Limpia

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-A ver cerda párate, mira nomás como andas, esas greñas, vete los pies, apestas deveras-.

Sin advertencia alguna, comenzaron a bañarla a "manguerazos". El agua era tan fría que le lastimaba la piel, sentía como si se le desprendiera de a poco. Tiritaba, lloraba a grito abierto, el cual se ahogaba dentro de su garganta. Y cuando creyó que eso era brutal, percibió el olor a detergente de ropa, fue depositado sobre su cabeza, la cual le tallaban con furia. Pedía clemencia para sus manos que aún estaban atadas hacia atrás, la cadena que las tenía presas las había llagado y el agua le calaba en los huesos de las muñecas.

Nadie la escuchaba.

Por un momento se detuvieron los empujones. Él agua se escuchaba correr. Los pasos del hombre se alejaron un poco, luego regresó... Sintió como si miles de agujas le rasgaran la piel, estaban tallando con una escoba la parte de las nalgas. La presión del agua de nuevo sobre ella. Una vez terminada la ducha, Nella quedó de pie. El hombre que la bañara se alejó.

Nella caminaba a tientas, sentía bajo sus pies, gruesas piedras y charquillos lodosos. Alguien se aproximaba. Ella estaba titubeante, no sabía si ir a un lado o hacia otro. Las voces estaban dentro del lugar. Recibió un empellón que la aventó bruscamente. Algo arrastraban ¿qué era? ¿qué harían ahora?

Se escuchó caer algo al piso con pesadez. Inmediatamente después, fue arrojada al objeto, un colchón.

Ella cayó como bulto sobre el, anidándose con rapidez en un extremo, como cachorro herido resguardándose de su cazador. Se escuchó un sonido muy parecido al de un panal, eran muchas voces juntas, que se volvían más claras y confusas a la vez, conforme se acercaban al lugar. No eran ni cinco, ni seis; ni siquiera sabía si podía distinguir una de la otra.

Varios hombres en fila, estaban observando a Nella desnuda, frágil.
Se escuchó una voz diciendo:

-Bueno, pos aquí está la merca, nosotros ya cumplimos con lo acordado. Mañana regresamos para ver que se ofrece-

-Está bien Bulmaro, vamos a ver que nos trajiste ahora- Dijo otra voz hasta ahora desconocida.

Bulmaro, Bulmaro.  Ése nombre quedaría tatuado en la mente de Nella, quien atenta, ignoraba lo que sucedería.

SilenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora