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La reina puede esperar, Tane.

Llevamos mucho tiempo en camino y aún no hay tierra a la vista. Este viaje parece eterno.
Veo hacia el barril que tengo al frente, sustituyendo a una mesa, y agarro un viejo mapa que encontré en una de las habitaciones vacías. Si mi instinto no me falla, podría decir que este barco perteneció a un par de piratas por las cabinas oscuras y las estrambóticas joyas que hay en ellas. Veo hacia el mapa, tan gastado por el tiempo que temo romperlo, y busco alrededor. El pedazo de Goldenwave tiene una gran costa rodeándolo. Sigo toda la línea  de la costa con mi dedo y leo todos los nombres de los puertos hasta que llego a un nombre en cursiva que hace que abra mucho los ojos: Anverite.
¡Sí! Creo que finalmente he encontrado la manera más inteligente de entrar a Goldenwave.
-¡Sí!- exclamo poniéndome en pie. Veo hacia un Leandro bastante nervioso, con un extraño tic en el músculo de la espalda, y un movimiento de brazos muy rígido sobre el timón.
-¿Sí?- pregunta, viendo ligeramente hacia mi mantel torcido. Casi se cae.
- Creo que he encontrado la mejor manera de entrar- le digo con una sonrisa. Me acomodo el mantel en la cintura y camino vigorosamente  hacia él.
-Cuénteme- me dice fingiendo tranquilidad, mientras ve el ligero movimiento de la manecilla de la brújula que encontramos, pero las venas de sus brazos y manos son bastante visibles. La tensión se siente incluso en la brisa del mar.
-Cuando era pequeña, mi nana me enseñó muchas cosas- le digo sonriendo suave. Casi no le hablo de estas cosas, es más, yo creo que no sabe mucho de mí aparte de que mi cola de sirena es rosada y que poseo una piedra extraña, que él me dio pero que me pertenecía.
Él se queda callado esperando a que continúe.
-En el Reino hay un puerto abandonado. El puerto Anverite. Está escondido a un costado del Reino y ya no lo utilizan desde que los rumores de sirenas asesinas se expandieron. Podríamos entrar por ahí.- sugiero, esperando una reacción de su rostro serio y pensativo.
-¿Sirenas asesinas?- inquiere con una ceja arqueada.
-Sí.- afirmo. -Los rumores no eran verdaderos.- digo moviéndome hacia él, viendo las olas azotar la parte baja del barco.- Los rumores iniciaron desde que  encontraron a un bebé con escamas en la orilla de ese puerto, hace muchos años.- digo y por un momento mi mirada se pierde en el agua y cielo azul.
-Era usted.- afirma colocando una de sus manos gruesas en mi cintura.
Asiento suavemente y continuo- Mi nana trató de mantener el secreto de mis escamas, pero al parecer alguien ya me había encontrado antes que ella. Ese alguien llevo el rumor y reunió a mucha gente para deshacerse de mí. Cuando ellos regresaron al lugar para desaparecerme, mi nana ya me había llevado a su hogar.
Su mirada se pierde en el horizonte, mientras su expresión pensativa me termina por poner nerviosa.
-Entonces aquellos rumores eran verdaderos- dice para sí.-Si en Anverite hay más como usted,- continua finalmente- sí que es un lugar seguro- afirma con una sonrisa.- Vamos para allá entonces.
Toma el mapa y lo examina con parsimonía y gira el timón con su profesionalismo habitual.

Me pongo en pie y camino de nuevo hacia él. Ha pasado ya un largo rato y aún seguimos viendo el mar infinito, nada de tierra.
-¿Nos hemos perdido?- pregunto al capitán, quien está tan concentrado que apenas vuelve la vista hacia mí.
-No lo creo- me dice con una suave sonrisa de lado.- Es sólo que Goldenwave está bastante lejos.
Veo al cielo azul y diviso unas nubes grises desde lejos.
-Iré a buscar algo de comer-le digo pensando en los camarotes que hay debajo- Quizás encuentre algo.
Camino dando pasos suaves en la rechinante madera, bajo las escaleras también rechinantes y llego al camarote más grande, luego comienzo a rebuscar entre los barriles.

-Debe haber algo. Aunque sea lo más mínimo.- digo para mí mientras abro uno a uno varios barriles, pequeños y grandes.
Lo único que encuentro son unas manzanas bastante viejas hasta el fondo de un barril lleno de moho.
-Creo que no comeremos hoy- suspiro recostando mi espalda en el barril. Junto mis piernas a mi pecho un momento y observo alrededor, buscando la más mínima señal de alimento.
Veo una cosa redonda sobresalir de un barril y me acerco suavemente. De repente, justo antes de tocarlo, escucho un sonido que me hiela la sangre: un canto de sirenas.
-No puede ser. No ahora.- digo para mis adentros.
Corro hacia la proa y veo a Leandro darle vueltas al timón, con la vista en el agua y el cielo.
-Leandro.- digo acercándome a su camisa rota. Su apariencia es andrajosa, al igual que la mía.
-Dígame mi señorita- me dice ahora con el semblante tranquilo, al menos hasta que ve mi rostro y entiende mi expresión.
-¿Qué sucede?- me pregunta viendo a todos lados y tomando mis manos pálidas.
Abro mi boca para decirle, pero, justo en ese momento, un fuerte golpe de escucha en el barco y nos hace tambalear.
-Sirenas- musita para sí, buscando con la mirada algún instrumento en el barco.
El canto se escucha cada vez más fuerte y mis oídos tiemblan. Siento que mis tímpanos duelen. Veo su rostro pálido y comprendo que, para él, escuchar el canto es mucho más doloroso que para mí. Debo protegerlo.
Leandro se acerca a mí de golpe y me tira al suelo. No sé qué sucede pero Leandro me está cubriendo con todo su cuerpo. Veo su mirada de preocupación, aunque sé que no quiere perder su postura protectora.
-Tienen cola negra- me dice antes de levantarse fuertemente y quitarnos un peso de encima a ambos. Levanto la vista y veo a una sirena en el barco, apenas levantándose también del reciente golpe, con su mirada perversa de color negro y una sonrisa que, bueno, no es para nada amistosa; además su barbilla y pecho están teñidos de un rojo brillante. Veo alrededor y el barco tiene agua en él. Veo a la sirena otra vez y veo que llama a las demás en un grito agudo.
Mis oídos no me mienten. Ella acaba de decirles que ya tienen comida para la cena.
Se escuchan estruendos en la madera y seguido de eso aparecen tres sirenas más frente a nuestros ojos.
-El hombre es mío- le dice una de cabello rojo a la otra, quien ríe. Yo me pongo enfrente de Leandro pero él me quita y se pone adelante de mí fácilmente.
-¿Entiende lo que dicen?- me pregunta mientras escucho sus cotilleos.
-Sí.- digo viendo a una de ojos morados y cabello castaño intentar acercarse a Leandro.
-La chica se ve apetitosa, aunque sucia.- dice una pelinegra viéndome.
-El hombre también apesta- le dice la de los ojos morados y se deslizan suavemente hacia nosotros, como si fueran serpientes.
-Pero sabe bien- le dice la otra, la de ojos negros, con una sonrisa malévola.
-¡Aléjense!- grito tratando de ponerme adelante del cuerpo de Leandro, pero él no me lo permite. Me sigue sosteniendo detrás con sus grandes brazos.
-No arriesgaré su vida- me dice él entre dientes. Yo me resigno un momento a mi espacio detrás de su espalda, al menos hasta que me doy cuenta de que su espalda tiene gotas de sangre. Gotas nuevas y tibias que me mojan el cabello. ¿De eso me protegió? ¡Ya lo mordieron!
Las sirenas tocan sus pies y la sola idea de que le vuelvan a hacer daño hace que un valor extraordinario me recorra el pecho.
-¡Dije que se alejen!- grito. Sus risas de escuchan en todo el barco y siento que mi rostro arde. Súbitamente la imagen de Brogan llena de lodo entregándome la piedra verde viene a mi mente.
-¡La piedra!- grito.
Saco la piedra irisada de mi corsé y con mucha esperanza la dirijo hacia las sirenas, esperando que la piedra saque alguna clase de poder sobrenatural que derribe a los seres de cola oscura.
-¡Vamos! ¡Haz algo!- grito al sentir los brazos de Leandro cada vez más tensos sobre mi cintura, tratando de regresarme a mi "lugar seguro".
En lugar de eso, las sirenas se ríen de mí. Una de ellas me ve con más atención y luego ve hacia la piedra.
-¡Es ella!- les dice la de cabello rojo y yo me quedo petrificada.
Las sirenas dejan de reírse y me ven a mí, luego a la piedra, y luego a mí otra vez.
Lo más extraño sucede cuando las veo retroceder e inclinar su cabeza hacia mí. Veo hacia la piedra y la limpio con mi mantel.
Quizás la suciedad no le permite funcionar.
-Señorita, creo que la han identificado- me dice Leandro acercando sus labios a mi oído.
Su agarre se afloja suavemente y logro salir de atrás.
Las sirenas no se mueven. Yo camino hacia ellas lentamente, no lo bastante cerca como para que me coman, pero sí para verlas. ¿Habrá funcionado la piedra y no me di cuenta?
-Disculpe nuestra intervención, majestad- me dice una, la de ojos negros que no tiene cabello. Sí, la que mordió a Leandro.
Mi mente se pierde un momento en aquellas palabras. ¿Majestad? ¿De qué hablan? Trato de decifrar qué debo decir, pero mi mente no me lo permite. Cuatro sirenas asesinas acaban de inclinarse hacia mí... ¿Qué debo hacer?
-La hemos estado buscando- dice la de cabello rojo, sin levantar mucho la mirada- Ha pasado mucho tiempo.
Yo sigo estupefacta frente a sus palabras.
-Existe la posibilidad de que la estén buscando, señorita Tane- me dice Leandro tomando mi mano fuertemente. Tampoco confía.
-Sí. La hemos buscado durante años de años.- dice la pelinegra.- La reina estará feliz de verla.
¿Reina?
Tal vez me quieren comer y se están inventando un buen cuento.
Pero... ellas no saben que soy sirena. ¿Lo sabrán?
Los brazos de Leandro tiemblan un poco y cae sobre la madera.
¡Su herida!
Me tiro en el suelo junto a él y busco agua, la cual hay a mi alrededor, y trato de curarlo mientras gime de dolor.
-Tenga cuidado señorita- me dice tomando mi mano.
Yo le doy la vuelta a su cuerpo y mojo su espalda delicadamente.
-¿Él es...- empieza la que no tiene cabello- su consorte?
Yo vuelvo la vista hacia ellas y me doy cuenta que no se han movido.
-Sí. - digo lacónica.
Leandro gime mientras yo veo las heridas sanar poco a poco. Una gran mordida se ubica en un costado. Una gran mordida. Y eso que parece que tuvieran la boca pequeña...
Ellas se hacen miradas furtivas, como tratando de averiguar qué deben hacer.
-La reina anhela verla- dice la que no tiene cabello, tratando de limpiar la sangre de su pecho desnudo.
-No tenemos tiempo para ver a la reina- digo agudizando mi oído para escuchar la respiración arítmica de Leandro.
Las sirenas se quedan en silencio otro momento hasta que escucho la voz de una afirmar:
-Usted no sabe. Usted no tiene idea de quién es.
Vuelvo la vista y ellas se unen, abriendo un agujero extraño que forma luz. De repente, de agujero, pasa a ser espejo, y luego imágenes.
Veo a una sirena de cabello rubio sostener a un bebé, una bebé de cola rosada. Luego se ven imágenes borrosas de lo que parece ser una guerra bajo el mar y por último imágenes de la misma sirena desesperada buscando algo entre lo que parecen ser corales en forma de cunas.
-Ella es la reina- me dice la de cabello rojo.
-Y usted- dice señalando a la última imagen- es la bebé robada- dice la que no tiene cabello.
Siento las manos de Leandro cubrir mi cintura y sus labios cerca de mi oreja.
-¿Qué sucede?-inquiere.
Toco la mano de Leandro con tranquilidad y la acaricio, luego vuelvo la vista a ellas. No son de fiar.
Las sirenas de cola negra son... horribles, según las leyendas.
-No tenemos tiempo. Debemos salvar a Goldenwave- digo poniéndome en pie.
-¿Bromea... Majestad?- pregunta la de los ojos morados.
Me ven, esperando que niegue lo que quiero hacer pero mi postura permanece firme.
-Su rey, majestad, no es más que un tirano- dice una.
-No voy para salvar al rey- aclaro- Voy por el pueblo.
-En ese caso, no podemos permitir que se marche sola- dice finalmente la de ojos negros.
Yo las veo, escéptica aún por lo repentino de la situación.
Y esa, esa es la manera en la que resulto yendo a Goldenwave junto a una enorme bandada de sirenas asesinas y un grupo de tritones especializados, que cada vez parece aumentar más en número, llamados para compartir mi misión suicida.
《Nuestra misión suicida》pienso con dolor en el pecho al ver a Leandro, guiando el barco con dolor en la espalda.

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Lamento la tardanza muchachos.
Ahora fui yo quien se tardó 😅
Gracias por leer♡
Besos♡

G.K. Warriors

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⏰ Última actualización: Jan 13, 2018 ⏰

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