DOCE.

35 7 1
                                    

—Michelle, Michelle, ¡señorita Martín!

Ella se sentó correctamente y abrió sus ojos de golpe, estaba durmiendo. Y toda la clase estaba en medio de una presentación sobre la perdida de recursos mundiales por unos señores adultos que vinieron de visita. Todos nuestros compañeros se le quedaron viendo.

—¿Le interesa la clase?

Michelle asintió.

—Entonces de aquí a veinte años que será lo primero que se gaste, ¿el agua o el petróleo?—preguntó un señor con un bigote mal cortado.

Abrió sus ojos al máximo y se notaba demasiado nerviosa, entonces ella empezó a morder su labio.

—Es el petróleo—le susurré.

Sin embargo ella no dijo nada y el señor se molestó.

—Señorita haga el favor de abandonar esta presentación. —él estaba tan molesto u ofendido que tenia un raro tic en el ojo.

Me reí demasiado alto que capté su atención.

—¿Se está riendo jovencito?—asentí sin problema—acompañe a la señorita afuera, par de groseros.

—Da igual.

Me encogí de hombros y tome mi mochila y salí del salón con Michelle en frente mío. Ella jugaba con sus dedos mientras caminábamos hacia la cafetería, faltaban treinta minutos para que tocará el timbre del descanso. Llegamos y la cocinera nos miró extrañada.

—Nos sacaron de una presentación porque me reí y ella se durmió.

La señora sacudió la cabeza en negación con una sonrisa, le agradaba la situación. Michelle tomó su bandeja y se acerco al puesto de comida.

—¿Lo de siempre?

Ella asintió y la cocinera le colocó hot cakes y zumo de naranja. Yo pedí mi sándwich de pollo y zumo de manzana. Como eramos los únicos en aquel lugar nos sentamos juntos y empecé a comer en silencio ya que Michelle parecía que nunca tenia las ganas de hablar y a mí sinceramente me daba igual pero por alguna razón le hable.

—¿Por qué no le dijiste al señor del bigote la respuesta que te dije?

Suspiró y se encogió de hombros mientras tomaba de su zumo.

—Algún día me hablarás—le dije.

Michelle se tapó la cara con la manos frustrada. No entendía qué le pasaba. Como la última vez, terminé de comer rápidamente y me levante.

—Tus palabras me conmueven, pero hablamos luego Michelle.

Basta, amaba mi propio sarcasmo. Y creo que entendí porque ella andaba sola, era callada, por no decir demasiado.

Compañera de clase.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora