XII

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DongHae no terminaba de entenderlo todo cuando DongHwa le pidió que entrara en el armario y que no saliera por ningún motivo, a menos que él se lo pidiera. Desde ahí dentro pudo escuchar la voz de JungSoo y la de su padre en lo que parecía una discusión acalorada, pero no podía estar seguro porque sus voces, a pesar de ser ruidosas, no hablaban con claridad.

Al cabo de un rato escuchó más voces y un estruendo que le puso los nervios de punta y le hizo desear haberse llevado el pez dorado con él, porque temía que en cualquier momento los nervios se convirtieran en un insufrible pánico que lo hiciera alterarse de más. Si al menos entendiera lo que estaba ocurriendo no estaría tan inclinado al suspenso.

Luego de minutos, que a él se le antojaron como horas, todo el alboroto sordo que se escuchaba afuera cesó repentinamente, y aunque él deseaba enormemente tranquilidad, eso solo hizo al suspenso más tortuoso de lo que había sido escuchar todo el revuelo.

Al poco tiempo DongHwa abrió la puerta del armario, sus ojos lucían ensombrecidos a contra luz; en ellos se agitaban fantasmas de agonía. Él continuó sin saber qué pensar con lo que su padre hizo después de aquello.

– lo siento… lo siento mucho DongHae –murmuró abrazándolo con fuerza y besándole la frente.

***

JungSoo estaba sentado en un taburete junto a él, ambos observando cómo DongHwa alistaba con manos temblorosas su silla de trabajo.

“No es bueno que una máquina tenga sentimientos”.

DongHae comprendía por qué era normal no tener fe en la humanidad, era traicionera y engañosa, no podían confiar ni en ellos mismos; así que DongHwa se veía obligado una vez más a hacer algo que no le agradaba.

Pero era mucho peor que “no agradar”. Cada vez que DongHwa tragaba, sentía una especie de ácido resbalando espesamente por su garganta, borboteando en su estómago; las manos le temblaban y sus ojos corrían el riesgo de anegarse en lágrimas. No se permitía llorar porque no quería que su hijo, su muchacho, lo viera de esa forma en un momento tan amargo para los dos.

Cuando al fin terminó de prepararlo todo para el trabajo, estiró su mano hacia la silla. DongHae se levantó para ir a recostarse en ella, cargando consigo una ruda expresión hermética. Para él era como estar en altamar, y creía que estaba a un paso de odiar a la humanidad por su simple naturaleza vil.

– Voy a explicártelo –comenzó a murmurar DongHwa en una voz opaca que estaba llena de tonos lúgubres–, porque no tengo secretos para ti. Voy a desinstalar el programa, luego haré un borrado de memoria selectiva… para que sea más fácil, y que los recuerdos no entren en conflicto con el sistema.

DongHae hubiera deseado negarse, tener alternativas o al menos poder conservar uno de sus recuerdos más valiosos, pero sabía que todo eso estaba de sobra, y que el hecho de hacer todo aquello era la única solución para dejarlo “vivir”. Observó los ojos de su padre desde donde estaba recostado y trató de sonreír, pero el intento no lo convencía ni a él.

– Lo siento… –murmuraron sus labios. El castaño le sonrió con el deje de tristeza que paseaba en sus ojos.
– Sigo pensando que eres el mejor papá del mundo.

***

DongHae abrió los ojos por primera vez un Julio 11 del año 3013. Era verano y lo que atrajo su atención fueron las hojas que se contorneaban verdes en las ramas de los árboles. Parecía una danza hermosa, cronometrada y ensayada para el momento de su nacimiento.

A su derecha, JungSoo lo miraba fijamente; frente a él, DongHwa mantenía su distancia.

– DongHae ¿sabes quién soy?

El robot asintió.

– Mi creador.

Por largos minutos DongHae observó al científico llorar desconsoladamente sobre su regazo, sin entender ni inmutarse, sin ninguna emoción en absoluto.

El Día Mas Feliz (EunHae)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora