Veintiuno.

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Me encontraste a la salida del colegio, el que me hablarás era ya un privilegio.
Querías hablar de mis sentimientos, de la carta y mis pensamientos; por dentro yo rezaba para que no me rechaces, ¿qué hago yo, linda chica, si a mi corazón deshaces?

Me dijiste para ir a tomar un café, acepté, en todo el camino yo de ti no me alejé.

No podía dejar de contemplar tu rostro, tu cabello al viento, ese que hacía que me faltara el aliento.

Perfecta.
Esa palabra es la única que te define, la que te hace ver tan correcta.

Tus ojos me miran amablemente ocultos tras el vapor del café, mi corazón se acelera y mis mejillas enrojecen.
Soy el único en sentirse así, probablemente.

Espero y espero a que palabras salgan de tu boca,
¿y si me rechazas?
¿y si a mi mente vuelves loca? 

Lo que ella jamás leerá...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora