VII - La muerte del Rey demonio:

54 12 2
                                    



«El recuerdo es vecino del remordimiento.»

Víctor Hugo.


Demonio Asmodeo:

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Demonio Asmodeo:

Samael miró hacia otro lugar de inmediato, ocultando su cara de mi inescrutable mirada, luego, se aclaró la garganta antes de continuar hablando, y cuando volvió a mirarme, en sus ojos no había ni rastro de las lágrimas que me había mostrado con anterioridad, sus ojos cristalinos se habían tornado fríos y austeros.

—La guerra acabó porque un ángel de bajo nivel llegó mucho más lejos de lo que nosotros jamás hubiéramos creído, se dirigió sin ningún sosiego al palacio de nuestro rey, y Abaddon salió para acabar con su osadía, aunque se llevó una sorpresa cuando descubrió que este lo único que quería era entregarle un mensaje de su creador. —Cerró los ojos durante un momento antes de continuar. Esto le afectaba. —Los arcángeles nos estaban destrozando, ya sabes, lograron un gran número de bajas gracias al factor sorpresa y no nos habían dejado tiempo si quiera de reagruparnos, así que, Abaddon prefirió pactar con Dios la retirada de su ejército alado para que nosotros pudiéramos, al menos, contar nuestras pérdidas, que habían sido muchas.

Mis puños no paraban de apretarse en mis costados, y mi cara se tensaba en un intento de no culparme por haber perdido esa batalla mucho antes de que empezase.

Si hubiera sido más fuerte...

Si hubiera aguantado con más ahínco...

Si hubiese estado más atento...

Negué con la cabeza como para disolver todos esos pensamientos autodestructivos con los que me martirizaba cada día y que ahora se habían acrecentado.

—¿Qué fue lo que pactó Abaddon? —Fue lo único que pude preguntar para aplacar el silencio que se cernía sobre nosotros. Samael me observaba con dureza, era obvio que estaba pensado lo mismo que yo.

Mi amigo me sostuvo la mirada durante algunos segundos y mantuvo el silencio un poco más para luego añadir:

—Su vida. —Concluyó.

Mi cuerpo se tambaleó, sentí como mis piernas ya no me aguantaban, y el fuerte pitido que se produjo de repente en mis oídos provocó que me fuera mucho más difícil mantener el equilibro.

¿Para qué iba a seguir luchando?, ¿por qué seguir preparándome para una guerra que ya habíamos perdido?

Pensé en los agninos y todos los años de incansable lucha para defenderse no solo a sí mismos, sino a su forma y a su estilo de vida. ¿Era necesario acabar con todos los seres que no actúan ni piensan como el resto de criaturas? Si bien era cierto que habíamos nacido del pecado eso no significaba que debiésemos de ser exterminados por ello, ya que, al fin y al cabo, todos pecan, todos flaquean, todos dudan, y aunque no todos hacen de eso su filosofía, no son castigados con la muerte. Zetten ya era suficiente penitencia, pero qué más querían de nosotros. Los demonios ya vivíamos en el infierno.

Samael miró a uno de sus costados con la cabeza gacha al mismo tiempo que se tensaba.

¿Era este el fin de Zetten y de todos sus habitantes?

El conjunto de cosas por las que habíamos batallado ya no servían de nada.

Abaddon, el Rey de los demonios... habíamuerto...  

No como los otrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora