Capítulo 2: Ironía

6.5K 975 145
                                    

Al momento de culminar los treinta minutos establecidos para el grupo de amigos, por parte del encargado de la pista, se reunieron en una esquina del establecimiento, no sin antes saludar a los entusiasmados infantes que como ya era costumbre, les gritaban cuán geniales eran al haber realizado tales rutinas de patinaje. Lo siguiente que hicieron fue simplemente cruzar palabras, mientras tanto, me mantuve fingiendo estar entretenido con el celular, a la par que miraba fugazmente las acciones cometidas por Yuri.

Pasado un rato, noté cómo empezaban a guardar sus pertenencias, al parecer tenían planeado irse más temprano de lo habitual. Siendo testigo del instante en que salieron del recinto, aguardé un momento para bajar las gradas e ir tras de ellos; abandonando de igual manera el lugar. Al ya verme en el exterior, les divisé al cruzar la calle.

Me dispuse a seguirlos a una distancia prudente, tomó minutos llegar al destino planeado: uno de los diversos locales pertenecientes al café popular de la ciudad. El clima permitía darse el gusto de una buena taza de dicha bebida, pues el frío no hacía mas que aumentar el deseo de consumir algo caliente para mantener la temperatura tibia en el cuerpo.

Sin nada qué esperar, ingresaron al establecimiento, uno tras otro. Por mi parte, opté en buscar asiento en la banca más centrada al sitio, pues habiendo una pequeña plaza justo al frente, no resultaría complicada la tarea de observarlos, aunque fuese a la distancia. Saqué bolígrafo y papel, aparentando estar ocupado escribiendo un sinfín de cosas, por lo que, ya encontrándome establecido, proseguí a levantar la mirada; gracias a los grandes ventanales del local, pude percibirles.

Las sonrisas no faltaron, todos parecían charlar en completa armonía, los temas de conversación ni siquiera escaseaban. Dando sorbos a sus respectivas bebidas, soltando lo que divisaba como carcajadas, nada que un grupo de amigos no haría. Sin embargo, mis ojos únicamente enfrascaban a un solo individuo, quien, poseedor de una encantadora sonrisa, que con verla, de inmediato eras contagiado por ella; quedando perdidamente prendado de él, un ser tan irremediablemente mágico, con esos carnosos labios, deseando tentarte hasta caer en un profundo pozo tan oscuro y a la vez tan luminoso como ver el cielo estrellado.

Sin darme cuenta, el anochecer se hacía presente, las farolas de la ciudad comenzaban a encenderse para dar paso a la helada secuencia nocturna. Poniéndome en pie luego de guardar lo que traía conmigo, fui caminando a paso lento al callejón de un costado, encontrando puro desperdicio embolsado sin cuidado. Ignorando este hecho, la preocupación comenzó a invadir mi sistema viendo la hora ir transcurriendo, para una persona, caminar en medio de la noche era sumamente peligroso; lo que menos quería era que algo malo le sucediese a mi pequeño japonés.

Qué irónico, preocupándome por su seguridad cuando el verdadero peligro soy yo.

Tuvieron que ser minutos los que pasaran para que decidieran regresar cada quien a su propio hogar. Fue ahí, que al salir del establecimiento, escuché a Phichit ofrecerse en acompañarlo, lo cual Yuri rechazó, acción imprudente de su parte. El tailandés insistió, pero fue en vano.

El grupo de amigos se despidió bajo el alumbrado justo al llegar a la esquina de la avenida, habiendo tres caminos para escoger. El japonés, a diferencia de los demás, debía tomar la dirección contaría a la de sus compañeros, por esto el andar hacia su residencia se transformaba en una situación peligrosa hasta cierto punto.

Divisando la ida de los otros, reanudé mis pasos para escoltar al pelinegro. El viaje se realizó en silencio de ambos, los destellos de la ciudad y el lejano sonido de los vehículos en la acera, nos enfrascaron. Cauteloso e invisible, así debía ser para darme el lujo de seguirlo.

Al ya encontrarse en su destino, se dispuso a entrar rápidamente, cerrando tras de sí, con llave. Pronto la luz se encendió dentro, notificando la presencia de alguien. El vecindario donde vive es habitado por personas que rara vez abandonan su hogar, además de ser silencioso.

Acerqué mi cuerpo a la ventana que corresponde a su alcoba, con el objetivo de ver a través de ella, ya que habitualmente acostumbra a recoger la cortina de ahí, cosa que por supuesto agradezco. Pude vislumbrar cómo salía del baño ya cambiado mientras saludaba con dulzura a Vicchan, para después retirarse.

Dejé escapar un grato suspiro de felicidad, Yuri era tan malditamente adorable sin importar qué actividad hiciera. Concluido mi día, esperaba los próximos que restaban de la semana no sucedieran inconvenientes, puesto que comenzaría a concretar lo planeado tiempo atrás.

Tarde. | Vikturi (Marzo 2023)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora