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A la mañana siguiente Mingyu despertó miro a su alrededor aquel muchacho ya no estaba ¿Acaso lo había soñado? Se levantó, las colchas seguían allí así que no pudo ser un sueño. Salió de la habitación y aun en pijama se dirigió a la cocina.

- ¡Mamá! – grito mientras bajaba las escaleras de dos en dos - ¡Mamá! – volvió a gritar,

- ¿Qué es todo ese alboroto? – pregunto su abuelo asomándose de repente.

- Buenos días abuelo – saludo el muchacho.

- Buenos días - contesto el mayor – y responde ¿Por qué gritas?

- Es que... - suspiro – ayer un amigo se quedó a dormir pero no lo encuentro.

- Ese muchacho – sonrió el anciano – está ayudando a tu abuela con el desayuno, es muy considerado.

- Iré a verlo – Mingyu se encamino a la cocina, el anciano camino detrás de él.

- Buenos días – dijo entrando en el lugar, Wonwoo estaba cortando unas verduras; su abuela estaba sentada en una de las sillas que se encontraban allí.

- Buenos días – saludaron Wonwoo y la anciana al unísono.

- ¿Estas usando mi ropa? – comento Mingyu mirando al otro joven, era más una afirmación que una pregunta.

- Si – dijo algo apenado – como sabes no tengo nada aquí.

- No te preocupes – sonrió Mingyu, la ropa le quedaba un poco grande lo cual hacia que se vea adorable.

- Es apuesto – escucho un susurro – conquístalo.

- Abuelo – susurro el joven tratando de no llamar la atención.

- Señora – dijo Wonwoo llamando la atención de todos los presentes – me podría enseñar algo – sonrió – ayer se lo pedí a Mingyu pero no sabe de esas cosas.

- Por supuesto cariño – dijo la mujer sonriente - ¿Qué es?

- Enséñeme a amar – dijo el joven con una sonrisa, todos estaban muy sorprendidos.

- No puede – dijo el abuelo de Mingyu acercándose a la mujer – ella ya está ocupada.

- Que amable de tu parte – sonrió la mujer tomando la mano de su esposo – pero Mingyu te enseñara – miro al joven que se mantenía en silencio.

- Pero él dijo que no sabía – hizo un puchero y siguió cortando las verduras.

- Él te enseñara – afirmo el anciano.

- ¡Abuelos! – se quejó.

- Puede ser tu última oportunidad – dijo el anciano con un tono burlón – no querrás quedarte solo toda la vida.

- Pero... -

- Nada – dijo una voz a sus espaldas – hazle caso a tus abuelos – sonrió la madre del muchacho entrando al lugar.

- Mamá ¿tu también? – rodo los ojos.

- Tienes 17 años – dijo la mujer – y nunca has tenido pareja.

- A tu edad ya me había enamorado por completo – sonrió el anciano mirando a su esposa – y mírame soy muy feliz.

- Abuelo antes la gente se enamoraba muy rápido – dijo el muchacho saliendo de la cocina - ¡Voy a cambiarme! – grito desde el pasillo.

El chico de la luna [MEANIE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora