12. Lo siento.

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Cerré la puerta de inmediato, del impacto la pobre atadura que le había hecho a mi cabello, se deshizo por completo. Volví a echarme a la cama, pero esta vez me encontraba más furiosa que triste, tape mi cara con la almohada y solté un grito ahogado en llanto y por supuesto almohada. El rechinido de la puerta, interrumpió mis sollozos – ¿cómo demonios entraste imbécil?- exclame de un grito, mientras secaba mis lágrimas.

- ¿qué sucede Elena, estas bien?- ese tono preocupado y compasivo no era del imbécil de Jace, aparte mi brazo, para así confirma que era Kevin quien me hablaba. De inmediato, salte sobre el rodeándolo con mis brazos y rompiendo nuevamente en llanto – no Kevin, no otra vez, no quiero sentir esto nunca más- Kevin se encontraba confundido ante mis palabras, pero sin oponerse, correspondió a mi abrazo – vamos Ely, cuéntame que sucede- 

Antes de poder soltar una palabras, sentí una mirada fría y amenazadora proveniente de Dylan, pero no era momento para que sintiese celos –lo siento Dylan, pero necesito a mi mejor amigo en este momento- apenas yo podía entender lo que decía, así que no lo culparía si me pedía que se lo repitiera. En cambio este asintió con la cabeza, mientras me daba una sonrisa amable – dime que te sucedió-

La voz de Kevin me hizo volver a caer en aquel abismo negro y sin fondo el cual está provocado por una rotura de corazón – no creo poder soportarlo una segunda vez- lo mire desesperada, y ya sin fuerza, deje caer mi mirada al suelo – no puedo, no un vez más- mi voz quebrantada y melancólica, hacia parecer que estuviese loca o delirando, pero su único significado, era un recuerdo amargo y dolorosa, que apresaba mi corazón. Kevin se agacho para levantar mi cara, pero negué con la cabeza al instante en que puso su mano en mi mentón. Me senté en el suelo y escondí mi rostro lleno de lágrimas entre mis piernas, rodeándome el espacio visible con mis brazos y comencé a divagar en aquel tortuoso día.

Sentí la mano de Kevin reposando en mi hombro. Sé que era el, aquel anillo algo regordete que le regale en secundaria, seguía colocado en su dedo anular, dándome un claro reconocimiento, de que quien me consolaba, no era nada más y nada menos, que aquel amigo inseparable de mi infancia.

Sentí como unos brazos suaves rodeaban mi cuerpo, un pequeño susurro en mi cabello, mi único lugar disponible al mundo en este momento, hizo que mis lágrimas fuesen interrumpidas por un instante, dando paso a un pequeño risoteo, que más que conforta, me trajo un lindo recuerdo – ya no es solo tuyo, ahora es nuestro perra- la voz amable y casi llantoza de Dylan, hizo que levantase mi cabeza, liberándola de la prisión que yo misma había creado, para protegerme del exterior – tienes razón, ahora es nuestro zorra- esa debió haber sido la sonrisa más sincera que pude haberle dado a alguien, en algún momento de mi vida, pero dudo que se distinguiese mucho de una mueca, ya que se encontraba cubierta en lágrimas.

Dylan me ayudo a levantarme, con la manga del suéter, procedí a secar mis lágrimas, para así darle la sonrisa que tanto merecían mis consoladores – gracia, de verdad los amo- me acerque a ellos y los abrace lo más fuerte que pude.

- yo también te amo- esa voz no provenía de Kevin o Dylan, era una voz grabe y dulce, que una vez había escuchado, a través de la puerta de un baño. Los chicos voltearon rápidamente, para ver a quien pertenecía aquel te amo tan sincero.

- es mentira, tu solo me causas dolor- pronuncie cabizbaja, intentando retener mis lágrimas. Aquel tonto chico de pelo castaño y ojos azules, se acercó lentamente y me abrazo – debes saber, que nunca antes había amado a alguien, tu eres la primera persona a quien confieso mi amor- me encontraba metida en su pecho, podía sentir como su corazón latía, era casi melódico. Levante mi mirada, para apreciar nuevamente esos ojos azulas que una vez me habían cautivado - ¿Por qué debería creerte?, no creas que soy tonta, te vi con samantha en tu habitación- me encontraba tan triste que no podía mirarle con odio. Él solo desvió la mirada – de verdad espero que puedas perdonarme- sus palabras fueron como vidrios fríos, cortando mi piel.

No era capaz ni de negarlo, se encontraba siendo completamente sincero, pero no podía permitirme sufrir una vez más, nadie volvería a hacer lo que me hizo Alejandro. Fui sacada bruscamente de mis pensamientos, por un leve levantamiento de mi mentón, Jace hacia reposar sus labios sobre los míos, en un apasionado beso. Aunque algunas lágrimas reposaban en la comisura de sus labios, tornándolos salados, pero aun así, para mí, fue el beso más dulce del mundo.

Un sonido de asombro, destruyó por completo el momento más hermoso de mi vida – hijo, ¿que demonios crees que haces?-

Su Boda Trágica y YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora