Capítulo 1: Acecho

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Nuevamente en la secuencia de la rutina, me encontraba siguiendo al joven azabache. La noche anterior había regresado a mi hogar una vez me aseguré que Yuri estuviese fuera de peligro, teniendo que realizar una caminata a los alrededores para cerciorarme de ello. Cualquier persona podría tachar de paranoica dicha acción, sin embargo, es por eso que luego ocurren altercados, no voy a arriesgar la vida de mi cerdito en lo absoluto.

Actualmente todo parece ir en total normalidad. Aprovecho el breve descanso tomado por el nipón al sentarse en una banca del parque para ajustar de nueva cuenta la alarma en mi teléfono celular; poseo un estructurado itinerario de todas las actividades que el de ojos café lleva a cabo, así le tengo controlado a cada momento. Además, de igual forma cuento con una agenda donde anoto cualquier cambio que el  mismo sufriera, con el objeto de ver el patrón y saber si agregarlo al horario o no, prestando atención a los días.

Supongo que el querer conocer dónde, con quién y qué está haciendo tu persona amada no es nada fuera de lo común, es decir, cada individuo lo hace y sino, debe de comenzar a hacerlo, porque es para eso que estamos, ¿no? Para velar por la protección de nuestra pareja.

Continuando el día, al ya encontrarse de nuevo en la comodidad de su hogar, se dispune a alimentar al caniche, el cual, entusiasmado degusta de su hondo tazón. Mientras, Yuri camina rumbo al baño para asearse luego del trote. Estar a plena luz de día observando el interior de la residencia, incluso a lo lejos, con la ayuda de binoculares, no es bueno; me arriesgo a ser descubierto, no tanto por el nipón, sino por algún vecino, así que decido esperarle en el trayecto que sé tendrá que recorrer hasta llegar a la "base de patinaje" como sus amigos lo llaman.

El reloj marca la hora exacta en que le veo pasar, caminando de forma amena al entorno, mi vista permanece en su espalda a cada movimiento. El inicio de la tarde trae consigo montones de personas transitando los alrededores, permitiendo que pase como uno más entre ellos.

Pronto atraviesa la entrada al lugar, abierto para el público en general, sirviendo como base de entrenamiento de infantes gustosos del patinaje. Por tal razón las gradas eran ocupadas en su mayoría por familiares o personas interesadas. Ingreso de la misma manera, aprovechando el que una familia lo hace también, busco rápido asiento en un sitio apartado.

Los encargados del lugar tienen un acuerdo con los jóvenes patinadores de mayor edad: se les otorga toda la amplitud de la pista durante un breve lapso de media hora por la tardes y al acercarse la noche es completamente suya; puesto que las clases dan por terminadas seis en punto.

Los treinta minutos correspondientes ya habían llegado, cada niño abandonó el hielo para tomar descanso y distraerse admirando las rutinas de los que ante sus ojos, son sus mentores.

El primero en disfrutar de la pista siempre era mi adorable Yuri, por lo cual se dirigió justo al centro de ella y una vez posicionado, cerró los ojos a la espera de su melodía. En segundos esta comenzó a sonar en toda la extensión del recinto, era una tonada lenta, cargada de cierto aire nostálgico. Los marcados y fluidos movimientos concretados resultaban de lo mas hermoso, a la par de sus expresiones. Ver a mi niño perderse en la pasión que el patinar podía otorgarle, era maravilloso, ni qué decir de la increíble tentación que provocaba en mí al contemplar el tono carmín sobre sus pómulos, además de su rostro y cuello bañado en sudor, causando que algunos mechones quedaran pegados a su frente; sumamente imposible resistirme a tal imagen.

La secuencia de pasos culminó junto a la melodía, dando inicio a una oleada de aplausos y elogios hacia su persona, concedido por cada espectador, incluyéndome por supuesto, aunque de forma más discreta. Observo cómo regresa a su sitio, siendo inmediatamente tomado entre los brazos de Phichit, su mejor amigo. En otro momento no habría dudado ni un solo segundo en agregar su nombre a mi lista de problemáticos, sin embargo, con el transcurso del tiempo y gracias a mi constante vigilancia, descubrí que sus intenciones no eran ningún problema; conociéndose desde hace ya varios años formaron un lazo de hermandad.

Además, si a Yuri se le ve feliz al lado de él, ¿Quién soy yo para romper su amistad?

Luego de un rato siendo testigo de las muestras de afecto y cariño pleno por parte de sus compañeros dirigidas a mi niño, comienzo a enfadarme. Necesito tenerlo conmigo y confío en que para ello, solo es cuestión de tiempo.

Tarde. | Vikturi (Marzo 2023)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora