27 de diciembre, 1825: El lugar secreto

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Trelos sin duda era un chico misterioso, inteligente y curioso. El abogado lo ha llevado a casa, con el pretexto de brindarle seguridad y un lugar digno para dormir. No paraba de preguntar cosas, buscar objetos y una vez que el mayor le explicó las leyes básicas del Estado, no dejaba de hablar de lo que él opinaba. Se podría decir que entablaron una buena amistad.

El juicio estaba programado para el día siguiente y las armas del impetuoso defensor de la ley estaban completamente afiladas, listas para defender al chico. El joven no dejaba de tener la cabeza gacha cuándo hablaban sobre eso; insistía en la idea de preferir la condena de muerte a estar pensando toda su vida en la mirada de su madre al partir. El dueño del hogar trató de animarlo diciéndole que pasará, pero, sabía cómo se siente y también sabía que no se olvidaban esas cosas, no con los padres... Le había platicado parte de su vida, sin tocar el tema de sus padres, claro; aunque sabía que se lo debería confesar en algún momento.

Es el joven más valiente que había conocido... y esa valentía se desvanecía al pensar en su posible destino; él quería morir, pero no por manos de la justicia. A pesar de la naturaleza del trabajo del hombre, el trabajo que le apasionaba, no le podía quitar la vida, no por tonterías como los traumas (él ya los había superado al asesinar a su segunda víctima), sino, porque se identificaba con el menor, sería como matar a una pequeña versión de él.

Esa noche no podían dormir. La preocupación, tensión, desesperación y el miedo asechaban en el aire junto con el frio.

-Señor, ¿cómo será mi ejecución?-

Aunque, en otras circunstancias y con otra persona, le hubiera fascinado repasar el itinerario de tortura antes de la muerte, no podía decirlo con tanta libertad frente al niño. Decidió soltar una frase que muchos se hubieran creído... muchos, menos Trelos.

-No lo sé, nunca he estado en ninguna ejecución-

-No le creo- respondió el pequeño rápidamente y con la voz hecha añicos -¿Es algo tan malo?-

-La verdad, sí. Es horrible. Pero, no tienes por qué preocuparte, yo te defenderé y te aseguro que no pasará nada-

¿En verdad podría asegurar algo así? Por ser él su abogado, un asesino, que había encubierto todos sus crímenes ¿el niño estaría exento de un cruel final?

No estaba seguro, pero, su trabajo en ese momento era hacer que el chico dejara de temer.

Dos horas pasado el anochecer, logró que el niño se durmiera. Pasó una hora más leyendo y luego, decidió que era hora de librarse un poco del estrés. Dejó sus cosas en la mesa de pino y bajo lenta y silenciosamente a su sótano.

Era una habitación oscura, de tamaño medio, con telarañas en las orillas y que necesitaba de 5 velas o más para poder alumbrarse. Un lugar perfecto para las necesidades del hombre.

Encendió con parsimonia las velas. En el centro de la habitación había una silla que él mismo había fabricado. Tomó asiento y comenzó a admirar todo lo que tenía a su alrededor: una pequeña repisa con frascos, una mesa repleta de dibujos, un estante con libretas y una vitrina con objetos varios. A simple vista todo era normal. Sin embargo, era necesario observar de cerca lo que se ocultaba tras todo eso.

En los frascos de la repisa había 12 pares de ojos, 5 hígados, 4 corazones y 9 laringes; cada cosa muy bien etiquetada y conservada. Los dibujos eran retratos de cada una de las personas a las que había arrebatado la vida y lo órganos; de no ser por su naturaleza, hubieran sido parte de una hermosa colección de arte en algún lugar muy reconocido. En las libretas del estante, que él disfrutaba hojear, estaban escritos los planes y descritos los crímenes que había cometido. Y en la vitrina estaban encerrados los "recuerdos" de sus víctimas: cinco dentaduras completas, 3 cabelleras intactas, algunos brazaletes, un par de gorros, pero, su favorito sin duda era la el diario que había hurtado hace años, ese escrito precioso donde descubrió su pasión por la muerte.

Recordó todo lo que había hecho y meditó una vez más sus asesinatos. Pasada la media noche se levantó de su asiento y caminó junto a sus pertenencias mientras pasaba un dedo sobre las superficies polvosas.

Con el mismo silencio con el que bajó a su santuario, regresó al mundo de sus tormentos diarios. Debía descansar antes del juicio y, después de su satisfactorio tiempo a solas, estaba seguro de que no importaba lo que pasara; nadie le ganaría en el juicio, ese niño estaría sano y salvo.





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Nota de la Autora: Hola queridos lectores. Sí, digamos que el asesinato es como el hobby (aunque él lo toma como "el trabajo que lo apasiona") del buen abogado. Ojala hayan disfrutado el nuevo capítulo que a pesar de no tener una extensión tan amplia como de costumbre, se hizo con mucho cariño, solo para ustedes. No duden en dejar su comentario, no se asusten en compartir y pierdan el miedo de presionar la estrellita para el cap. Les escribo la siguiente semana. Buena suerte y dulces pesadillas.

-TheAgentOfMystery


Historias del último suspiro: Una serie de relatos de asesinos y sus fechoríasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora