Capítulo 4: Oublier ou effacer

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Capítulo 4: Oublier ou effacer

Septiembre pasó ligero en Hogwarts, con el frío asentándose definitivamente entre las ventanas, llenando los cielos con grises nubes de invierno y protegiendo a los alumnos, de una u otra forma. A parte de ello, Noviembre llego no muy diferente; con una fría capa de lluvias y helado viento que hicieron a los alumnos no salir de sus salas comunes los fines de semana.

Draco recibió la carta tan esperada durante dos largos meses, escrita con la pulcra y estilizada letra de su madre, que le hablaba con amor entre las palabras escritas y que le permitía retirarse a vacaciones un poco antes, los profesores aceptaron debido a la delicada situación en que la familia Malfoy ahora estaba, suponían que cumplir ese simple capricho no dañaría a nadie, después de todo la madre de Draco tenía colgando su salud de un hilo más fino que un cabello y en esos casos era prescindible la familia. Harry vio partir a Draco desde una ventana apartada del quinto piso, sus ojos verde esmeralda debatiéndose entre la indiferencia y el interés mientras intentaba mantenerse en puntillas para mirar adecuadamente la cabellera platinada que se marchaba junto a un Lucius Malfoy elegantemente agazapado por abrigos de aspecto extremadamente caro. Con una desdeñosa mirada devuelta al castillo y una mano puesta en el hombro de su único hijo, Lucius se desapareció sin miramientos en el punto ciego de las protecciones indicado por Dumbledore como "Para emergencias".

—El estará bien, al menos por ahora. La señora Malfoy ya ha mejorado—Harry saltó en su sitio al ser descubierto de su exhaustiva observación al lugar donde se suponía antes hubieran estado los Malfoy, se volteó tan rápido que sus lentes dieron trompicones contra su nariz y las pequeñas manos apenas pudieron cerrar con torpeza las cortinas rojo sangre. Cuando se encontró frente a frente con la persona que había llamado su atención se encontró con dos ojos color aguamarina y una linda sonrisa plantada en el rostro blanco enmarcado por sinuosos bucles negros

—¿Greengrass?—la voz de Harry sonó desconcertada, como si no fuera posible, ni siquiera imaginable, que Astoria Greengrass estuviera parada allí desdeñando todo su encanto como toda una muñequita de sociedad.

—Mucho gusto, chico Potter—aceptó la chiquilla, sus gestos eran adorables remarcados por el esponjoso y abrigado vestido color rosa viejo, sus ojos brillantes observando al hijo único de los Potter. Harry la sintió comprensiva, demasiado cálida para ser una Slytherin, lo cual le extraño.

— ¿Chico Potter?—inquirió, sus manos jugaron con el antebrazo del grueso abrigo que una preocupada Lily, que mientras recitaba todas las prevenciones contra un resfriado en una carta muy extensa, había enviado con ropa de invierno envuelta en un paquete de crujiente papel decorado, algunas prendas demasiado grandes enviadas con la esperanza de que Harry hubiera crecido un poco durante su estancia en Hogwarts.

Astoria rio, encantadora, sus mejillas pálidas como la nieve adquiriendo un apenado tono rosado ante la expresión desconcertada de su interlocutor.

—Perdona, se ha salido de mi lengua—expreso con elegancia prematura, esa que a veces Harry veía escaparse de los labios de su padre o los de Sirius y Peter, ese asentó complejo y atrayente que se adquiría al ser criado por sangre puras—Así te dicen en Slytherin, al menos Draco lo hace.

Antes de que el moreno pudiera preguntar o fruncir el ceño desagradablemente ante la mención de Malfoy, una Pansy Parkinson y una Millicent Bulstrode salidas de la nada enfilaron en el pasillo y con vestidos tan o más caros que los de Astoria pidiéndole a la menuda muchachita que les acompañara en su "caminata por el lago" con el friolento clima, Harry sabia que solo era una excusa para alejarla de él.

Y en efecto, cuando la tímida Astoria Greengrass se hubiera despedido amablemente Parkinson entrelazo sus brazos lanzando una mirada de desdén hacia donde un pequeño Harry le devolvía la ofensa y pregunto, con el tono de voz que no se molesto en regular:

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