XVI - Reencuentros turbadores:

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Isaías 34:14

[...]Las fieras del desierto se juntarán con las hienas,
los sátiros se llamarán unos a otros.
Allí también descansará Lilith
y tendrá un lugar de reposo[...]

Demonio Asmodeo:

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Demonio Asmodeo:

Con la piel blanquecina, ojos garzos que iluminaban la noche, que no dudaron en brillar con recelo ante mi escrutinio. Labios gruesos, carnosos... sabrosos... decorados con aquel encarnado carmín, el cabello más negro que las sombras en las que habitaba y una figura epicúrea y lasciva, cubriendo su cuerpo un vestido libertino de seda que rozaba el suelo, y cuya prolongada cola no llegaba terminar de vislumbrar del todo por lo holgado. El escote que mostraba su generoso pecho le llegaba hasta el vientre, exponiendo más partes de su cadavérica epidermis, y las mangas de su vestido se hallaban perdidas por el ensanche del antebrazo. Lilith lucía la prenda con orgullo, paseándose por la oscuridad que nos ofrecía la madrugada.

—No es que no disfrute viendo vuestras riñas maritales, pero pensé que no habíais venido aquí para gozar precisamente de vuestra luna de miel

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—No es que no disfrute viendo vuestras riñas maritales, pero pensé que no habíais venido aquí para gozar precisamente de vuestra luna de miel. —Espetó ella.

—¿A qué has venido, Lilith? —Preguntó Samael a mi lado sin sorprenderse demasiado, aunque su tono de voz era tan áspero como la relación que mantenían ambos.

Ella puso los ojos en blanco y echó la cabeza hacia un lado para ahuecarse el pelo.

—Es obvio, para ayudar. —Respondió ella.

—Si piensas que asesinando mundanos vas a ayudarnos que sepas que no es así. Apenas nos hemos recuperado en Zetten y tú asciendes para hacer esto. ¡Podrían ser candidatos a hacer pactos de sangres, a darnos sus almas en el futuro, y sin embargo... cuántas de ellas van a acabar desperdiciando su eternidad en el Limbo, ¡no tienes consciencia!

—No. —Se encogió de hombros. —Sólo he actuado. Era esto o que os pasarais toda la noche dando vueltas por el cielo como si fuerais una manada de cuervos, y nadie quería eso, ¿verdad?

La veía ahí, tan altiva, arrogante y soberbia, sin que necesitase dar explicaciones a nadie de lo que hacía que, por un momento me invadió la melancolía, pues me vi a mi mismo como en un reflejo hacía más de tres millones de años. ¿Dónde quedó ese Asmodeo?, y lo más importante, ¿podría recuperarlo algún día?

No como los otrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora