No podrías deshacerte de mí

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- ¿Te está gustando España hasta ahora wey?

Cristian caminaba de la mano de Edgar por la "Cava Baja", una famosa calle de Madrid repleta de bares y restaurantes que a esta hora de la tarde permanecía tranquila a pesar de la infinidad de turistas alrededor.

- Técnicamente solo es Madrid pero - miraba a todos lados maravillado por las casas y tiendas de estilo antiguo que los rodeaban - está chingón, de saber que sería así hubiera venido antes.

- Pinche madre, tú fuiste quien quiso venir a mitad de diciembre siendo que te di el boleto desde septiembre - se detuvieron al mirar el renombrado "Casa Lucio" un restaurante - ¿quieres tomar algo?

- No - sacudió su cabeza negando - tengo que volver al hotel para hacer mi maleta pues el vuelo sale mañana.

- Ya lo sé, acuérdate que me regreso contigo a México - le robó un pequeño beso que algunos miraron con desagrado.

- ¿Y eso? - los lentes habían quedado torcidos por el movimiento.

- Quiero hacerlo ahora que no me tengo que esconder - repitió el gesto dejando sonriendo al de lentes chuecos - cuando estemos allá no sé si pueda hacerlo.

- Creo que es tiempo de decirles, ¿qué dices?

- Después de ver tu Instagram con fotos de Madrid creo que no hay duda de "Crisgar".

- Siempre me gustó ese apodo - reiniciaron su marcha por la calle - pero no creí que se convirtiera en realidad.

- Eso lo sacaste de tu novela, que pinches original - ironizó.

- ¿La sigues leyendo?

- Claro, esa frase la dice cuando lo del chavo, que claramente eres tú, al que llama hurón se convierte en la "mascota" de la pendeja que pusiste de protagonista.

- Gracias por leerla.

- De nada - apresuraron un poco el paso - apúrate que ya se va a oscurecer.

Le dio un zape algo fuerte y comenzó a correr por toda la acera esquivando gente para que su novio no lo atrapara.

Desde hace tres meses que volvieron se habían vuelto lo más cercano a la pareja ideal, hacían video llamada casi diario, mandaban mensajes y aquel gesto de los "te extraño" por medio de fotos ya rebasaba las tres mil por parte de cada uno. Pusieron todo de ellos para lograrlo y se notó desde que Cris aceptó conservar el sillón rojo en su casa de Oaxaca para que pudieran poner los muebles nuevos o de Edgar que ahorró todo lo posible para poder ir a Madrid antes de que Cristian volviera por las vacaciones de Navidad.

El sol casi se había puesto en el horizonte cuando el aire le faltó a Cris producto del mini maratón hasta el hotel, Edgar brincó hasta trepar por su espalda ocasionando una caída que los partió de risa frente a todos los huéspedes en el recibidor del hotel; subieron aun a carcajadas por el ascensor llenando el edificio de risas sinceras y enamoradas, por qué simplemente querían hacerlo. Al abrirse las puertas del elevador Edgar tuvo en gracia devolver el golpe a Cris y salir ahora él corriendo por todo el pasillo hasta la habitación veinte del quinto piso, llegó primero a la puerta solo para darse cuenta que la llave la tenía el muchacho que corría detrás suyo y que arribó para taclearlo directo al suelo.

- Te pasaste de verga pinche Edgar - le dijo al tiempo que una descarga de cosquillas invadía al chico.

- Cristian ya, - rió - ya, lo siento wey - se retorcía tratando de detener a Cris con un abrazo - fue una broma, como la tuya.

Los lentes habían dado directo al suelo dejando que los rostros de ambos estuvieran casi unidos, un silencio nada incómodo se hizo sentir, las pupilas en ambos se dilataron al tenerse de frente reflejando la sonrisa del otro y las palpitaciones podían sentirse en el pecho tan fuerte como un martillo tratando de romper alguna pared, solo para que un corazón pudiera fundirse con el otro.

El sofá - Un fanfic de Cristian y EdgarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora