Capítulo XXI - La nueva oportunidad de Gabriel para redimirse:

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Arcángel Gabriel:

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Arcángel Gabriel:

—¡Mientes! —Chillé zafio ante el comentario de Samael. No pude creer que existiera una época en la que llegué a confiar en el albino, por que verlo ahora frente a mí, en el equipo contrario, y mirándome impasible, me enfurecía de sobremanera.

Me fue imposible aguantar las ganas de encararlo al verlo tan impertérrito y seguro de sí mismo, por lo que me erguí todo lo que pude para comenzar el ataque contra los demonios, y tenía claro quién sería el primero al por el que iría y, por ende, el primero en caer, por mucho que él siguiera aprovechándose del arma sagrada que le otorgó el Altísimo, le sacaría su pútrido corazón del pecho y se lo haría tragar.

A pesar de mi desafío, me impresionó lo tranquilo e inamovible que se mostraba Samael, casi parecía que jugaba con algún tipo de ventaja.

Comencé a cargar contra el inexpugnable ángel caído con toda la furia vehemente que tenía. Cuando de repente, una voz que resonó en mi cabeza me paró en el acto.

—Gabriel. Detente, Gabriel.

«¿Padre

Fijé mi vista en la lejanía, sin prestar atención a nada más que a la notoria lexía del Creador de los mundos.

—Hijos míos, lamento decir Samael tiene razón. —Soltó a modo de lamento.

Supuse que en ese momento se estaba dirigiendo a los tres arcángeles que allí nos encontrábamos. Dios asía un tono débil y frágil. Su honda voz se percibía pesarosa.

-Me plañe y me aflige enormemente el haber perdido al vástago de los Angelov en algún momento del camino; pero ahora mismo, su alma está tan corrompida y purulenta, que jamás podría actuar por el bien de nuestra causa, y por muy diabólico que sea ahora el que un día fue mi hijo; tiene razón, las leyes de los mundos fueron creadas para ser respetadas, así que por ahora nos retiraremos.

Rafael y Miguel relajaron el cuerpo en cuanto dejaron de oír la voz del padre, y mirando con desprecio a los demonios y las dos asquerosas Nagas que se hallaban mostrando su forma original, se apresuraron a abandonar la sala. Sin embargo, yo no podía retirarme sin asegurarle a aquellas despreciables criaturas oscuras que habían conseguido corromper el alma de nuestra más poderosa arma sagrada, por eso, antes de irme me aseguré de amenazarlos:

—Las cosas no van a quedar así, demonios.

Acto seguido les di la espalda sin miedo a que ninguno de ellos me atacara aprovechando que les estaba mostrando mi envés. Sabía que los oscuros eran unos seres tramposos y sumamente traidores, pero mantenían la suficiente cordura como para cerciorarse de mantenerse a ellos mismos con vida, por lo que ninguno se atrevería a entrar en conflicto con mi persona.

Al salir de la habitación donde se encontraban los malignos, vislumbré como mis hermanos me esperaban con expresión indiscreta. Escudriñándome sin ninguna intención de ocultarlo.

Desplegué mis alas; grandes; amplias... terroríficas y negras cual cuervo, y flexioné mis rodillas al mismo tiempo que mis queridas compañeras de eternidad para coger impulso y ascender por el aire hacia El Reino de mi señor.

Miguel y Rafael me siguieron en el gesto, situándose cada uno de ellos en mis correspondientes costados; cautelosos, evaluando de manera circunspecta todos mis movimientos.

—Gabriel.

Abrí mucho los ojos, sin abandonar mi vuelo, al volver a escuchar la voz del padre.

—Tu misión todavía no ha acabado. —Me aseguró. —Voy a darte otra oportunidad. Aprovéchala, hijo mío. Puede que sea la última. Tenemos que conseguir que el alma de Naira Angelov vuelva a ser tan dorada y brillante que sea capaz de cegar a cada criatura oscura que se sienta tentado de observarla. Y tú desempeñarás un papel fundamental en lo que tengo pensado.

Continué con mi ascenso ahora mucho más satisfecho después de la tremebunda situación; ¿era acaso cierto que había tenido que huir con el rabo entre las piernas en vez de enfrentarme a mis enemigos con toda mi fuerza desmedida?

Pero en el momento que Dios me habló, todo se tornó diferente. Mi vida volvía a tener un sentido. Volvía a tener una misión. Una nueva ocasión para demostrarle al Altísimo que, a pesar de haberle defraudado, habiendo este sido consciente de mi torpeza e ineficacia, que podía encargarme de todas las ordenes que él me diera con extrema eficacia.

>>Esa vez no iba a fallar. Pasara lo que pasase; haría todo lo que hiciera falta, acabaría con todo aquel quien se interpusiera a que completase el cometido que me había asignado mi padre; el Creador de Los Tres Mundos.

>>El ser invencible. O al menos, mientras que los oscuros no utilizaran el poder de la cazadora en su propia conveniencia—tal y como nosotros hicimos con Abijah, un antepasado de Naira, para terminar con la vil existencia de Abaddon, el Rey de los demonios, puesto que aquellos entes, los denominados Angelov por el Altísimo, fueron creados con la mera intención de ser la cuarta y última arma divina; la más mortífera de todas; las únicas capaces de poder adentrarse en los tres mundos, gozando de numerosas habilidades para ello, pudiendo esconder su aura de todos aquellos que se atrevían a suponerle una amenaza, para poder infiltrarse sin problemas y acabar con todo adversario u oponente al que estuviera destinada a periclitar, aunque para eso, claro, debía de estar entrenada, y mucho me temía que aquella niña tonta no sabía ni agarrar un arco—.

Por esos motivos; el fracaso no podía tener cabida en las futuras posibilidades que se me abrirían a medida que avanzaba.

>>Yo era consciente de eso, y esperaba que los demonios también, puesto que yo odiaba perder y, de hecho, rara vez lo hacía... así que pensaba vengarme de las repugnantes criaturas que hicieron malograr el plan de mi señor... Asmodeo lo pagaría con su vida. 

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