XI

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HyukJae todavía gruñía por lo bajo cuando veía o escuchaba cómo la gente susurraba palabras que no describían a DongHae con justicia; le parecía bastante insípido y estúpido por demás, que nadie se detuviera a pensar en las cosas buenas y en las cosas malas que había hecho el castaño, para ver cuales pesaban más. Ese comportamiento suyo había hecho que no solo DongHae fuera el receptor de la antipatía en general, sino también él, por defender y pasar tiempo con “una aberración a la naturaleza como él”. Hasta entonces, para HyukJae, DongHae solo pecaba de paciente. Sin embargo, cuando hacía todas sus malas caras o se ponía de mal humor con los comentarios que alcanzaban a colarse hasta sus oídos, DongHae no hacía otra cosa que no fuera reír y a él le costaba bastante calmarse o hallarle el humor a todo eso. Al final y después de tanta risa, él terminaba riendo también y el tema se zanjaba.

– ¿Tú eres bueno en deportes? –Preguntó DongHae viendo a los chicos que jugaban baloncesto en la cancha que tenían en frente. Le dio risa ver a HyukJae encogerse de hombros con algo de incomodidad a su lado.
– ¿Recuerdas lo que te conté que pasó el otro día en clase de deportes?

El castaño asintió, acomodándose mejor en la pared donde estaban recargados, cruzándose de piernas.

– Bueno, pues eso pasa cada que tengo un balón en las manos –continuó, garabateando en el pasto con la punta de sus dedos. El camino que trazaban no tenía sentido hasta que se topó con la mano de DongHae y, como quien no quiere la cosa, entrelazó sus dedos con él.
– Te está sudando la mano HyukJae.

El mencionado apartó la mano rápido para limpiar el sudor en su pantalón gris. Era irónico que, aun cuando DongHae tenía limitaciones en sus emociones, él era quien estaba al borde de un colapso. Mientras él frotaba su palma en el pantalón, DongHae sonreía divertido con sus expresiones; ese chico era una caja de monerías.

Para cuando le pareció que su mano no estaba tan húmeda, volvió a entrelazar sus dedos con los de DongHae y notó que ya había sonreído bastante, lo que le trajo una duda.

– ¿Estás bien?

DongHae frunció el ceño.

– Sí. ¿Por qué lo preguntas?
– Solo quería estar seguro –luego de responder se quedó un momento viendo su mano y la de DongHae unidas. Sin ver se sentía como la mano de cualquiera, pero una vez que sus ojos se ponían sobre ella podía ver sus articulaciones artificiales –. ¿Cuál ha sido el día más feliz de tu vida? –y por primera vez HyukJae vio un ligero rubor en las mejillas del castaño.
– Cuando nos besamos… – carraspeó.

HyukJae sabía que estaba tanteando una línea frágil con la suerte, pero quiso aprovechar la atmósfera del momento al menos solo un poquito. Se acercó a DongHae y le robó un corto beso en los labios sin darle tiempo a que respondiera o reaccionara, cuando se separó de él no pudo más que ver sus ojos bien abiertos parpadeando incrédulos.

– Bueno… –se aclaró la garganta–, no te sorprendas si de repente comienzo a echar chispas.
– ¡Oh! –exclamó HyukJae–, espera aquí, ¿de acuerdo? No te muevas, ¡no te vayas a mover de este lugar DongHae!

Habiéndolo dicho, se levantó y corrió rumbo a la entrada más cercana a los dormitorios de la universidad, dejando al castaño sentado, contrariado y con muchas dudas, pero si algo tenía DongHae, eso era paciencia, así que, por más que sentía una curiosidad imperiosa revolviéndose en su interior, se quedó sentado donde mismo.

Al cabo de algunos minutos, HyukJae apareció en la esquina de la pared donde estaba sentado y por la misma tras la que había desaparecido; seguía corriendo hacia él, lo que provocó que al final casi se cayera de bruces encima de DongHae, afortunadamente se había alcanzado a apoyar en la pared, pero eso no quitó que los dos rieran.

– De acuerdo –berreó con la sonrisa amplia que hacía que sus encías se expusieran–, tienes que cerrar los ojos.

No muy convencido, DongHae le frunció el ceño.

– ¡Anda! Tienes que cerrarlos hasta que te diga que los abras –insistió HyukJae.

DongHae lo hizo, un poco receloso, esperando a que el pelinegro le diera la señal de abrirlos. Mientras tanto, escuchó sus botas crujiendo en el pasto varias veces, lo que solo aumentaba el vértigo de su curiosidad. Se estaba planteando seriamente espiar, cuando el otro al fin le dijo que abriera los ojos.

Al hacerlo, DongHae se topó frente a sus piernas con una pecera redonda en la que nadaba un pez dorado, de los que no había podido comprar aquella vez que estuvo en el callejón con HyukJae.

– Dicen que ver a los peces nadar ayuda contra el estrés, así que pensé que también podía ayudarte a ti, ¿no? Si te sientes agitado o intranquilo puedes tratar con ver nadar al pez dorado.
– ¿Y qué pasa si me sobre exalto más al verlo y acordarme de ti? –Preguntó con una sonrisa bien plasmada en sus labios.

HyukJae abrió en grande los ojos y abrió su boca un par de veces, pero ninguna palabra salió de sus labios dudosos.

– Yo… este…

DongHae rió fuerte.

– Solo bromeaba, muchas gracias.

***

A como las tardes pasaban, DongHae y HyukJae se habituaban más el uno con el otro. HyukJae procuraba no hacer cosas inesperadas que pudieran repercutir en el castaño, mientras que DongHae se acostumbraba a sentir mariposas y a enjaularlas para poder experimentar un buen tiempo con el otro sin que todo terminara con él alterándose.

DongHae le había mostrado su colección de canicas, sus dibujos y las fotografías que le gustaba tomar de casi cualquier cosa, además de confiarle el secreto de cuidar tan bien a las plantas.

“El secreto”, decía él, “es hablarles con cariño todos los días”. Mientras más pasaba tiempo con él, HyukJae sentía que no era suficiente; y entre sus clases y su trabajo en los fines de semana, siempre trataba de hacer huecos para DongHae.

El Día Mas Feliz (EunHae)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora