Ross estaba despierto y consciente.
Habían colocado la camilla de Laura al lado de la suya, no podía ahora estar tranquilo viéndola, era demasiado para él.
En este tiempo que había pasado, su brazo fue colocado en su lugar, podía moverlo con normalidad, él estaba bien, pero Laura no lo estaba.
Es increíble la mezcla de rabia, angustia, tristeza en Ross.
La rabia por no haber buscado qué alimentos podrían dañar a Laura.
La angustia por no poder ayudarla, y por no saber qué iba a pasar con ella. Su destino era incierto.
La tristeza por no poder estar viviendo esta experiencia con ella, porque la perdería, eso era seguro.
Un paramédico cerró la cortina que le daba vista a esa frágil chica conectada a cables y tanques de oxígeno, que tanto amaba.
Miraba el techo, la pared celeste que estaba arriba.
Mientras, una enfermera vino a revisar sus signos vitales. Ross la miró con los ojos inundados en lágrimas que no podía entender. Leyó su mini placa que llevaba atorada en su traje azul. Marina era su nombre.
La chica era de pelo anaranjado, parecía natural. Tenía unos ojos verdes en los que fácilmente uno podría perderse, junto con unas pestañas gigantes y curvas. Sus labios estaban levemente pintados con un brillo suave, y su piel prácticamente era perfecta; ningún granito, ningún lunar, nada. Era preciosa.
Marina miró al rubio allí tendido y notó la tristeza en sus ojos húmedos.
-¿Estas así por la chica a tu lado...? ¿Laura? -leyó unos papeles que tenía en sus manos para volver a mirar a Ross.
-¿Qué pasará con ella? -sollozó. Su tono de voz cambió radicalmente.
La chica se sentó en un piso negro que estaba al lado de la cama de Ross. Lo miró por unos segundos antes de bajar la mirada y hablar.
-Está bien, seré sincera contigo.
Ross asintió impaciente por oírla, mirando sus hermosos ojos verdes.
-Ella no está bien. Sus signos no alcanzan a ser ni si quiera para riesgo vital. Sus heridas están por todo su cuerpo, está con fiebre, necesita oxígeno, y cada una hora le administramos morfina para intentar que despierte y ayudarla, pero nada funciona. -dijo. Levantó la mirada y simplemente tomó la fría mano de Ross.- No le damos muchas esperanzas. Hicimos lo que pudimos para intentar curar esas heridas. Según el doctor Gonzales, el doctor del Servicio Médico Legal, no hay cura en el mundo que pueda salvarla. Su tiempo está contado, no hay nada que podamos hacer.
Ross cerró los ojos y de consuelo ocupó su hombro para apoyar su cabeza y soltar las lágrimas.
-¿Necesitas un abrazo?
Marina desvió su intención de llorar, para sentarse y abrazarla. Puso su cabeza en su pecho, rodeándola por la espalda y cintura, la apretó y suspiró. Ella acariciaba su cabello y espalda. Se sentía a gusto. ¿Será por su belleza? ¿Por su suave y delicada voz? ¿Su olor tan peculiar? No lo sabía.
Aprovechó su abrazo para soltar otras pocas lágrimas y liberar sus sentimientos tan confusos.
Marina irrumpió el momento.
-Perdóname, debo ir a cambiar el suero de Laura.
-Vete y por favor manténganme informado.
La chica de pelo anaranjado asintió y sonrió por última vez antes de abandonar la habitación de Ross. Pero se detuvo en la cortina antes de abrirla.
-¿Quieres verla?
Ross asintió sabiendo que no podía levantarse de su camilla aún, pero sí sabía que Marina lo ayudaría a verla.
-Te advierto, puede ser un poco fuerte, la verás entera.
Sonrió pervertidamente pero enseguida se volvió serio esperando ver a Laura.
Marina abrió la cortina.
Sintió que vio lo más horrible en su vida entera.
Laura estaba ahora conectada a cables rojos en sus pechos y unos en su estómago.
Una máscara de oxígeno, estaba roja completa, tenía heridas moradas y una que estaba sanando, pero estaba en su dedo índice derecho.
Era suficiente como para que sus ojos nuevamente se llenaran de lágrimas. Si contuinuaba viendo su cuerpo, estaba hasta en los ojos, los tenía morados y cerrados. Heridas se formaron en sus cafés ojos y también ahora en su nariz y mejillas. Eran pequeñas pero se veían desagradables. Pero no le importaba eso, estaba muy mal.
La máquina que indicaba sus latidos no mostraba buenas señales, el pitito que suena mientras tu corazón late, sonaba cada cinco segundos. Marina explicaba que su presión estaba jodidamente alta, su nivel de oxigenación casi nula y salió de la habitación.
Ross miró al frente, la cortina blanca, y cerró los ojos soltando las lágrimas.
Sintió unas ruedas pasando por el pasillo, y por el espacio que quedaba entre la cortina y el suelo, pudo ver y escuchar que era un desfibrilador.
El doctor entró en el espacio de Laura, pero de pronto se pasó a la sala de Ross, se acercó a él y su voz grave lo sacó por un momento del llanto.
-Tú debes ser Ross Lynch, ¿verdad?
Asintió.
-Tengo que decirte algunas cosas de Laura, de sus exámenes y tendrás que tomar una desición.
Se tensó, tragó saliva y esperó a que el doctor Osorio hablara. Había leído su placa dorada y supo su apellido. Osorio leyó unos papeles antes de curzarse de brazos, mirar a Laura y después a Ross.
-Bien. Como Marina te dijo, ella no está bien. La herimedia es una enfermedad terminal, no tiene cura, la única es ponerle doble sedante para dormirla para siempre. Lo único que podemos hacer para tenerla con vida es inducirla a un coma. No podrá hablar, ni si quiera verte, sólo respirará. La desición es tuya.
Ross quedó perplejo. No sabía qué responder, el tiempo era limitado. El doctor habló al ver que Ross no respondía nada, ni si quiera parpadeaba.
-Courtney murió porque la atención médica no fue dada a tiempo. Tú salvaste a Laura de que muriera en menos de dos horas, como pasó con Eaton. Eres un héroe, pero las papas que tú cocinaste hicieron peor las cosas. Si no puedes responder ahora, no lo hagas, sólo piénsalo y llámame cuando tengas la desición.
Asintió, y Osorio salió.
Nuevamente dejó salir las lágrimas. Osorio remarcó: "pero las papas que tú cocinaste hicieron peor las cosas" y ese comentario no lo hacia sentir mejor. Aunque le encontró sentido, si él hubiera sido al menos un poco más atento y responsable, si hubiera buscado en el navegador qué podía comer Laura y qué no, esto no estaría pasando justo ahora.
Cerró los ojos y recordó los momentos mas tiernos que vivió con ella, cosas bonitas, cosas que nunca se olvidarán, antes de que gritara:
-¡Doctor Osorio!
El hombre escuchó el llamado y corrió desesperadamente hacia la habitación de Ross.
-¿Qué sucede? ¿Te duele algo? ¿Le pasa algo a Laura? -consultó respirando rápidamente, como si hubiera corrido una maratón infinita.
-No, tomé esa desición.
Osorio miró al rubio a los ojos cristalizados. Suponía cuál era la respuesta, pero no se adelantó aún.
Veo que algunas aún siguen leyendo, ¿qué les pareció el capítulo? ... A propósito, ¡Ya llegamos a las 500 lecturas y 100 votos! Muchas gracias, amo escribir esta historia.

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ONLY MY FANTASY; raura
Fanfic-Entonces sólo fuiste una fantasía, sólo mi fantasía. -No sé que decirte. - dijo limpiando una lágrima que quería asomarse. -Lo que digas no podrá quitar que sólo eres y serás una fantasía para mí.