V.- "El Carnaval: Un reencuentro inesperado"

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Ambos estaban sentados en el suelo gritándose insultos en un idioma que las demás personas no entendían. Al principio tampoco entendí, me había acostumbrado a hablar sólo italiano, escuchar otro idioma que no fuera ese me desorientó un poco, y lo que me trajo de regreso no fue entender su escandalosa conversación. Fue un gritó:

—¡LYA! —Corbin se acercaba corriendo en mi dirección como si la vida dependiera de ello. Lo maldije más veces de las necesarias en mi cabeza, su gritó había llamado mucho la atención—. ¡NO TE VUELVAS A ALEJAR DE MÍ, IDIOTA!

¿Era Coel?

Maldición, los había vuelto a confundir.

Decidí no decirle nada, en su lugar le quité la máscara que llevaba en la mano. Coel había elegido un traje de lo más curioso color celeste pastel, parecía un noble esquizofrénico con esa mirada.

—¿Ly?

Un extraño sentimiento se apoderó de mis acciones e hizo que apretará los puños haciendo levemente notorio los nudillos de metal.

—Tú... —murmuré girando la cabeza lentamente. La expresión de felicidad de Kaidan me hizo recordar algo que no experimentaba hace tiempo; furia. El detonante fue ver los ojos cafés de su acompañante. Aquellos ojos me gustaron alguna vez, pero al verlos de nuevo las emociones comprimidas que se escondían tras esos orbes cafés no despertó otra cosa en mí que no fuera rencor—. No tienes derecho a llamarme así.

Estampé mi puño en el rostro de Dylan sin siquiera pensarlo dos veces. Sentir el contacto de su piel a través de los guantes aumentó mis ganas de darle una paliza.

Ojalá tuviera un arma.

Dylan se alejó unos metros sosteniéndose la nariz, cuando levanto la mirada todas esas emociones que expresaron sus ojos habían muerto. Me sentí un poco mejor al ver la sangre resbalarse entre sus dedos.

—A esto se le llama déjà vu.

La voz de Cam me sacó de mi burbuja asesina. Él había llegado al lado de Coel, y mostraba una mueca dolorosa como si hubiera recordado algo desagradable.

—¿Los conocen? —preguntó Coel frunciendo el ceño. Dylan intentaba alejarse lo más posible de Kaidan, que había agarrado su brazo izquierdo para impedir su caída; sin embargo ambos volvieron la cabeza hacia mí en cuanto escucharon la pregunta.

Al parecer sabían un poco italiano.

—No los he visto en mi vida. — mentí.

Me quité el guante manchado de sangre y limpie unas pequeñas manchas que habían logrado traspasar la tela.

—¡Al fin me hablas! Espera. ¿No los conoces y aún así golpeas a uno? —su expresión me dio a entender que me estaba regañando. Y, por un momento, me dieron ganas de ponerme a discutir con él sobre sus muy variadas peleas a puño limpio con Corbin.

—Viene de familia. —murmuró Cam con una pequeña sonrisa.

—No haré enfadar a Cornelia perdiendo el tiempo con turistas, vámonos.

No esperé a que me siguieran, ya me encontraba a media Plaza en un abrir y cerrar de ojos. Había hecho bien en ponerme zapatillas.

—¡Lya! —una cabellera azulada interrumpió mi huida. Sólo una persona tenía el cabello de ese color: Alonzo.

Era extraña la explicación que Alonzo me había dado cuando le pregunté el por qué se había teñido el cabello. Según él, para llamar aún más la atención femenina. Explicó que las chicas se cansaban de algo cotidiano y aburrido, por eso mismo él creó una imagen diferente en su cabello y ojos. Algo extraño, pero muy efectivo.

—¿Qué te pasó? —pregunté fijándome en su camiseta abierta, cabello revuelto, y sus pantalones mal abrochados. La sonrisa lobuna que me dio fue suficiente para saber la respuesta. La verdad era que Alonzo tenía un problema, aunque él no lo viera de esa forma, era ninfómano.

Si escribiera en una lista los nombres de las chicas con las que se había acostado, terminaría en una semana o incluso más gracias a la regla de oro: 'Una para el deleite de otros, todas para el mío'. Siempre era alguien diferente, no tenía porque mantener relación alguna con las chicas que se acostaba, según él. Eso había originado que huyera de chicas que buscaban algún compromiso.

Pasé a todo eso seguía sin poder creer que Alonzo no contrajera alguna enfermedad, él era demasiado descuidado como para usar protección.

Incluso conmigo se le pasó por alto ese detalle.

No fue algo especial, sólo recuerdo haber tenido la guardia baja. Una cosa había llevado a otra y habíamos terminado liados en su cama.

—Lo típico. ¿Nos vamos? Hice un trío en el toldo naranja y me vienen siguiendo desde que las dejé.

—¿Por qué las dejaste? —inquirí corriendo tras él—. Ese no es tu estilo.

—Lo sé, lo sé. —me respondió mirándome sobre su hombro con una sonrisa juguetona—. Pero fui el primer en llegar al orgasmo, y me aburrí de esperarlas.

Por poco golpeo su cabeza, él de verdad no tenía remedio.

—¡EH, ESPÉRANOS!

Coel corría detrás de nosotros con Cam a su lado. Ambos parecían apunto de desmayarse, pero ninguno aminoró la velocidad.

Sonreí, los únicos que podía dispersar los recuerdos que me trajeron los hermanos Taboada eran ellos.

¿Qué estarán haciendo aquí?

Me hice esa pregunta el resto de la noche. En cuanto dejaba de prestar atención a las tonterías de los chicos, las dudas sobre la presencia de Dylan se colaban una tras otra. Aún así traté que ese simple detalle no afectará mi comportamiento, Cornelia sabría que algo me ocurría si demostraba alguna inquietud.

Tomé fotos, bebí, comí, e incluso bailé; sin embargo seguía sintiendo que algo me faltaba.

No fue hasta que pille a un tipo extraño viéndome bajo una máscara que mis pensamientos negativos se vieron obstruidos.

Conocía esa mirada. 

Había convivido con esos ojos azules.

Debía de ser una ilusión...

¿Travis?

Angelo GuerrieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora