II

147 21 3
                                    

Pasaron dos estaciones antes de que DongHwa se atreviera finalmente a dejar salir a DongHae. Había comprobado desde la mañana el procesador y los programas principales de su disco duro; aunque estas cosas, sabiendo que eran importantes, no eran las que más lo dejaban consternado.

Lo que más le preocupaba a DongHwa, es que aún había gente que tenía resentimientos contra cualquier mecanismo que pudiera pensar por sí mismo, principalmente contra los robots, gracias a la guerra que se había originado casi veinte años atrás.

Dicha guerra había dejado una profunda marca que continuaba latente en la gente que la había logrado sobrellevar como mejor pudo. Al concluir la guerra con la desaparición del pueblo norcoreano y la rendición de China, lo que las personas mejor hacían era tratar de olvidar.

Todo comenzó cuando, veinte años atrás, Estados Unidos empezó a enviar enseres y apoyo económico al líder Chino, luego de que una “plaga” atacara a su nación. Todo lo que la gente escuchaba eran los mensajes de simpatía y apoyo hacia “los más necesitados”. En aquellos años hubo mucha incertidumbre y la gente estaba asustada, lo que menos quería pensar era en que, sea lo que fuese que sucediera en China, cruzara el mar hasta “invadir” su seguridad.

Terrible fue la indignación que se abnegó en el corazón de cada país que aportaba su ayuda al enterarse que, clandestinamente, China usaba todos esos recursos para operaciones restringidas, sin importarle que su gente muriera de hambre en las calles. El gobierno americano dejó de prestar su apoyo cuando la verdad fue descubierta, y las relaciones entre dichos países se cerraron de una manera poco amistosa.

Muchos piensan que fue entonces cuando Corea del Norte fortaleció su alianza con China. Hubo varios rumores sobre el inicio del Proyecto R, que consistía en la creación de robots, pero las investigaciones posguerra no fueron concluyentes.

Nuevamente Corea del Sur entró en alerta de guerra contra Corea del Norte. El líder norcoreano había tratado de persuadir a la otra mitad de la nación de que aliaran sus fuerzas, algo a lo que Corea del Sur se negó rotundamente. La amenaza ese día había sido clara: “No serían responsables por sus acciones”.

Por petición del presidente surcoreano, Estados Unidos envió nuevos escuadrones a la península coreana para resguardarla, que fueron añadidos al KORCOM*. Semanas después y sin ningún aviso, inició la primera ronda de bombardeos en Seúl, acompañados por la impactante imagen de tropas conformadas por el Proyecto R, los robots.

En un momento de ansiedad y poco después de recibir ese primer ataque, Corea del Sur trató de evacuar a las otras ciudades metropolitanas; sin embargo, en el proceso murieron más de 3 millones de ciudadanos surcoreanos tras un ataque sorpresivo. La gente comenzó a tomar sus propias medidas: huir a refugios; y cuando sentían que estos ya no eran seguros se escondían donde podían.

Los robots eran una nueva tecnología que podían aprender de los hechos y desarrollar nuevas técnicas de ataque. Leían las estrategias del enemigo, lo estudiaban y luego lo predecían. Pronto, Corea del Sur y Estados Unidos se toparon con una fuerza que les superaba con creces. 

El terror no tardó tanto en llegar, incluso sobre todos los americanos que vivían cómodamente, pues ellos también tuvieron que encarar el terror del llamado “ejército de metal”.

China tenía un arsenal que no temió usar contra Estados Unidos. Japón, México y Canadá se unieron a la guerra, peleando al lado de Estados Unidos y Corea del Sur; Rusia se unió a Corea del Norte y China.

Fue en algún punto de esa situación en que el verdadero terror inició, cuando Corea del Norte comenzó a ser atacada por el producto que ellos mismos habían diseñado durante varios años.

Rusia retiró sus tropas por el miedo, mientras Corea del Sur aguantaba tan bien como podía y en China brotaba el pánico. El Proyecto R había funcionado muy bien, tanto que continuaba evolucionando solo; y ahora todo organismo vivo era considerado como “enemigo”.

Dos años después de que los robots comenzaran a atacar, Corea del Norte ya no existía.

Las grandes potencias del mundo gastaron todos sus recursos para erradicar a los robots, con enormes bajas en todos lados.

Tras seis años de lucha y exterminio de los robots, China firmó un tratado de paz al haber sufrido las mismas pérdidas que el resto. 

La libertad a penas esclarecía en un mundo casi deshecho por la codicia.

Desafortunadamente, todo el asunto de la guerra había irrumpido en un proyecto que Lee DongHwa siempre soñó, y que tras ocho años de paz desde que concluyó la guerra, finalmente había realizado. DongHae representaba un ideal muerto, de los años de paz, cuando la tecnología latía en su mejor era. ¿Ahora cómo podía alegrarse de su éxito cuando nadie lo vería con ojos que no tuvieran miedo o amargura? DongHae sonreía y era perfecto, tan perfecto como ninguno nunca sería, y como nadie jamás sabría. DongHae tenía un núcleo, una esencia, y seguro que a nadie le importaría eso.

– No puedes decirle a nadie lo que eres jamás, DongHae –DongHwa lo tomó de los hombros, viéndolo fijamente –. Recuérdalo. 

DongHae asintió, entusiasmado con la idea de salir y tocar lo que solo podía ver desde la ventana del mismo cuarto en el que había nacido.

Cuando DongHwa lo vio salir, iluminado por los rayos del sol que pintaban de dorado el cabello castaño de DongHae, sintió una breve felicidad. El trabajo que había hecho con él era perfecto, su obra maestra. Nadie que lo viera podría saber que era una máquina. Entonces la felicidad se opacó por la consternación. Park JungSoo era el único al que tendría que decirle quién era realmente DongHae.

El Día Mas Feliz (EunHae)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora