Ahogada

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Antes de salir del lugar, la amordazaron de nuevo dejándola tirada. Inmóvil.

Nella pasó la noche entre una mezcla de inconciencia y sopor convertido en una real pesadilla. Todo quedó en silencio de nuevo.

Al día siguiente, hora desconocida. Ni las pisadas sobre el piso con piedras, ni el ruido que hacía la puerta al arrastrarse cuando se abría, ni las voces del cuarteto, lograron despertar a Nella, la cual yacía en posición fetal, con el cabello sobre la cara, casi como la habían dejado la noche anterior, a excepción de la sangre de la boca que ya estaba seca y de sus piernas encogidas; quizá tuvo frío. Parecía más pequeña, inofensiva y vulnerable.

Uno de los hombres, el que mordiera los labios de Nella, comenzó a arrastrar una gruesa manguera que estaba conectada a una llave instalada dentro del cuartucho, le pidió al tercero que la abriera, la manguera dio paso a un chorro de agua que llevaba bastante presión. Sin remordimiento alguno comenzó a mojar el cuerpo de la pobre chica, arrojándolo sin premura alguna hacia la pared y de un lado a otro, como dado en un tablero. La sensación de ahogo se apoderó de ella, y pateaba y movía la cabeza tratando de esquivar el brutal baño, parecía pez sin agua luchando por sobrevivir. Mientras tanto, los hombresuchos parecían divertidos con aquel suceso, pudiera decirse que incluso les excitaba su agonía. Estaban los ánimos enardecidos, hasta que de pronto el agua cesó seguido de una orden. Todos voltearon para ver que había sucedido.

-¡Basta! Háganse a un lado, no puede dejarlos uno un rato porque... quítense de aquí- Se trataba del perpetrador principal. –Si queremos que este jale nos salga bien, pos hay quiaser las cosas bien-.

Nadie le discutió nada. Se abalanzó hacia Nella y tomándola por los hombros la incorporó. Le quitó la mordaza y ella comenzó a respirar con grandes bocanadas, necesitaba llenar sus pulmones de aire. Las manos permanecieron atadas.

-Traigan la comida, debe de comer- La voz del hombre sonaba hosca cuando dijo esto.

Nella lo escuchaba horrorizada, aún aletargada, trataba de mantenerse alerta. Sabía que debía obedecer y callar.

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