IV.- "El Carnaval: La pelea frente al puesto de dulces"

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Los últimos rayos de luz solar se colaban por las ventanas del estudio haciendo resaltar los diferentes bocetos esparcidos alrededor de la gran mesa color caoba. Acaricié cada uno de los diferentes dibujos hasta detenerme en uno muy llamativo a mis ojos: un vestido de novia.

No hizo falta la presencia de exuberantes adornos para considerarlo hermoso, en mi opinión su simpleza resultaba más bella.

—Tu madre lo usó en su boda. —por un momento me la imaginé en aquel vestido; sin embargo borré aquella imagen de mi cabeza al darme cuenta de los sentimientos que traía—. Recuerdo ese día, se la veía tan feliz...

Cornelia llegó a mi lado y miró aquel dibujo con la misma expresión melancólica que siempre podía cuando mi madre salía en algún tema de conversación.

—Porque no sabía con quién se casaba. -susurré manteniendo un tono neutro. Saltaba a la vista que mi madre se había casado con Nicolás ilusionada con poder cambiarlo algún día, pero a juzgar por los sucesos anteriores estaba claro que no había tenido éxito.

—Estoy segura que sabía en la situación que estaría cuando dijo sus votos, Lya. —desvíe la mirada hacia otra parte de la habitación. No era difícil ocultar mis emociones con este tipo de conversaciones, pero la mirada de Cornelia me hacía querer soltarle algún comentario hiriente. No podía creer que ella, una adulta, aún no superará la muerte de su hermana.

—¿Me enseñas el vestido? —pregunté intentando no sonar tan brusca. Cornelia al parecer no notó mi actitud porque rápidamente se recompuso mostrándome una radiante sonrisa, para después guiarme a otra habitación repleta de vestidos.

Estuve toda la tarde en ese lugar probándome un vestido tras otro. Cornelia ignoraba mis sugerencias, según ella debía de usar el vestido perfecto. El cual encontró unas tres horas después. El vestido, según ella, había sido inspirado en la realeza, pues sus adornos estaban tan bien hechos que tenía un poco de temor caerme y estropearlos.

Haciendo a un lado el tema del vestido, Coel y Corbin se estaban demorando demasiado. Ellos habían tenido sus trajes listos en poco tiempo, y hubieran esperado a por mí si su madre no los hubiera llamado pidiendo ayuda con Rinat. La madre de los gemelos, Zaria, había dado a luz hace no más de un año a una niña de curiosos ojos claros.

Zaria era de familia rusa, llegó a Venecia con el fin de buscar información sobre Nicolás, fue por eso que empezó a trabajar en el estudio de Cornelia como pasante de modas; sin embargo terminó por enamorarse de Steven. Lo dejó todo, y tuvo un final de cuentos de hadas.

—¿Estás lista? Los chicos llegaron hace diez minutos, y se están cambiando en el otro salón... —la voz de Cornelia fue desvaneciéndose poco a poco en cuanto entro por completo al baño. Me encontraba lista, enfundada en aquel voluptuoso vestido color jade con toques blancos en los pliegues, inspeccionando mi reflejo tratando de encontrar alguna imperfección.

—¿Me veo mal? —inquirí volviéndome hacia ella.

—Cualquiera pensaría que está frente a una princesa, Lya.

Sé que había sido un alago, pero no me lo tomé tan bien al recordar el sobrenombre de mi madre.

—¿Cam y Alonzo llegaron?

—Los dejé con los gemelos... -Cornelia sonaba despreocupada, pero luego pareció darse cuenta de sus palabras— ¡Maldición!

Con eso salió corriendo, dejándome sola. Aproveché esa oportunidad para apreciar mi reflejo una vez más. Quedé satisfecha, sin embargo la única imperfección estaba en mis ojos carentes de expresión. Había intentado alejar esa mirada, pero había terminado por acostumbrarme a verla todos los días.

Angelo GuerrieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora