecen ser de oro también. Todo es perfecto. Para maldición mía, no me llevan a donde están los demás invitados. Al contrario, me llevan por dos pasillos distintos y me meten a una sala que huele a abandono. Me giro hacia el caballero que me ha traído aquí.
—¿Qué la fiesta no está por allá? — pregunto, señalando la puerta.
El caballero sonríe y eleva las cejas. —No. tu fiesta está aquí.
—¿Por qué? Fui invitada. El rey me trajo. — pongo un dedo en mi propio pecho, por lo cual él sólo me observa fijamente.
—De eso estoy consciente.
Y se gira y sí, adivinaste, se fue. Suspiro y me siento en un sofá cercano a la ventana. Vale, después de todo sigo siendo la aterradora mercenaria, Brogan. Genial. Observo la habitación y veo que está vacía. Te lo digo, hay tapices y todo pero lo que está en el cuarto está firmemente pegado o pesa demasiado como para que pueda robarlo. Y no es que pensaba robarlo pero simplemente mi mente es así. No puedo evitar pensar que no puedo tomar un pequeño adorno de cristal o aún mejor, de oro. Pero vale, hice una promesa al venir y no tengo compulsión de robar. Simplemente pasa por mi mente. El candelabro sobre mi cabeza es como de oro rosado o algo así. Es precioso.
La puerta se abre y entra un chico que parece un pequeño armario. Él viene casi tan bien arreglado como yo pero él no lo luce tan bien. El mismo caballero de antes nos dedica una mirada molesta y luego desaparece.
—Injusto, ¿no? Pasar la fiesta aquí. Ja.
—Yo he venido por el trato.
El trato, blah blah.
—Pero hay que disfrutar la fiesta. Es una fiesta del rey. — enfatizo, elevando un dedo esquelético.
Él simplemente me observa y no dice nada. ¿Qué pasa con la gente y las miradas fulminantes? Evolucionen. La puerta vuelve a abrirse y esta vez entra el caballero que nos trajo a ambos.
—No pueden robar aquí.
—Oh, buena idea. Ahora quiero robar. — digo con voz aburrida.
De alguna forma, unos minutos después "pequeño armario" y yo estamos atrapados por una cadena en la muñeca.
—Traeré a un guardia. No se muevan.
Suspiro y observo la cadena. He tenido muchas de estas, es fácil deshacerse de una. Simplemente metes un palito aquí... la puerta vuelve a abrirse y entra el soldado que me condujo al castillo. Él sonríe y se queda en la puerta. Volteo a ver al pequeño armario y él está de brazos cruzados descansando. Miro hacia arriba, al candelabro y no sé qué sucede pero he visto algo muy pequeño y "robable". Un diamante.
—¿Me recuerdas el trato? — le pido a "pequeño armario".
—No quiero hablar contigo. Eres exasperante.
Pongo los ojos en blanco y veo al soldado. Él sonríe hacia a mí y yo me giro hacia pequeño armario. —Vale. Pero cuando necesites ayuda...
Él suspira ruidosamente. —Púdrete.
—Cómo tú, algún día. — afirmo.
Quién diría que el rey elegiría a este tipo de persona. Bueno... si lo eligió a él ¿significa que piensa lo mismo de mi? No. No soy así. Simplemente voy por ahí y vivo. Él se ve que es malo y roba a las viejitas pobres. Hay que tener honor. Yo, por ejemplo, le robo a los ricos. Ellos siempre pueden tener más. Pero con verle el rostro a este chico se nota que es de los malotes.
—¿Cómo te llamas? — le pregunto al soldado.
—Soy el soldado Carson.
—¿Entonces te digo Carson?
—Tú puedes llamarme Beau. — me guiña un ojo.
Asiento y sigo asintiendo, observando mis uñas. ¿Estará coqueteando...? He visto a caballeros haciendo esto con bellas doncellas. No con una mercenaria que tiene las uñas sucias y apesta a basura.
Los minutos pasan y el silencio inunda el cuarto. El caballero de antes se lleva a "Pequeño Armario" y de alguna forma, después, consigo que Beau me desate y me ayude a programar un plan perfecto para robar el diamante allá arriba. Le prometí una vida junto a mí en una mansión. ¿Quien se negaría a eso? Una mansión.
Y después me arrepiento de mis propias decisiones. Ahora seguro quedaré endeudada de por vida. No harás más promesas de las que no estés 100% segura que puedes cumplir, me digo.
Me he subido al candelabro rosado de alguna forma y he tratado con todas mis fuerzas de arrancar el diamante del tamaño de un ojo. Pero mi suerte no es tan genial. Cuando la puerta se abrió y vi al caballero abrir sus ojos me puse histérica y jale algo que no debí, por lo cual me caí y seguro, te lo juro, me rompí mi hermosa pierna derecha. Pero no, eso no importa. Me he arruinado todo mi futuro. Se ha caído conmigo parte del candelabro. Y creo que lo he roto. ¡Y lo peor! Es que no fue la parte con el diamante por lo que no podría correr.
—¡¿Qué...?! ¡Guardias!
Y sí, así acaba mi destino. Te lo juro, van a sacarme los ojos. O peor. Quedaré de esclava toda la vida y ni eso pagará las dos deudas que ahora debo, así que me harán tener cincuenta hijos que serán esclavos también. O algo así. Cincuenta vidas seguro no le valdrán al rey.::::
Que les parece el primer capítulo? Cuéntennos, pronto sabrán más!
Besos,
Warriors
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El Secreto de Goldenwave #PremiosCandy
FantasíaBienvenido a Goldenwave, manténgase alejado si no quiere terminar mordisqueado, apuñalado, intoxicado, enfermo, envenenado o amordazado por diferentes tipos de... digamos, criaturas. Goldenwave será su hogar por los próximos miles de años a menos q...