El primer "Yo también te amo"

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Para Edgar Luna, un escritor que admiro con la esperanza de que mi consciencia se tranquilice al saber que al menos en algún punto leyó esta locura y me dio su opinión... pues a fin de cuentas y de cierto modo es sobre él; gracias por lo que haces.


- ¿Edgar? - una voz garrasposa lo sacó del sueño profundo - ¿wey?, ¿sigues en el cuarto? - los toquidos a la puerta lo devolvían uno a uno a la realidad.

Al parecer se había quedado dormido abrazando la camisa de Cristian al tiempo que recordaba sus primeras veces, las que sabía de memoria de tanto repetirlas. Talló sus ojos detrás de los lentes maldiciendo el no habérselos quitado pues se habían marcado en su nariz, escondió de nuevo la camisa a cuadros bajo su almohada y aclaró la garganta para sonar lo más normal que pudiera.

- ¿Qué quieres wey?

- Pinche Edgar pensé que no estabas - Ron intentó abrir la puerta sin éxito - ¿me puedes abrir?

- Voy.

Se topó con el rizado como si se acabaran de despedir, al parecer en verdad durmió bastante pues su amigo terminó todo lo que le había dicho que haría, incluso notaba un aire de alegría que casi no mostraba, ¿que chingados era tan bueno para que sonriera así?

- ¿Qué pedo?

- ¿Pudiste hacer algo con el sofá gastado?

- Mmm... - no podía decir la verdad si aún lo quería conservar - mamá  me dio permiso para mandarlo a Oaxaca y...

- Sabes que puedo preguntarle si lo tiene allá, ¿verdad?

- Este... - pasó saliva aún más nervioso - si... pero no tienes porque desconfiar... yo... bueno en unos días vendrán por él así que...

- ¿Escuchó señora?

Ron levantó el celular mostrando una llamada en curso, los ojos de Edgar se abrieron sorprendidos pues claramente sabía a quién estaban llamando.

- ¡Yo no acepté nada Edgar! - la voz de su madre se había robotizado a través del móvil pero por supuesto que era ella - ¡Ron, hijo, no lo dejes hacer tonterías!

- No se preocupe señora - sonrió con autosuficiencia mientras los ojos café oscuro de Edgar lo mataban imaginariamente - ya lo tengo resuelto.

- Eres un hijo de tu puta madre - se lanzó para agarrar por el cuello a su amigo pero se detuvo de pronto - ¿cómo conseguiste el número de mamá?

- ¿Qué chingaos te pasa Edgar? - se intentaba alejar de las manos asesinas de su amigo - tranquilízate.

- Qué más da si mando el sillón a donde yo quiera, no tenías que meter a mi mamá en esto - puso más autocontrol en sus manos para no matar a Ron - solo déjame quedarme con el sillón.

- Cabrón cálmate, es un mueble - Ron temía que de verdad le hicieran algo - no te pongas así.

- Bien.

Se alejó espantado de lo que había pensado hacer, nunca imaginó en tomar esto tan apecho aunque claro, jamás Ron se había sobrepasado tanto, él quería ese sillón rojo.

- Wey te pasas - mencionó mientras vigilaba las manos empuñadas de Edgar - ¿por qué te pusiste así?

- Tú tienes la culpa, ¿por qué llamaste a mi mamá?, nunca habías desconfiado de lo que digo y hasta ahora se te ocurre no creerme - con la mente más despejada empezó a ver que si se había pasado con su reacción - perdón wey, lo siento.

El sofá - Un fanfic de Cristian y EdgarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora