CINCO.

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Cerré la puerta tras de mí y justo mis padres bajaban de las escaleras vestidos formales para el trabajo.

—Santiago llegas tarde, y eso significa un retraso en nuestro trabajo ¿qué no puedes respetar un horario?

—La jodida maestra me pidió que cerrará el salón de clases y una chica se tardó.

—¡Tú vocabulario jovencito!—me reprimió mi madre.

—Nosotros nos vamos, cuida a tu hermana.

Mi padres se despidieron con unos abrazos a mi hermanita y se fueron en su coche. Suspiré, me senté en el sofá de la sala y en segundo la pequeña Andrea se acercó a mí.

—¿Hoy jugarás conmigo?

—No. Ve a jugar a tu habitación, anda.

—Desde que cumpliste quince años ya no juegas conmigo, y sí lo haces te enfadas rápido.

Fruncí el ceño, debe estar de broma.

—¿Tú me estás reclamando? Tienes diez años y en vez de estar jodiéndome deberías jugar a las muñecas y tener amigas para dejar de molestar.

Realmente todo me estresaba, pero es normal, tengo poca paciencia y prefería estar solo. Le hice un ademán como diciéndole que se vaya.

—Eres un idiota—me dijo Andrea mientras iba a las escaleras.

—¡Gracias, ya lo sé!

Compañera de clase.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora