Un piso de distancia.

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Todos los días veo desde mi ventana, la clase de la chica del edificio contiguo en la planta baja. Es una chica un poco despistada que siempre se distrae en clase. Es zurda y se dedica a dibujar en la esquina del cuaderno mientras el profesor explica. Durante los descansos no se va muy lejos, le gusta estar junto a la ventana. Cuando sale se dedica a comer junto a las flores que se pueden ver desde su ventana. Pasa muchas horas mirando hacia ellas. Varios días la he podido ver haciendo jardinería junto al hombre de mantenimiento. Ella es muy sociable, tiene tres amigas con las que siempre está, menos cuando se pone a cuidar sus flores. Todas las flores que cuida ella son radiantes y preciosas. Diría que incluso las mariposas están celosas de la belleza de esas flores. Aunque no todos piensan así. Una mañana la vi a ella llorando junto a las flores todas pisoteadas. No podía dejarla así, por lo que me acerqué e intenté consolarla. Aunque me dio las gracias, se marchó con los ánimos destrozados. Otro día, los pillé con las manos en la masa. Ella estaba entre las flores y dos chicos que jugaban con un balón. Bajé lo más rápido posible y en verme llegar, la chica me llamó, cosa que me alegró e hizo que los dos chicos salieran pitando. Al final me explicó que mientras jugaban al fútbol la pelota llega hasta las flores. Como solución decidimos colocar una pequeña valla de madera. Estar junto a ella y ayudarla me alegraba, pero tenía que seguir manteniendo mi postura. Varias semanas más pasaron y no hubo más incidentes con las flores pero por ende, ninguna excusa para hablar con ella. Algo apenado, miré por la ventana y noté como nuestros ojos se había encontrado. Ella mostró un gesto nervioso muy adorable a lo que yo solo pude responder con una retenida risa. Creo que tras esta pillada, ella habrá enlazado el hecho de que yo siempre estaba en el sitio oportuno en el momento indicado. En acabar las clases, ella me esperaba en la puerta de la sala de profesores. Aunque fueran sentimientos correspondidos ambos estábamos de acuerdo a esperar a su graduación.

El tiempo pasa y los sentimientos cambian. Ese año vi como alumnos a los que di clase se graduaban. Poco a poco la escuela se fue vaciando y cuando me quise dar cuenta estaba mirando desde la ventana aquella aula tan observada y ahora vacía. Pero no estaba solo, esta vez ella estaba allí conmigo, radiante y preciosa junto a las flores que traía. Yo también le había traído flores para felicitar su graduación, pero ambos nos pusimos a reír al ver que habíamos cogido las mismas flores, rosas blancas. Un amor para siempre. Y así lo deseamos.


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Historias de un Observador (Publicada y finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora