Se le estaba enfriando el café. Llevaba sentada en esa cafetería esperando por él durante media hora, el mismo tiempo que su pierna había estado moviéndose continuamente en un gesto de nerviosismo. Cuando por fin su mente había asimilado que no iba a volver y que debería volver a casa, apareció por la puerta.
- Vaya, recordaba que la puntualidad no era una de tus virtudes, pero esto es excesivo, ¿no crees?- dijo ella intentando poner su mejor cara de enfado.
- Pero sin embargo seguías esperando por mí.- dijo él con su sonrisa.
Odiaba esa sonrisa, la odiaba con todas sus fuerzas. Era la típica sonrisa de la gente que es extremadamente atractiva y es consciente de ello. Pero, al fin y al cabo, era la sonrisa que la había enamorado dos años atrás.
- Está bien, ¿de qué querías hablar?- preguntó ella con gesto impaciente.
- De lo bonito que está hoy el cielo, por ejemplo.
- ¿Estás de broma? ¿Me has hecho esperar por ti media hora sólo para decirme lo bonito que está hoy el cielo?- se estaba empezando a enfadar de verdad.
- ¿Y por qué no? Hoy está especialmente bonito, como tu sonrisa.
- Si me has llamado sólo para decirme tonterías mejor me voy.
Estaba empezando a recoger sus cosas para irse cuando él la cogió del brazo.
- Espera,- dijo con mirada suplicante- por favor. Sólo quería decirte que te quiero y que los días sin ti son todavía más grises de lo habitual. Sólo quiero volver a pasear contigo y ser la envidia de todos los demás.
Se había quedado sin palabras, porque ella se sentía exactamente de la misma forma, y nunca se le había pasado por la cabeza que él pudiese pensar así. Él era atractivo, tendría a un montón de chicas detrás de él, y ella, bueno, ella era una simple chica del montón que intentaba entender lo que sucedía a su alrededor, sin éxito.
- Todavía podemos hacerlo.- dijo finalmente- Todavía podemos ser la envidia de la gente al pasear.
Y entonces los dos se dieron cuenta que habían vuelto a cometer el mismo error, pero mientras durase, que importaba.
