DIECISÉIS.

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Estaba disfrutando de aquella exquisita barbacoa que habían preparado mis padres y los de Michelle. La perfección hecha comida. Estábamos sentados en una mesa grande, suficiente para mi familia y los Martín. Lo siento, no estábamos sentados en la mesa, comíamos en ella, bueno, se entiende lo que quiero decir.  Mi hermana estaba presumiendo  sus "magníficas calificaciones" de la escuela, la pobre ilusa aún no había llegado al instituto, en los últimos años específicamente, ahí hay estrés. Ahí sufriría mi hermana menor.

—¿Y cómo vas tú en el instituto, Santiago?—preguntó el señor Martín.

—Me va bien señor, creo que conseguiré una beca universitaria.

—No sé cómo le hace mi hijo, jamás he visto que se despega de su libro de dibujo o de su celular.

—No me conoces lo suficiente papá—claro que yo estudiaba, rara vez pero lo hacía—además no es tan difícil, sólo es cuestión de prestar atención.

—Muy bien por ti chico, espero te vaya bien en la universidad.

Le sonreí y di por terminada la conversación. Yo seguí comiendo, aún no estaba satisfecho mi estómago. Michelle me estaba mirando atentamente, sentía su mirada, así que cuando volteé hacia ella con el ceño fruncido, ella me mantuvo la mirada, como si quisiera saber más, sin embargo no dijo nada y miró hacia mi hermanita para apretarle las mejillas.

El resto de la tarde pasó normal,  yo estuve escuchando música en la hamaca por unas dos horas más, eran las 5:38pm exactamente cuando los vecinos se despidieron, menos Michelle, ella no pronunció ninguna palabra. Se regresaron a sus casas.

**********

El jodido Lunes había regresado de nuevo, y teníamos que entregar una maqueta, que obviamente hice ayer, era una maqueta del ADN, ya saben, lo típico. Lo estresante es que la maqueta no entraba en mi casillero y mi clase de Ciencias era hasta dos horas después, y por mientras tendría que andar como idiota con la maqueta.

Caminaba hacia el salón de Español cuando vi a Michelle en el pasillo. No tenía intención de hablarle pero cuando me acercaba a su ubicación no pude evitar escuchar lo que le decía un tipo.

—¡Eh! Mudita, ¿me regalarías un beso?—ella lo ignoró y se alejó lo más rápido que pudo, me miró avergonzada cuando pasó al lado mío. —¡Tú te lo pierdes antisocial!

Aquello me enojó, pero seguí con mi camino, se me hacía tarde para mi clase de Español.

Finalizó la clase, tuve Historia y después me tocaba la asignatura de Ciencias, pasaba por mi casillero a tomar unos lapiceros de repuesto ya que perdí los míos quién sabe como.  Abrí dicho casillero y coloqué los lapiceros en mi mochila. Cuando cerré el casillero escuché un sonido de algo rasgándose, y volteé a mi derecha, unos 5 metros más adelante quizás, estaba Michelle y su maqueta en el suelo, hecho trizas. El mismo imbécil de hace un rato parado muy cerca de ella. Me acerqué a pasos agigantados con mi maqueta en mano hasta ahí.

—Te pasa por rechazarme, mudita.

Él dio la media vuelta y se fue, supuse que al comedor, pero caminaba malditamente lento. Me acerqué a ella antes, y coloqué mi maqueta a sus pies.

—Fue él ¿verdad?

Ella asintió y apreté mi quijada, tanto que dolía. Me alejé de ella y me fui por el mismo camino que aquel idiota, le toqué el hombro y él detuvo su caminata.

—¿Qué necesitas, hermano?—me dijo con una sonrisa, muy confiado.

—Necesito que dejes de comportarte como un jodido machote y dejes de joder a las mujeres—hablé.

—Oh, ¿te refieres a la mudita o a la puta? Porque...—no dejé que terminara de hablar cuando le estrellé un puñetazo en toda la cara, y cayó de lleno al suelo. Maldito pedazo de mierda son algunos hombres, y lo digo yo, que soy uno.

—Aprende a tener respeto a las mujeres, inútil.

Él se quedó ahí en el suelo, tocándose la cara enojado, pero no me respondió. Me sacudí la mano porque me dolía, no estaba acostumbrado a dar puñetazos así como así. Regrese donde dejé a Michelle y seguía ahí por suerte. Estaba asustada, al parecer había visto lo anterior.

—¿Estás bien?—le toqué el hombro pero apenas lo hice ella se hizo para atrás.—no pasa nada Michelle.

Ella solo asintió y se quedó mirando al suelo, donde estaba su maqueta estrellada y destrozada. Tomé aquel proyecto hecho mierda y lo boté en el cesto de basura que estaba cerca. Me bajé la mochila de los hombros y saqué un plumón permanente, tomé mi maqueta del suelo y con una posición rara, escribí el nombre de Michelle bajo el mío que estaba escrito ahí. Las maquetas podían hacerse en parejas o individualmente, así que no habría problema en agregar el nombre de Michelle.

—Vamos, tenemos que entregar el proyecto.

Ella me miró con una cara que no supe describir, pero me siguió, fuimos a aquella clase. Entregamos el proyecto que ahora era de los dos y nos sentamos juntos. En silencio, como siempre.

Compañera de clase.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora