Hunter Freeman era alguien con el que nadie se querría meter en la vida, tenía un aspecto sombrío, tenía un parche blanco en su ojo derecho, su cabeza estaba mal vendada y su cabello negro alborotado parecía perfecto para algún disfraz de día de brujas. Siempre se sentaba en una esquina oscura alejado de absolutamente todos, lo que le hacía invisible hasta para el profesor. Nadie hablaba con él y realmente su apariencia era como la de aquel alumno que raramente asistiría a clases, sin embargo estaba siempre ahí.
Él siempre evitaba contacto innecesario, lo más que le escuchaban decir era un "tch" y, en sí, nadie había escuchado su voz.
Hacía no mucho había llegado un chico bastante llamativo a clases. Tenía el cabello rojo, siempre llevaba ropas de colores morado, negro y azul, así como muy bonitas y femeninas gargantillas de distintas formas, con dijes llamativos o simples; Hunter tenía más que grabado su nombre gracias a las chicas chismosas de su clase: Gabriel Fosseti. Desde que llegó había sido el centro de atención y, a pesar de haber pasado ya meses nunca se le había visto con alguien que no fuera una de las tantas chicas de turno o así.
A decir verdad, ambos eran los populares de la clase pero a sus maneras , claro, a uno se le adoraba bastante por su personalidad, por el como era con las chicas y por su gran amabilidad al explicar algunas cosas que no se entendían en clase mientras que al otro... Bueno...
[. . .]
Todo el salón estaba lleno de murmullos y susurros, Hunter tan sólo veía el lugar en el que se sentaba sin expresión alguna. Lo que más se podía escuchar era "que asco", "¿quien es el que hace todo esto?" y "es la quinta vez en el mes que hacen ésto", definitivamente odiaba ser el centro de atención. Había unas chicas cerca ahí que se estaban asqueando por completo, pues lo que estaba en su asiento era nada mas ni nada menos que una ardilla desmembrada y con los intestinos de fuera. ¿Qué clase de broma era ésta? Todos se veían tan asqueados y tan nenas que seguro no lo habrían hecho ellos...
Bueno, no quedaba más que limpiar el desastre.
Sacó la bolsa en la que llevaba su almuerzo (que sólo consistía en una bolsa de frituras así como una bebida carbonatada de cereza), sacó las cosas y con las manos desnudas iba a tomar las tripas del pobre animalejo hasta que una delicada y fina mano atrapó su muñeca. Levantó la vista para apartar al dueño de ésta encontrándose con aquel chico tan femenino de cabellos rojizos del que todos hablaban: Gabriel. Le veía con una expresión fija, no pudo evitar quedarse hipnotizado por esos ojos de un color azul claro por unos segundos hasta que por fin reaccionó.
Con brusquedad hizo un movimiento para que le soltara mas ésto no fue posible ya que le tenía con un agarre fuerte pero no tanto como para que doliera.
— No hagas eso, tenemos a los conserjes para que limpien ésto. — Sin más le soltó lentamente, Hunter se llenó de mucha curiosidad ante ello.
— Es mi lugar en el que está esa cosa. — Escuchaba los murmullos de fondo, los odiaba a todos y realmente quería ir y gritar cualquier cosa para que dejaran de verlos, pero la sonrisa del chico con la gargantilla le dio mucho más curiosidad.
— Pero esa no es razón para tocar los intestinos de ese pobre animal. Puedes sentarte a mi lado si gustas, por lo menos hasta que limpien eso. — Hunter hizo una expresión de incomodidad a lo que Gabriel tan sólo dio una delicada risilla.
¿Cómo es que un hombre podía llegar a ser tan femenino? Tan sólo asintió con algo de molestia y le acompañó a su lugar. Quería matar al responsable de todo eso, ya estaba cansado de llegar y ver animales muertos y destripados en su lugar, si por él fuera ni siquiera estaría ahí así que no tenían que hacer todo eso para que se fuera. No le dirigió la vista a Gabriel, sin embargo no podía evitar mirar de reojo de vez en cuando; el chico con la gargantilla sacaba sus cosas como si estuviera viendo que le faltaba y que no.

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The Choker Guy
RomantizmHunter Freeman nunca se sintió interesado por nadie, todos eran iguales y aburridos e inclusive prefería alejarse de todos en las clases. O eso era hasta que conoció a aquel chico con gargantillas demasiado femeninas.