—Te quiero Viktor.
Lo anterior, sale a manera de murmullo, de sus dulces labios color rosa mientras muerde el inferior, queriendo reprimir un sollozo.
—¡Yuri, no me dejes! —suplico en medio de la angustia que siento se apodera de mi cuerpo. Mi voz no logra salir firme, pues el nudo en la garganta lo complica.
—Nunca me olvides.
Tan pronto termina aquella frase, despierto. Una fina capa de sudor me cubre, intento sentarme en la cama y al hacerlo todo parece dar vueltas, además mi respiración no ayuda, pues esta es errática.
Coloco la palma de mi mano derecha sobre mi pecho, necesito tranquilizarme o de lo contrario sufriré crisis.
Llevo a cabo una serie de aspiraciones profundos acompañadas de exhalaciones iguales con tal de regular mi respiración. Luego de unos minutos de estar haciendo lo anterior, saco las sábanas de encima mío para ponerme en pie. De acuerdo al reloj son las cuatro y cuarenta y siete de la madrugada, dormir parece ya no ser una opción; así que me dirijo al baño con el fin de lavar mi rostro en agua helada.
Al cabo de un rato regreso al cuarto. Para este momento los latidos de mi corazón han vuelto a su ritmo habitual y puedo tomar lugar sobre el grueso colchón.
Podía recordar perfectamente aquella época en la que para Yuri, yo era su todo. Podía recordar sus cálidas manos tocando mi rostro, podía recordar los asesinatos que cometí por él; y por supuesto, podía recordar el día en que me fue arrebatado.
Muevo la cabeza de forma frenética con la intención de alejar toda esa mierda de mi mente, pero resulta imposible pues poco a poco empieza a nublar mis pensamientos. El dolor se vuelve difícil de manejar y es ahí donde los recuerdos paran en una fecha exacta.
Solo tenía diez años cuando conocí al pequeño Yuri, de cuatro, quien había llegado al orfanato a finales del invierno. Su cuidado me fue encargado durante las primeras semanas y hacerlo no resultó tan sencillo como pensé lo sería, debo admitir que algunas veces llegó a tal grado de hartarme hasta querer matarlo; sin embargo, tan pronto mis ojos se cruzaban con los suyos, algo en mi subconsciente gritaba que ese lindo japonés, valía todo en mi existir.
Y no me equivoqué.
Con el pasar de los meses, nuestro lazo fue fortaleciéndose, eramos inseparables; aunado a esto, descubrí que mi sentir hacia mi bello cerdito, como había decidido apodarlo, era a lo que los adultos comúnmente llaman "amor".
El temor ante la posibilidad de que alguien pudiera alejarlo de mí, llegó cuando lo vi divirtiéndose con otros niños a mitad del patio recreativo durante una tarde, quienes osaban robar la atención de mi Yuri. Sin saber cómo afrontar las nuevas sensaciones, expresé mis dudas a una de nuestras cuidadoras, preguntando qué debía hacer si veía se adueñan de algo que es mío, a lo cual con una sonrisa me respondió en dicho entonces que, para eliminar el problema debía luchar por ello, dando a entender que me pertenecía y que era algo malo robarlo; además de hacer lo posible por evitar volviera a suceder.
Tenía sentido, pero era más fácil quitar el problema de raíz. Después de todo, matar era lo mismo que eliminar, ¿no?
El estar en plena infancia no me impidió desarrollar fuertes celos hacia los demás conpañeros del orfanato; especialmente los que osaban invadir el espacio de mi dulce niño.
Allí radica mi primer asesinato. Yuri era amado por todos, algo que me causaba incomodidad pero mientras no lo hostigaran, podía soportarlo; no obstante, existía cierto amigo suyo que con sus acciones denotaba más que un simple afecto amistoso. He ahí su mayor error, pues ya tenía dueño y ese era yo.
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Tarde. | Vikturi (Marzo 2023)
Fanfiction[Obsesión AU]. Oh querido Yuri, ¿por qué huyes? Vamos, esto no es tan malo. Simplemente soy alguien que te ama y sé que sientes lo mismo por mí, ¿o estoy equivocado? Cariño, me lastimas con tus lágrimas, para ya, ¿acaso hice algo mal...