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Ser atacados por piratas no era tan interesante hasta que te ponen a fregar la proa, Tane.

No sé qué está pasando con mi vida en estos momentos, siendo sincera. Estoy en un barco enorme, uno de esos que pintan en los libros de cuentos, y justo ahora está zarpando. Desde aquí puedo ver lentamente hacia el pueblo y el castillo del rey. Odio a los Reyes y su monarquía. Aunque también me entristece que la gente del pueblo no se haga escuchar, simplemente mueren sobre un costal de arroz y un poco de pan con moho.
Siento que alguien se acerca y giro levemente para ver. Es la chica de cabello castaño oscuro, muy oscuro. En realidad es como el color de la tierra mojada, aunque parece que también huele un poco a éso.
La veo descaradamente y ella me ve, bufa, y ahora me ignora.
Algo en ella me dice que es fuerte, incluso podría matarme, pero su mirada triste hacia el pueblo me hace sentir que es buena persona, aunque matona... ¿es éso posible?
Sus ojos, se empañan un poco. Gira su cabeza de nuevo y camina con paso decidido y viril hacia los barriles. Ahí están los otros soldados. Uno pálido que me asusta y uno que tiene el rostro rosado y quiere aparentar ser igual de matón que Brogan. Incluso la intentó matar. La pobre tiene una enorme herida en su cabeza que no deja de sangrar.
Dejo de ver hacia el pueblo y me acerco a Brogan, tiene una mirada perdida mientras juega con las uñas de sus pálidas manos.
-¿Podría...?- digo acercándome al barril que está a la derecha de Brogan, ella asiente toscamente y yo pues, me siento.
Intento tomar su mano de nuevo en un afán de querer demostrar que estamos juntas en esto, pero la última vez que lo hice mi mano tuvo la sensación de escocerse. Brogan no tiene una temperatura normal, es como tocar nieve en los días de apogeo del invierno.
Me acerco suavemente y tomo su mano, aunque mi piel vuelve a sentir que algo quema.
-Aborrezco la monarquía- digo con una voz innecesariamente dulce.
No me responde del todo, y aleja suavemente su mano de la mía.
Su compañía es un poco fría, pero confortante.
Veo hacia su herida, ha mejorado bastante en realidad, aunque se ve muy fresca aún.
-¿Me acompañas al dormitorio?
Ella frunce el ceño. -Sí, vamos.
Me pongo en pie y ella me sigue, abro una puertecilla de madera, bastante vieja, y bajamos por unas escaleras chirriantes.
Llegamos a un pasillo con tres puertas. Me dirijo hacia la que tiene una ventanita, ya saben, puedo ver de qué se trata.
Acerco mi vista y veo unos barriles adentro. ¿Creen que el rey nos mandaría comida?
Brogan me empuja bruscamente y ve ella también a través de la ventana.
-Creo que naufragaremos durante mucho tiempo y luego moriremos- me dice y sonrío.
Frunce el ceño de nuevo. Creo que hablaba en serio.
-Yo creo que el barco chocará contra algo, quizás rocas o hielo, se hundirá y moriremos- digo y abro la otra puerta, la que quedaba en frente de la que tiene la ventanita.
Adentro hay dos camas y dos puertas más hacia atrás.
-Yo pienso que nos encontraremos con piratas y nos matarán a todos- dice mientras analiza la escultura de una sirena.- No creo que existan...
Me dice, cortando mi inspiración. Estaba a punto de decir que los tiburones romperían la vieja madera del barco y nos hundiremos, comidos por tiburones o ahogados primero, no lo sé.
-¿Qué no existe?
-Las sirenas... digo ¿alguna vez has visto una?
Veo hacia mis manos pero me niego a decir lo que estoy pensando.
-No, nunca.
-¿Yo creo que los piratas tenían tanta sed y hambre que empezaron a tener alucinaciones y por eso vieron a chicas hermosas, aunque como tenían hambre les vieron cola de pescado.
-Eso es muy ingenioso.- digo y camino hacia la puertezuela de madera que está en el fondo. Abro suavemente. Se supone que deben haber dos camarotes. Aunque en condiciones tan decadentes no me extrañaría que los soldados tomen la cama y a nosotras nos dejen en el suelo.
Veo el interior, hay dos camas iguales a las del camarote anterior, pegadas a la pared.
-Pienso que este es nuestro- le digo a Brogan, pero ella está distraída viendo por la pequeña ventana que deja ver un poco de luz.
Se acerca a su cama y se acuesta bruscamente, haciendo que la madera rechine estruendosamente. Sigo sus pasos y me acuesto en la otra cama, que también rechina.
A mi mente vienen esos ojos marrones inocentes que me acompañaban a todos lados. Extraño al pequeño Guck. Él, el que cortaba florecillas feuchas para mí y decía que de haber tenido una hermana mayor, habría querido que fuera yo. Para mí él ya era mi hermanito.
Y ahora se quedó con Sel, la mujer que me daba donde vivir a mí también. Pero ahora no sé si yo vaya a regresar.
El rey nos manda a una misión que sólo saben los dos que están allá arriba, sentados en barriles pensando en cómo obtener cerveza y el capitán. Y nosotras aquí, sin saber qué haremos o por qué nos requería a nosotras el mentado rey. Veo hacia mis manos, el dorado de mi piel se ha intensificado un poco... quizás se deba a que presiento a la muerte. Está cerca ¿No?
Mis pensamientos son cortados tras una respiración profunda, casi un ronquido.
Veo hacia el frente, Brogan está dormida y tiene los labios en puchero, aunque gran parte de su oscuro cabello cae sobre su rostro.
Sé qué debo hacer, no puedo permitir que la herida siga abierta sin hacer nada por ella. ¿Será su sangre tan fría como su piel?
Bajo de la cama, haciendo que esta rechine. Por suerte ella no despierta.
Me acerco suavemente y pongo una mano sobre su frente. La venda que tiene está repleta de sangre. Tomo con cuidado la venda y la retiro.
La sangre ha parado un poco, porque hay sangre seca tapando la herida, una gran mancha de pegajosa sangre helada y de un rojo intenso.
Tomo un poco de agua del jarrón que está a mi lado y mojo el pañuelo. Si no tengo cuidado esto podría doler. Pero el soldado de allá arriba le echó encima alcohol etílico y ella ni se inmutó, así que pienso que esto no le hará mayor daño.
Si juntas agua, sangre y un pañuelo sólo estarás limpiando una herida, pero si a eso le agregas una piel dorada la herida cicatrizará. Es una metáfora, o al menos eso me decía Guck.
Ella frunce el ceño y yo me alejo. Regreso a mi cama, que vuelve a rechinar, y me acuesto.
Así era como sanaba las heridas de Guck. El pequeño se caía a cada instante. El problema era que si yo me lastimaba, no podía sanarme. ¿Ilógico no?
Mis ojos se van cerrando poco a poco, y comienzo a caer en un profundo sueño.
Abro los ojos al escuchar pasos bajando la escalera. No sé cuánto tiempo dormí, pero mi cuerpo está rígido y muy pesado, y la cama un poco más tibia.
Veo al soldado de rostro cuadrado acercarse a nuestra puerta, abre y entra pisando fuerte. Claro ¿a quién le importaría que estemos durmiendo dos muchachas aquí?
-Necesito que limpien la proa, hay cerveza por todos lados.
Frunzo los labios mientras lo examino. Está tambaleando.
-¡Ahora!- grita y sale dando portazos.
Brogan despierta de un brinco y me ve expectante.
-Debemos limpiar la proa- digo y Brogan me ve incrédula.
-La parte buena es que tenemos algo en qué entretenernos.
Subimos las escaleras y llegamos a la proa. Hay cerveza por todos lados, el cielo está de un azul más oscuro y el pueblo ya no se ve, en lo absoluto.
-No creo que sea bueno tener algo que hacer, algo como esto- me dice tomando un trapeador con tanta fuerza que siento que lo partirá en dos, elevando una ceja oscura.
Tomo otro trapeador y limpio por el lado contrario. Brogan para un momento y toca su frente, luego me ve un momento y por primera vez me sonríe de lado, de forma descuidada.

El Secreto de Goldenwave #PremiosCandyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora