Dos meses se fueron volando. Dos meses en los que Peter había hecho de su vida más de lo mismo. Y no se quejaba, era feliz. Siempre lo fue... claro, olvidando aquellos viejos tiempos.
Sacudió su cabeza y terminó de limpiar la sangre del tatuaje que acababa de hacer sobre la espalda de un chico que casi se desmayó en dos ocasiones. Todo salió de maravilla, por suerte; pero entonces, las campanillas, los pasos, la vestimenta negra.
Rápidamente, el lugar se silenció en absoluto. Peter miró. Los recuerdos del picaflor llegaron a su cabeza. La había olvidado después de la primera semana. Pero en cuanto la vio, los escalofríos volvieron, el miedo hacia ella.
Ni dudó en pasar directo al estudio de Peter y sentarse sin siquiera preguntar. El anterior cliente, perdiendo más color pero por el miedo, había corrido a recepción para pagar y largarse lo más rápido posible.
-Em...—Hizo silencio y la chica se quitó su chaqueta dejando ver una camiseta pegada al cuerpo de mangas cortas que dejaban ver el principio de algunas líneas rojas por su espalda y brazos. Peter tragó con esfuerzo y, al intentar hablar, su voz no salió. Siguió la mano de la chica en frente suyo. Lo primero que notó, fue el picaflor que él mismo se había encargado de crear, y, lo segundo que notó, fue el dedo apuntando justo abajo del mismo.—
-Una cruz.—Dijo severa. Peter rascó su cabeza.—
-¿Una... una cruz?—Repitió en una interrogativa. Rápidamente, una fotografía era elevada. Peter la observó. Era una x unos pocos centímetros menos que el picaflor y era fina y simple.—
-Una cruz.—Reafirmó y Peter tomó aire agarrando las máquinas. Limpió la zona de la chica, ojeando un poco las marcas, y comenzó su trabajo.—Mi tío.—Se anticipó y Peter se mordió la lengua para no hablar. El silencio se hizo. Era un simple tatuaje, el más simple que haya hecho, pero sin embargo, le estaba costando más que otros.—¿Perdiste a alguien?—Esta vez fue Peter quien no quería hablar. La chica había perdido a dos personas en lo que fueron casi dos meses, y él no había perdido a nadie.—
-Sí...—Mintió. Hubo más silencio y Peter rezó porque no lo descubriera.—
-Eres afortunado de no haber perdido a nadie.—La cara de Peter pudo haber hecho a cualquiera querer salir corriendo del lugar solo por lo incómodo que se había puesto con eso. Cualquiera hubiera corrido, porque no sólo mintió; sino que le había mentido a alguien que podía hacer a cualquiera sentirse una basura, y encima, como si fuera menos, lo descubrió. Pero además de todo esto, algo pareció llegar a la cabeza del chico con lunares. "Ella está hablándome".—
-Yo...—Las palabras no parecían querer salir de la boca de Peter hoy.—
-Lo lamentas; ya te escuché la otra vez...—¿Ella se acordaba de eso?—
-En serio lo hago...—Dijo lo más alto que su garganta le permitió con semejantes nervios.—
-Yo también.—Dijo y Peter pudo escucharla fuerte y claro. Por un momento se frenó para ver una lágrima caer de su ojo cubierto por sus anteojos.—
-¿Quieres uno?—Le preguntó amablemente ofreciéndole un pañuelo. Ella solo negó con la cabeza. Se veía un poco menos dura de lo que se veía la primera vez. ¿Y quién no lo estaría? Dos muertes golpeándola en tan corto tiempo es mucho... O eso pensaba Peter.—
-¿Peter?—Cuestionó clavando su mirada en las letras.—
-Sí...—Afirmó limpiando la sangre.—¿Y tú...?—Tomó aire y abrió su boca. Algo parecía frenarla. Cerró su boca y tomó más aire.—
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El rastro del picaflor {Laliter}
FanfictionÉl era Peter Lanzani, un hombre que hacía tatuajes en un pequeño local. Solía dibujar cuando era niño, y tomó la primera oportunidad para no dejar de hacerlo. Pero entonces, apareció una chica. Una chica de negro, que iba siempre con la cabeza en a...