Capítulo 5.

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Lo malo de ser impulsiva es que después de haber mandado ese mensaje, entré en pánico. Bueno, no pánico, pero me entraron unos nervios como si tuviese 10 años y el chico que me gusta me hubiese invitado a tomar la chocolatada después de la escuela.
Fui a mi ropero y busqué un look que fuese acorde a la noche de verano que hacía. Un vestido azul y unos converse blancos eran perfectos. Me maquillé un poco, dejé mi pelo al natural solo con una vincha blanca y ya estaba lista. Aunque dos que suena que lo hice en 10 minutos, me tomó una hora. Eso significaba que iba a llegar tarde.

Corrí abajo para tomar un taxi y le dije que fuese lo más rápido posible, pero llegué 20 minutos tarde. Se ve que Pedro era puntual porque cuando entré al local por su cara me di cuenta que me había estado esperando un rato ya.

- Peeeerdonnnnn. - dije haciendo puchero y yendo a la mesa en la que estaba él. Reí apenas y me senté luego de darle un beso en la mejilla.
- Voy a ver si te perdono. - Puso cara de enojado pero le duró dos segundos.

La cena fue así: chistes, historias de trabajo, discusiones sobre materias y profesores de la universidad. Pedro era un chico que si bien al principio podía parecer una persona no tan amable, luego que dejaba atrás su timidez podía ser la persona más divertida del mundo. Sentía como que si lo conociera hace mucho tiempo. O sea, sí. Lo conocía hace bastante ya. Pero esto se sentía diferente... no era ese furor que sentí esa noche cuando lo conocí, sino la calma de estar con alguien que te escucha, te entiende, te hace reír.

Ya caía la medianoche cuando decidimos irnos del bar. Decidimos ir a caminar por ahí, sin hacer mucho. Solo estar juntos, riéndonos, era suficiente.

- Pau... me gusta mucho estar con vos.
- A mí también. Siempre quise saber quién eras, porque... ya sabes... esa noche no hubo nada de charla. - reí apenas.
- Si... esa noche fue... especial. Me sentí conectado con vos. Sin embargo disfruto mucho estar así, hablando, conociéndote.

Paré de caminar y él hizo lo mismo. Antes de que pudiera preguntar si pasaba algo, me acerqué a él, lentamente, sin apuros... él hizo lo mismo. Me tomó de la cintura y eliminó el espacio que había entre nosotros. Sonreí muy cerca de sus labios por un segundo y luego lo besé. Él no tardó en reaccionar ni un segundo. U en ese beso reviví la tranquilidad y la felicidad que había sentido esa noche. Me sentí viva.

Entre besos y charlas, pasaron horas. Nos dimos cuenta que nos habíamos alejado bastante del bar, donde estaba estacionado el auto de Pedro, por lo que decidimos volver.

- Yo te llevo Pau a tu casa, ¿querés?
- Si, dale. -miré mi teléfono y me di cuenta de la hora: eran las 3 de la mañana. - La puta madre...
- ¿Pasó algo?
- Si. Mañana entro a trabajar a las 8 y ya es tarde.
- Bueno, con más razón. Volvamos.

Mientras íbamos caminando hacia al auto, cayó un rayo que iluminó todo el cielo.

- ¡Ay! - grité, abrazándome a él casi como un acto reflejo.
- No me digas que le tenés miedo a las tormentas. -me abrazó y se rió.
- No seas tarado. Soy media pendeja para estas cosas, lo admito. No me juzgues.
- Sos linda, es lo único que voy a decir de vos.

Estábamos a punto de llegar cuando una lluvia torrencial cayó como un balde de agua fría sobre nosotros. Sin embargo ninguno de los dos atinó a salir corriendo, todo lo contrario. Jugábamos en el agua como niños, como si nadie nos estuviese mirando. En un momento, me tomó de la cintura con tal delicadeza que hasta por un segundo pensé que él creía que me iba a romper. Y así, bajo la lluvia, nos dimos el beso más lindo de todos. Nunca me habían besado así.

- Me cumpliste el sueño, Pepe. - dije, riendo entre dientes.
- ¿Posta?
- Sí. Estás muy lindo todo mojado. -le di un pico y tomé su mano. - pero ahora necesito que me lleves a casa porque sino mañana voy a ser un zombie.

Nos subimos al auto y prendí la radio. Una canción de Ciro y los Persas, "insisto", empezó a sonar y el empezó a cantar como si nadie lo estuviese mirando. No podía dejar de verlo. Era como si no existiese nada más en el mundo. Y en ese momento entendí que me gustaba más de lo que me había gustado nadie. Ni siquiera mi ex, Santiago, me había hecho sentir así.

- Gracias por traerme. - murmuré, mientras estacionaba frente a mi edificio.
No es nada. La pase muy bien, gracias por llamarme.
- Gracias por ser tan lindo. Que descanses Pepe. - le di un abrazo y me bajé del auto.

Ya acostada, solo podía pensar en que había pasado esa noche. Había sido todo perfecto. Y yo, ya me estaba empezando a enamorar. Lo único que pensaba era en que ojalá él sintiera lo mismo.

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