La estación.

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Se hallaba escuchado música con los auriculares puestos, buscando de una forma de escapar del ruido de la vida cotidiana, había sido un día duro para ella que tan solo buscaba de un descanso.

Su pie golpeaba el suelo con suavidad al ritmo de la música mientras esperaba del tren que la llevaría a su hogar. Quería regresar pronto, quería hundir su rostro contra la almohada para acabar con sus frustraciones.

Acomodó un mechón tras su oído soltando un suspiro, la gente comenzaba llegar, la estación se había vuelto aglomerada. Y en medio de esa multitud de gente notó al hombre que cada día observaba acercarse tan puntual como siempre.

Acomodó su uniforme tratando de hacer que luciera decente, tal vez él jamás notaría de su presencia, pero para ella la esperanza era mucha; quitó los auriculares guardándolo en su mochila. Y con cierta discreción se fue acercando a él lo más que pudo.

Quizá y hoy sea cuando se anime a hablarle.

Quizá y hoy sea cuando tengan de una conversación.

Y solo todo sale bien podría llegar a una amistad.

Eso deseaba, eso quería. Pero todo vino abajo cuando notó de una segunda presencial junto a él, y una que no le fue agradable.

Él estaba ahí parado con una chica abrazada de su brazo sonriente. Parecía esté muy animada, mientras que él solos en mostraba neutral y aveces le regresaba de unas cuantas palabras a todo lo que su compañera le decía.

Estaba muy próxima a ellos, nunca les quito la mirada de encima. Y tampoco fue que se preocupara por ser discreta en observarlos tan descaradamente. No sé percató de eso hasta que vió acercarse al hombre a ella.

— ¿Qué tanto nos miras, mocosa?

Su voz, su maldita voz había provocado de un montón de reacciones en ella, era tan perfecta como había imaginado.

— ¿Ah?

— Tú constante mirada incómoda a mi novia.

Era algo de lo que sospechaba ya, pero que se lo dijera le dolía más. Aún así su maldita voz le tenía totalmente pérdida.

— Lo siento, es que es muy bonita.

Mintió.

Hubiera preferido decir: es que usted es muy guapo.

Pero sería muy acosador.

— Tsk.

Volvió a alejarse.

Y ella quedó entre alegre y triste. Una combinación algo rara y difícil de describir.

Ahora conocía un poco más de él, aquél hombre desprendía de una embriagante aroma difícil de olvidar, y su voz era algo que tampoco olvidaría.

El Chico Del Tren | Levi Ackerman ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora